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¿Es solo una estrategia judicial? ¿O un destello de humanidad por parte de uno de los mayores depredadores pedófilos de las últimas décadas en ... Francia? El cirujano Joël Le Scouarnec, al que juzgan en la localidad francesa de Vannes (noroeste) por haber violado o agredido a 300 niños, mostró este miércoles su arrepentimiento por los horrores cometidos. Tras haber sorprendido el día antes por su frialdad mientras describía sus comportamientos pedófilos, escatológicos o zoofílicos, esta vez mantuvo una actitud lacrimógena. También insistió en que «su objetivo» en este juicio es «ayudar a las personas» a las que agredió durante más de tres décadas.
«Hace falta mucho tiempo para perforar la armadura de un hombre», reaccionó aparentemente satisfecho Maxime Tessier, abogado de la defensa, sobre las lágrimas del acusado. «Detesto el hombre que fui y todo lo que hice», dijo este médico jubilado, de 74 años, cuya mayoría de los abusos fueron cometidos sobre pacientes. La media de edad de sus víctimas era de 11 años y los hechos juzgados van desde 1989 y hasta 2014. En el arranque de las audiencias la semana pasada, Le Scouarnec ya había dicho que «efectivamente he cometido actos odiosos». Pero hasta ahora había mantenido una actitud hermética, marcada por un discurso frío y monótono.
Este miércoles, sin embargo, asumió haber sido «un violador de niños» con una voz rota por sus sollozos. Este depredador XXL se enfrenta a una probable pena de 20 años de prisión. Sus explicaciones difícilmente le servirán para evitar el castigo máximo para un delincuente sexual en Francia. A diferencia de otro juicio en 2020 en que ya lo condenaron a 15 años por haber violado a una vecina, una paciente y dos sobrinas, ahora no se ha negado a reconocer que «fui un violador».
«Entonces, me negué a verme como un violador de niños, pero estaba en una negación total. Le quiero pedir perdón a esa niña pequeña», dijo refiriéndose a esa vecina, de 6 años, que penetró con los dedos y cuya denuncia en 2017 resultó clave para acabar con 30 años de impunidad. «Fue innoble lo que escribí. (…) Quise describir actos devastadores para todas esas víctimas», afirmó refiriéndose a su diario personal. Ese documento informático con más de 1.600 páginas representa la prueba neurálgica de este caso. Allí describía sus violaciones y abusos con un lenguaje grosero y lleno de perversidad. «Me imagino el traumatismo que pudo representar para esas personas la lectura de esos escritos. Quiero disculparme por el mal que les hice», añadió.
«En la prisión me preguntaron si tenía pensamientos suicidas… Siempre me he dicho a mí mismo que debía participar en este juicio. Espero que mis palabras les aporten algunas respuestas y que eso les ayude en su reparación», aseguró el cirujano. Hasta ahora las víctimas se habían quejado de su actitud fría y poco empática. Incluso tuvieron que suspender la audiencia del pasado viernes después de que revelara que había agredido sexualmente a una de sus nietas.
«¿Por qué me convertí en un pedófilo? Lo ignoro. Se lo he preguntado varias veces al psicólogo de la prisión», afirmó Le Scouarnec, quien ha negado varias veces ante la corte haber sido agredido cuando era un niño a pesar de la omnipresencia del incesto en su familia. «Viví de manera impune durante 30 años y eso contribuyó a mi incapacidad para ponerme en duda», añadió. Su obsesión sexual por los menores, según ha repetido varias veces ante los jueces, es cosa del pasado gracias a la «liberación» que ha representado la prisión. Una versión, con una veracidad más que cuestionable, que difícilmente le evitará una pena ejemplar.
«Era un hombre con dos caras». La enfermera Jacqueline G. describió con estas palabras al cirujano Joël Le Scouarnec, acusado de haber violado o abusado de 300 niños. En el juicio de este médico francés jubilado comparecieron por primera vez varios excompañeros de trabajo del depredador, que cometió la mayoría de sus agresiones en clínicas o recintos hospitalarios. Los tres testimonios expresaron su sorpresa y dijeron no haber visto nada de sospechoso por parte de este pedófilo, que llegó a agredir a más de 30 menores en un solo año.
«Nunca vi ningún gesto sospechoso de su parte», declaró Jacqueline, que había trabajado con Le Scouarnec entre 1985 y 1994. «No sé cómo pudo actuar de esa manera», añadió el radiólogo François P., compañero suyo en esa misma época en una clínica en el centro-oeste de Francia. Sus excompañeros lo describieron como alguien «bromista» y «alegre». Uno de ellos recordó una anécdota hilarante: «Tras un viaje a Estados Unidos, hicimos una cena en mi casa y él se disfrazó de Estatua de la Libertad». ¿Estaba desnudo con una sábana?, le preguntó la jueza Aude Buresi. «Oh, no, parada nada», respondió ese doctor jubilado, de 89 años, provocando alguna sonrisa entre un público que escucha una sucesión de horrores desde el 24 de febrero.
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