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Durante la lectura de la Constitución por diferentes ciudadanos, cuando tocaba el artículo 14, Ana Bella Estévez salió a leer delante de las autoridades y ante las cámaras y aprovechó ese minuto para contar su caso, con los ministros de fondo: «Mi marido decía que ... me pegaba porque me quería. Durante once años fui maltratada y nadie me ayudó. No podía separarme porque nuestro matrimonio era amor o muerte. Pero aquí estoy, viva. No soy una víctima. Soy una superviviente y pude salir adelante con mis hijos y mis hijas gracias a las instituciones públicas».
Hoy directora de la Fundación Ana Bella, que acompaña a otras mujeres víctimas de violencia de género y dicta cursos en empresas para aprender a detectar y compartir estos casos, tenía cuatro hijos pequeños cuando logró separarse a los 29 años, de una pareja que la golpeaba. En el último acto, que pudo ser mortal, llegó a estrangularla en una visita carcelaria, cuenta Ana Bella a este periódico.
«En un vis a vis, él me dio un contrato que decía que seguiríamos casados y me amenazó de muerte», rememora. «Comenzó a estrangularme. Yo gritaba al principio pero los guardias no intervinieron. Me negaba a firmar y él me decía que le apretara los brazos si aceptaba. Pero me quedé sin fuerzas. Al final acepté. Me había robado mi instinto de supervivencia».
Gracias a ese breve lapso en que él estuvo en prisión, ella salió de la casa familiar con sus hijos, rumbo a una casa de acogida, donde estuvo nueve meses. «La víctima necesita que la ayuden a detectarlo. El 36% no lo sabe. Yo era una de ellas», asegura. «Por eso necesitan de los demás, que denuncien. Con amigos y apoyos sales como superviviente, no como víctima. Las mujeres que han pasado por lo mismo son las que más acompañan. Estuve en la casa de acogida nueve meses porque me buscaba para matarme. Ahí empecé a no sentirme sola. Porque me creían».
Ahora, con su organización, está «en 88 países, demostrando que las mujeres que hemos sido maltratadas no somos el problema sino parte de la solución», dijo ante las autoridades presentes en las Cortes Generales en este acto de la Constitución, «porque transformamos nuestro sufrimiento en experiencia y empatía para ayudar a otras. Existe violencia de género porque todavía hay hombres que la ejercen y a esos hombres les pido que dejen de maltratar y a las personas del entorno que denuncien porque las víctimas invisibles no pueden romper el silencio».
Como sobrevivió «a la cara más amarga de la desigualdad», Ana Bella leyó el artículo 14 «en un lenguaje inclusivo». Después de leer la Constitución reconoce: «Me he saltado el protocolo, pero ha merecido la pena».
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