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Ainoa de las heras
Lunes, 26 de diciembre 2022, 10:49
«Hace un año y medio, los médicos le dieron una semana de vida». Alexandru Andrei Ionita, Alex, como le llama su familia, no puede andar, ni hablar, ni comer, pero sigue vivo. El joven, de 24 años y origen rumano, fue apaleado en las ... campas de Jauregibarria, en Amorebieta, por un grupo de jóvenes, algunos de ellos miembros de la banda de Los Hermanos Koala (LHK). Ha salido del hospital de Gorliz, donde ha permanecido varios meses, y ha sido trasladado a un piso, en el que sus padres, Eugenio y, especialmente Ana Claudia, se encargan de su cuidado las 24 horas del día.El chico recibió el alta el pasado mes de agosto al considerar los médicos que su estado ya no podía evolucionar más, aunque ha seguido en el sanatorio hasta encontrar un lugar adecuado. Los primeros días tras la paliza estuvo en coma en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital de Cruces. Se temía por su vida. Había sufrido graves lesiones neuronales a causa de los puñetazos, patadas y golpes con objetos contundentes como palos y botellas que recibió en la cabeza al grito de «¡mátalo!» mientras le acorralaban. Una de las partes más afectadas fue el cerebro. Las secuelas son evidentes. Tiene la cabeza aplastada por uno de los lados porque le tuvieron que quitar un hueso.
Uno de los chicos grabó la salvajada con el móvil y colgó el vídeo en las redes sociales. Gracias a eso, 16 de los participantes, entre ellos los principales agresores, fueron identificados por la Ertzaintza y van a ser juzgados por intento de homicidio, pertenencia a organización criminal y robo con violencia. Mientras Alex estaba en el suelo malherido, también le robaron sus pertenencias. Según una de las versiones, el desencadenante de la agresión pudo ser que el joven rumano llamó la atención a varios de los implicados por acosar a unas chicas.Hoy sigue en estado vegetativo. Le ofrecían una plaza en una residencia de ancianos, pero la madre pensaba que era «como dejarle morir». «Eso no cabe en el corazón de una madre», argumenta. Su entrega incondicional y el modo tan cariñoso con que trata a su «niño», como le llama, encogen el corazón. «Es como un bebé pequeño», compara.
Finalmente, han conseguido que la Diputación de Bizkaia les facilite un piso en un barrio de Bilbao en régimen de alquiler social, al que se acaban de trasladar hace dos semanas después de limpiarlo y adaptarlo a las necesidades de Alex. El joven pasa todo el día tumbado en una cama especial con un colchón antiescaras que impide que le salgan llagas y «se le infecte el pulmón». Una vez al día le levantan para salir a dar un paseo en una silla de ruedas especial que no deja «que se le ladee la cabeza».
La cama cuesta 4.000 euros y la silla, 7.000. Eugenio sigue trabajando en la construcción, como Alex antes de la paliza, y viven de su sueldo. La familia cuenta con la ayuda del «ángel de Alex». La benefactora se llama Roxana. Prefieren no dar más datos de su identidad, por expreso deseo de la mujer. «Desde el minuto cero» localizó a Ana Claudia y les ha ido ayudando económicamente con esos gastos extra, lo que mejora su existencia.
18meses (un año y medio) es el tiempo que ha pasado desde que el 25 de julio de 2021, Alex recibiera una brutal paliza en Amorebieta que le dejó en coma
Aunque los médicos no han aconsejado que siga rehabilitación, gracias a la colaboración de Roxana los padres han contratado a un fisioterapeuta que acude a casa a trabajar con Alex la movilidad. Sabe que sería un milagro, pero Ana Claudia confiesa: «Sueño que mi hijo vuelve a andar, que le veo venir y me trae un café», sonríe con los ojos humedecidos por la emoción.Por el momento, Alex ya responde a algunos estímulos, mueve un puño, en el que tiene tatuada la palabra inglesa 'hard', duro o fuerte en castellano. Es su forma de comunicarse. Sus profundos ojos azules también parecen querer hablar y su madre entiende los sonidos guturales que salen de su garganta. «¿Me quieres?», le pregunta Alexandra, amiga de la familia y que ejerce de traductora. Y Alex levanta ligeramente la mano. Su madre, profundamente creyente, le ha enseñado incluso a persignarse. «En el nombre del padre, del hijo...», le repite ella. «Dios te va a ayudar a ponerte bien», susurra.
16jóvenes fueron detenidos por su presunta implicación en la agresión. Ocho de ellos ya han sido juzgados por la Ley del Menor. El juicio se celebró entre los pasados meses de octubre y noviembre
En la mesilla, junto a su cama, una vela eléctrica para evitar sustos ilumina la imagen de varios santos. Su madre le da abrazos infinitos y besos sonoros. Su cuidado es lo que da sentido ahora a su vida. Se ha convertido en una auténtica «enfermera». Se levanta cada día como si siguieran en el hospital. Le alimenta por sonda cinco veces al día y le da tres pastillas, una dos veces al día y otra, tres. Le asea y le pasea. Cuando tiene que ir al médico o a realizar alguna gestión, Eugenio pide día libre en el trabajo porque no se puede quedar solo. «Cuando se enfada, tira cosas. Se puede caer y hacerse daño».Los periodistas de EL CORREO entran en la habitación con mascarillas. Cualquier virus podría comprometer su vida. Vive en «riesgo permanente de muerte, pero intentamos no pensar en eso porque entonces no viviríamos». «Cuando estaba en el hospital no quería ver a nadie, se enfadaba», pero ahora las visitas parecen alegrarle, rompen la monotonía.
Esta Navidad será diferente para ellos. En Rumanía acostumbran a celebrarlo «con toda la familia» y con platos típicos como el sarmale (rollitos de carne), salada de boeuf (una especie de ensaladilla rusa) y de postre, cozonak (brioche dulce). Ana Claudia es una gran cocinera, pero no está la cosa para celebraciones, aunque se sienten «felices» de poder tener a Alex a su lado y ya en casa. Estarán los tres solos. «Ahora está más relajado, descansa», dice Ana Claudia. La etapa en el hospital de Gorliz «ha sido muy dura». La mujer sufrió auténticas penurias. Dormía junto a la cama de su hijo en una silla de playa, se lavaba como podía y comía mal, no había cerca ningún supermercado. «Un día tuvo que bajar a la cafetería para pedir un trozo de pan porque sólo tenía mantequilla», recuerda su amiga Alexandra.
Lo peor de todo, sin embargo, ha sido «la manera de destrozarle la vida a él y a toda la familia». «De tener una vida normal, trabajo, planes de futuro... a esto», se duelen. El sueño de Alex era ahorrar lo suficiente como para poder comprar un apartamento en la localidad de la que es originaria su familia, Alba Iulia, en Rumanía. De allí emigraron, su padre, que se había divorciado de su madre, y él hace cinco años en busca de trabajo. Lo encontraron en el gremio de la construcción. Cuando sucedió todo, ambos vivían en Lemoa. La madre estaba con su hijo menor, de 22 años, que ya les ha dado una nieta, en Alemania. En cuanto supo que su hijo yacía medio muerto en la cama de un hospital debido a una brutal agresión, Ana Julia cogió un avión a Bilbao. Perdió el trabajo y ya no se ha vuelto a separar de él.
7.000euros cuesta la silla de ruedas que necesita Alex para que le sujete la cabeza y 4.000, la cama con colchón antiescaras y para que «no se le infecten los pulmones». Una benefactora les ayuda de manera desinteresada con esos gastos extra.
Ocho de los 16 presuntos agresores, menores de edad, ya han sido juzgados por el caso. Faltan los adultos. Uno de los encausados pidió perdón a los padres durante la vista oral y otro, a la salida del Palacio de Justicia, en plena calle. Al verles, el joven echó a correr hacia ellos con la intención de disculparse. La madre se desmayó. El dolor no les permite perdonar. Sólo desean «que se pudran en la cárcel».
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