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¿Se puede vivir sin leer el periódico? Por supuesto, la pregunta es una provocación. Desde hace varios años se la hago a varios grupos de mis alumnos para, seguidamente, indicarles que todos los días me tienen que decir las noticias fundamentales y, además, ... cada semana deben explicar y comentar dos informaciones que consideren relevantes. Mi lógica es la siguiente: la prensa nos cuenta lo que sucede en el mundo; nos da las claves para situarnos ante la realidad social. Y les provoco más: ¿cómo puede alguien decir que es universitario, o persona medianamente formada, sin estar al día de lo ocurre en la sociedad?
En los periódicos nos informamos de todo: de la situación política, de la economía, de los acontecimientos culturales, de lo que preocupa a los vecinos de nuestra localidad y de lo que sucede en la otra parte del mundo. Sí, efectivamente, en un periódico se contiene ‘El País’, ‘El Mundo’… y todo el Abecedario (y hace un siglo ‘El Sol’ iluminó España).
Por supuesto, cada medio de comunicación: la radio, la televisión y la prensa –ahora también hay que añadir las redes sociales- tiene sus virtudes. Pero yo quiero destacar la capacidad del periódico para proporcionar información analizada; es decir, junto a las noticias, contiene reportajes, editoriales y artículos ‘de fondo’, textos que implican un intento de explicar el mundo. Es importante saber qué ha pasado, pero lo fundamental es conocer por qué ha sucedido, y cuál ha sido el contexto, y qué consecuencias tiene.
Y para ir más allá de la espuma de la noticia, para comprender, para profundizar, es imprescindible la complicidad del periodista y del lector. Es preciso un pacto entre ambos: el periodista se informa con rigor, analiza y expone todos los argumentos y vertientes del asunto, y, por su parte, el lector, dedica tiempo, atención, para asimilar esos datos y razonamientos (por supuesto, para, al final, llegar a una conclusión propia).
Disculpen que vuelva a referirme a mis costumbres. Todos los días, lo primero que hago cuando llego a mi despacho es seleccionar-leer los correos y, posteriormente, mirar los periódicos en internet. Miro El Diario Montañés y tres periódicos ‘nacionales’. Digo que ‘miro’ los periódicos, no los leo; es decir, en unos pocos minutos repaso los titulares, más tarde tendré tiempo para detenerme en leer los editoriales y una determinada información o artículo que me resulte de especial interés (siempre sigo con atención el videoblog de Iñaki Gabilondo, y no me pierdo los artículos de, entre otros, Juan Cruz, Soledad Gallego –Díaz, Joaquín Estefanía, F. Savater y M. Vargas LLosa). Son los fines de semana cuando tengo el placer de sumergirme en las páginas del periódico, hasta el rito de ir a comprarlos me resulta satisfactorio; tengo suerte: vienen cargados de información y poseo todo el tiempo del mundo para recrearme en ella (y, sí, me gusta el tacto del papel). Estos días no puedo pasar sin leer los artículos semanales de Arturo Pérez-Reverte y de Javier Marías, y no dejo de leer los textos que El Diario Montañés publica de M. A. Castañeda, J. Serrera, G. Balbona, A. Machín, J. C. Rojo o de José Villaverde, entre otros.
Obviamente, lo que me proporciona un periódico no me lo da ni la radio ni la televisión. Leer es una actividad especial, el texto escrito implica otra ‘dimensión’. A cambio de la exigencia de atención, la palabra escrita proporciona el matiz y la posibilidad de profundizar. Habitualmente, el discurso escrito es gramaticalmente más rico, incluso produce sosiego (la amplitud de la información del periódico representa e implica otra forma de actuar y de estar en la realidad: la tranquilidad, la meditación).
No hace falta insistir en que la prensa es fundamental en la tarea de conformar a la opinión pública, y que una población bien informada –es decir, más consciente y más libre– es la base de un sistema democrático. Por otra parte, como también es sabido, los medios de comunicación sirven de contrapoder frente los tres básicos del estado: legislativo, ejecutivo y judicial, y frente al poder económico y otras fuerzas sociales. Efectivamente, la prensa plural de una sociedad democrática contribuye a hacernos más libres, y a construir una sociedad más justa. En consecuencia, todos deberíamos preocuparnos por la salud de los diversos medios de comunicación. La calidad de la prensa, su rigor e independencia, su difusión, constituyen un indicador de la condición de nuestra democracia.
El futuro de los diarios en papel es muy complicado. Cualquiera que observe un quiosco puede comprobar que los montones de periódicos cada día son más pequeños. Claro que están los diarios digitales, pero en el proceso de cambio se pierden lectores y, además, sospecho que su lectura es más superficial. Por otra parte, hay que advertir de que en internet, junto a periódicos digitales rigurosos, existe mucha información tendenciosa y falsa. Alertando de este peligro, Juan Luis Cebrián ha dicho recientemente: «Sin una formación de la opinión pública adecuada no habrá una democracia representativa que funcione y ello generará un aumento del populismo y una disminución de la conciencia social».
La prensa escrita en papel va a tener que convivir con el periódico digital. Por ahora ambos medios tienen su espacio, igual que conviven la información radiofónica y la que proporciona la televisión. En mi opinión, la evolución del papel no es demasiado transcendente, lo preocupante es la pérdida del hábito de leer el periódico; en este sentido, es fundamental hacer esfuerzos para que en la escuela los niños y jóvenes adquieran la costumbre de leer la prensa –en el formato que sea– (hay que aplaudir las experiencias pedagógicas de introducir el periódico en el aula).
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