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ines gallastegui
Lunes, 23 de abril 2018, 07:13
«Guerra al plástico». «El plástico mata». «El plástico amenaza a los océanos». Los mensajes contra este material derivado del petróleo en los medios de ... comunicación y en las redes sociales son cada vez más frecuentes, negativos e inquietantes. Greenpeace asegura que, debido a su fácil dispersión en la naturaleza y a su lenta degradación –hasta 500 años tarda una botella de agua en descomponerse– y con una producción mundial disparada, el plástico es el «enemigo número uno» del planeta.
Como diabólica amenaza global, parece haber desbancado a los gases de efecto invernadero y la sobreexplotación de recursos. Y sin embargo, el plástico no se transforma solo, ni siquiera mayoritariamente, en envases de usar y tirar, como denuncian los ecologistas. En realidad, este invento de principios del siglo XX ha mejorado nuestra vida en muchos aspectos: aísla las casas, hace los coches más baratos y ecológicos, es clave en los nuevos dispositivos tecnológicos y está hasta en la ropa que nos ponemos. Y cada vez más, en medicina, a través de biomateriales innovadores que, gracias a su versatilidad, son capaces de sustituir y regenerar los tejidos vivos.
Hace unos días, la industria española (productores de materia prima, transformadores y recicladores) contraatacó lanzando su campaña 'No culpes al plástico', en la que informa de las ventajas de este material y llama a la población a consumirlo de forma responsable y reciclarlo una vez usado.
Uno de sus promotores es el Instituto Tecnológico del Plástico (Aimplas), una empresa valenciana que ofrece I+D+i a fabricantes y usuarios de todo el mundo. Sus 125 empleados trabajan actualmente en varios ejemplos de aplicaciones médicas que demuestran que el plástico es mucho más que un desperdicio incómodo y contaminante.Por ejemplo, en el departamento de diseño e inyección imprimen en tres dimensiones, a partir de imágenes de TAC, órganos humanos enfermos que los cirujanos usan para planificar y practicar una operación antes de abrir a un paciente. «La novedad es el desarrollo de elastómeros y símiles de silicona que tienen, en cuanto a dureza y flexibilidad, un comportamiento similar al de los órganos reales», explica el diseñador Vicente Ruedas, que participa en un proyecto para 'fabricar' aortas con aneurismas y otras patologías.
También están en marcha los ensayos clínicos de un videolaringoscopio 'low-cost' en el Hospital La Fe de Valencia. Este instrumento que se usa en los quirófanos para intubar pacientes cuesta unos 12.000 euros y Aimplas apoya en el desarrollo de una alternativa más económica al anestesista Lucas Rovira por medio de una innovadora pieza de plástico que incorpora una cámara a un aparato convencional a un coste diez veces menor.
Otro proyecto es la creación, junto a la Universidad de La Coruña, de biomateriales plásticos inteligentes para reconstruir defectos maxilofaciales: los investigadores trabajan en sustancias líquidas que pueden aplicarse inyectadas o por aerosol, que a la temperatura del cuerpo se solidifican, favorecen la regeneración del hueso y, cumplida su función, son reabsorbidas por el organismo, explica el químico Pavel Bartovsky.
Tratando de encontrar un material con el que sustituir el caro marfil en las bolas de billar, John Wesley Hyatt inventó el celuloide hacia 1870, aunque el primer polímero totalmente sintético es obra del químico de origen belga Leo Hendrik Baekeland, que en 1909 se hizo millonario como 'padre' de la baquelita. El plástico no es un solo material, sino cientos de ellos que se obtienen de materias primas fósiles como el gas natural, el petróleo o el carbón. Su éxito en la fabricación de productos domésticos o industriales se explica por sus especiales características: es barato, ligero, moldeable, aislante eléctrico y acústico –y a veces, térmico– y resistente a la corrosión. Además, es reciclable, es decir, puede procesarse para producir nuevos objetos.
La compañía prepara además una patente para un marcador de tumores de próstata que mejore el actual uso de oro y gadolinio para focalizar el tratamiento con radioterapia. «El problema es que la próstata se mueve y el tejido sano también recibe radiaciones», señala Bartovsky. Los marcadores plásticos que están desarrollando son inyectables y se endurecen a 37 grados, con lo que permiten un tratamiento más preciso con menos efectos adversos. «Permanece el tiempo que necesitamos, unos seis meses, se reabsorbe y se elimina por vía renal sin dejar rastro», señala el investigador.
La plastrónica o integración de componentes electrónicos en materiales plásticos parece salida de una película de ciencia ficción, pero ya está aquí, y permite desarrollar dispositivos ligeros y flexibles en los campos más diversos, desde la incorporación de circuitos calefactores y tintas luminiscentes a los aerogeneradores –para evitar el hielo y hacerlos visibles en la oscuridad– hasta la aplicación de sensores inteligentes en instalaciones industriales.
En 2030 todos los envoltorios tendrán que ser reciclables en la Unión Europea. «Si no cambiamos la forma en que producimos y usamos plásticos, habrá más plástico que peces en los océanos para 2050», dijo el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans. En Europa se generan al año 25 millones de toneladas de desechos de este material, pero solo se recicla un 30% de ese volumen.
«Solo el 40% de los plásticos que producimos se dedica a fabricar envases», recuerda Ignacio Marco, director general en España de PlasticsEurope, que reúne a los fabricantes de la materia prima. Las imágenes de tortugas aprisionadas por trozos de plásticos o de ballenas literalmente ahogadas en basura apelan a nuestro lado emocional, pero la solución al problema de la contaminación, recuerda, debe basarse en datos objetivos. «El 80% del plástico que hay en el mar viene de tierra firme», explica Marco, quien asegura que el problema no es el uso de un determinado material, sino la gestión que se haga de él cuando termina su vida útil, que oscila entre menos de un año y más de 50.
España es uno de los países europeos que más recicla en el contenedor amarillo (45% de los envases), pero también el que más arroja a los vertederos, origen de la dispersión de la basura en el medio ambiente. Y para la industria, recuerda, un plástico en un vertedero es un derroche, ya que se podría transformar en materia prima o aprovechar por su valor calorífico, «similar al del gas natural y el doble que el carbón».
«Estamos cansados de leer que el plástico mata», reconoce Carmen del Amo, portavoz de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico. El sobreenvasado, afirma, no es un problema de los fabricantes de plástico, sino más bien de las grandes distribuidoras de alimentación. «Si el consumidor compara el precio de una naranja a granel y el de una naranja pelada y envasada, verá cuánto está pagando por el envase y a quién». Por eso llama al consumo responsable. «El material no tiene la culpa. El residuo no tiene la culpa. El problema es el residuo abandonado en la naturaleza», afirma.
Los envases, defiende, ayudan a conservar los alimentos frescos más tiempo y evitan el desperdicio. El 'packaging' de piezas de fruta individual o preparada responde a nuevas demandas de los consumidores, que son familias más pequeñas, con poco tiempo para comer o con dificultades para pelar o cortar los alimentos.
Para la ambientalista Isabel Vicente, promotora de la campaña Desnuda la Fruta, la industria intenta desviar la atención del problema del envasado redundante y del uso masivo de films, bandejas y cajas de plástico de un solo uso que podrían sustituirse por productos reutilizables, por ejemplo, bolsas de tela. «La reducción es una alternativa más sostenible que el reciclaje», advierte.
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