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ANTONIO CORBILLÓN
Miércoles, 24 de enero 2018, 07:26
Aún quedan unos cuantos testigos vivos del incidente más vergonzoso de la historia militar de Estados Unidos, del que ayer se cumplieron 50 años. Fue además cuando más cerca estuvo la gran potencia militar de usar armas nucleares después de Nagasaki, según se supo después ... en el material oficial desclasificado del Pentágono. Lo más parecido a la reedición de la 'crisis de los misiles' con Cuba de 1962.
Aquel 23 de enero de 1968 comenzó una pesadilla para los 83 tripulantes del 'Pueblo', casi un desecho de la Marina reconvertido en barco espía de las actividades de Corea del Norte. Después de salir del puerto japonés de Sasebo el 11 de enero, el viejo carguero se dedicaba a interceptar las comunicaciones de la Corea comunista, entregada ya a la dinastía naciente de Kim Il-sung que hoy continúa su hijo, Kim Jong-un.
La tripulación, que lideraba el comandante Lloyd Bucher, tenía especial cuidado en no cruzar la línea de las 12 millas náuticas bajo soberanía de los coreanos. El 22 de enero, un par de pesqueros del país comunista avistaron el 'Pueblo'. Lo que parecía una simple anécdota dio paso a un grave conflicto. Unas horas después, cuando a bordo del buque americano se disponían a cenar, aparecieron varios torpederos apoyados por aviones Mig rusos. Los intentos de Bucher de zafarse fueron abortados con cañonazos que derribaron sus antenas.
Apenas les dio tiempo a concluir la frenética quema de los papeles clasificados y destruir a martillazos los equipos de transmisión. Antes de rendir el barco, Bucher envió un cable a la base nipona de Kamiseya: «Se me ha pedido que ponga rumbo a Wonsan (en la costa norcoreana), tengo tres heridos y un hombre con una pierna arrancada. No he usado ningún arma».
Después se descubrió que tampoco Estados Unidos había previsto ninguna cobertura del barco, abandonado a su suerte antes incluso de zarpar. El portaaviones 'USS Enterprise' estaba a una hora, pero no recibió orden alguna. De esta forma, la toma del 'Pueblo' se convirtió en el primer secuestro de un buque de la Armada norteamericana desde la Guerra Civil, 153 años antes.
El 23 de enero comenzaban para aquellos hombres, atados y con los ojos vendados, 335 días de zozobra y pánico que no alivió la incompetencia colectiva de sus jefes.
«Esto es todo. Nos llevan hasta aquí para matarnos», pensó el soldado Stu Russell en uno de los traslados. Él y sus compañeros vivieron esta sensación muchas veces durante los once meses de cautiverio, mientras el Gobierno de Lyndon B. Johnson se negaba a pedir disculpas para negociar su liberación.
Sufrieron palizas, les obligaron a permanecer hasta la extenuación en posiciones inverosímiles (de cuclillas, con una silla en la cabeza, era una de las preferidas por sus carceleros), siempre bajo la luz artificial, privados de sueño, entre ratas y chinches... En una ocasión sacaron al suboficial McClarren de su habitación para interrogarlo. Sólo podía arrastrarse, pero le hicieron subir a una silla. El oficial norcoreano sacó una pistola y la puso en la sien de McClarren. Apretó el gatillo. Simplemente hizo clic. El soldado se desmayó. Esta tortura se repitió muchas veces más con el resto.
Tras desechar doce planes de intervención militar, Washington claudicó y firmó una vergonzosa admisión de responsabilidades. La víspera de la Navidad de 1968, los 82 militares supervivientes del 'Pueblo', llevando el cadáver de su compañero Duane Hodges, caminaron en fila india hacia la zona desmilitarizada de Panmunjom, en el paralelo 38.
El próximo domingo se cumplirán 14 años de la muerte en su casa de California de Lloyd Bucher. Al igual que el resto, volvió destruido, con la mente derrotada por el maltrato. Ninguno recibió compensación alguna por haber sido abandonados a su suerte.
Estados Unidos barajó lanzar bombas de 70 kilotones, tres veces más potentes que en Nagasaki. Medio siglo después, la prensa americana recuerda en estos días de crisis con la Corea de Kim Jong-un que lo que evitó la guerra en 1968 fue lo que debería evitar el conflicto hoy: «Sentarse y hablar». El 'Pueblo' sigue varado en el río Botong, en Pyongyang, para que ninguno de los dos lo olvide.
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