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Llegó a la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en medio de una polémica y posiblemente vaya a marcharse envuelta en otra. La bióloga María Blasco Marhuenda (Verdegas, Alicante, 1965) es una enamorada del arte. «Entre la ciencia y el arte no hay ... murallas», dijo la investigadora en 2021, cuando el mundo creía superar la crisis del covid y ella presidía la apertura de una exposición del artista Daniel Cogar, con pantalllas LED que pretendían recrear el comportamiento celular. «Artistas y científicos –argumentó en aquella ocasión– necesitan una mentalidad creativa para investigar y profundizar en el conocimiento». Por lo visto, ese afán por lo creativo se le habría ido de la mano. El centro ha gastado más de un millón de euros en la compra de obras de arte y viajes para exposiciones en Chicago, Oslo y Nueva York, entre otras ciudades del mundo. Su comité de empresa cree que es un gasto excesivo para una institución que lamenta un día sí y otro también la limitada inversión que España dedica a la ciencia. La máxima responsable del primer centro de investigación del cáncer en España ya ha culpado al Gobierno de la falta de recursos y ha puesto su cargo a disposición de la ministra de Ciencia, Diana Morant.
En los años noventa, Blasco se convirtió primero en el emblema de los cerebros locales forzados a salir de España para investigar, y luego en el de los que el Gobierno de Aznar intentaba recuperar del exilio. Había obtenido su doctorado en Bioquímica y Biología Molecular en 1993 en el centro Severo Ochoa, de la mano de la propia Margarita Salas. Con ella, aquel mismo año voló al laboratorio Cold Spring Harbor de Nueva York en calidad de becaria postdoctoral. Como misión se marcó los telómeros, que son los extremos de los cromosomas; y logró identificar el gen esencial de la telomerasa, la enzima de las células que las ayuda a mantenerse vivas.
Estaba obsesionada con el cáncer, entendido como una de las enfermedades claves en el proceso natural al que, desde un principio, decidió dedicarse en cuerpo y alma, el del envejecimiento celular. «El mayor factor de riesgo para desarrollar un cáncer es cumplir años», defendía. «Más, incluso, que fumar. Dado el creciente envejecimiento de la población española, el gasto sanitario para luchar contra las enfermedades oncológicas deberá crecer necesariamente. El sistema de Salud debe prepararse».
El fundador y primer director del CNIO, Mariano Barbacid, la rescató para España, a donde regresó en 1997 como directora del programa de Oncología Molecular y jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa, su tema. Para entonces, la alicantina se había hecho un nombre al frente de investigaciones recogidas en publicaciones científicas del nivel de 'Science'. Su nombre ha aparecido hasta el momento al frente de más de 260 artículos, publicados en las revistas de mayor nivel, 'Cell0, 'Nature', 'Nature Genetics', Nature Cell Biology'...
Ocho años más tarde de su vuelta al país, en 2005, era nombrada vicedirectora de Investigación Básica. La crisis del CNIO de 2011 la encontró en el lugar adecuado para su meteórica carrera. Barbacid dijo en 2011 que abandonaba el cargo por motivos personales. Se le acusó públicamente de ser un gran científico, pero peor gestor; y se habló de que María Blasco había gestado y liderado una conspiración interna contra su principal valedor. Lo cierto es que los fondos no llegaban.
La ministra de Innovación y Ciencia Cristina Garmendia la confirmó como sucesora de Barbacid y aclaró, por si había alguna duda, que su nombre había sido designado «por unanimidad entre los miembros del patronato» de la institución. En su primera intervención como directora del CNIO, Blasco quiso «dejar atrás» toda polémica y confirmó lo que ya se sabía: Barbacid seguiría en el centro al frente de su propio laboratorio.
En su trayectoria, destaca también su defensa a favor de un mayor papel protagonista de la mujer en la investigación española. «Que algunas lleguemos a puestos decisivos no quiere decir que haya igualdad todavía», defiende. «Es importante que lleguemos porque desde arriba puedes cambiar más fácilmente las cosas que desde abajo», proclama. Fue la primera mujer en alzarse en 2003 con el premio Josef Steiner, dotado con un millón de francos suizos (poco más en euros) destinados a la investigación del cáncer.
Ostenta, entre otros, premios el 'Swiss Bridge 2000' de investigación en cáncer, el de Ciencia Europea de la fundación Köber y el Nacional Santiago Ramón y Cajal de 2010. Diversas agrupaciones también han reconocido su labor a favor de los derechos de la mujer, entre ellas la asociación Mujer Siglo XXI de Bilbao, que le concedió en 2023 su máxima distinción, el 'Alfiler de Oro'. Está casada con el también científico Manuel Serrano Marugán, del Instituto de Investigación Biomédica (IRB) de Barcelona, con el que tiene un hijo. Ahora, la bióloga espera la resolución de la crisis. La deuda del CNIO supera hoy los cuatro millones de euros.
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