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Todavía no sabía (o por lo menos, no públicamente) que iba a ser ministra de Sanidad, pero en su discurso de investidura, el presidente del ... Gobierno, Pedro Sánchez, ya le estaba poniendo deberes a Mónica García. Y no sencillos: reducir las listas de espera, fortalecer la atención primaria y mejorar los servicios de salud mental. Ningún ministro tiene en la mochila una lista de tareas como García, que cuenta con un aval y muchos problemas. Lo primero, su formación como sanitaria (médica anestesista), que ha hecho que el sector la reciba con esperanza. Entre lo segundo, la necesidad de contar con las comunidades autónomas, once de ellas gobernadas por el PP, que no se lo pondrán fácil.
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«Es inadmisible que un ciudadano tenga que esperar más de tres meses para tener una primera consulta con un médico especialista. O 200 días para operarse de una hernia que le impide levantarse de la cama». Estas palabras del presidente del Gobierno durante la investidura sirvieron para bajar al suelo el debate y recordar que los españoles tienen otros problemas, además de la amnistía. Según el último informe del Ministerio de Sanidad, publicado hace apenas una semana, 819.964 personas están en lista de espera para una intervención quirúrgica, un nuevo récord en la historia del sistema sanitario español. Y de media, cada paciente debe aguardar 112 días, aunque en especialidades como la cirugía plástica la espera se eleva hasta los 250.
«El número de pacientes en espera estructural ha ido creciendo a lo largo del tiempo», resume Sergi Jiménez, catedrático de la Universitat Pompeu Fabra e investigador de Fedea. «En 2022 se registró un aumento del 12% respecto a 2021 que sin embargo, no se ha traducido en un incremento medio de los tiempos de espera. Lo que observamos es un cierto estancamiento desde 2018», señala este experto, coautor del Cuarto Informe Observatorio de Sanidad de Fedea. A su juicio, sí «es posible» reducir las listas de espera, y propone algunas soluciones: «Racionalizar los recursos, traspasarlos de servicios con excedentes relativos a servicios claramente insuficientes; invertir en equipos más eficientes o aumentar la fuerza laboral involucrada».
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La covid-19 hirió gravemente la atención primaria, durante mucho tiempo, la joya de la corona del sistema de salud, y a Mónica García le tocará comprobar si esas heridas son mortales o tienen cura. La pandemia supuso un aumento del 24% en la carga de trabajo de los profesionales de primaria, según los informes del Ministerio, aunque los médicos denunciaron que llegaban a atender hasta a 60 pacientes al día y solo podían dedicar a cada uno de ellos cinco minutos. «La ministra tendrá poca capacidad de gestión, pero debe liderar un gran pacto entre Sanidad y las comunidades», reclama Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Un pacto que incluya las peticiones de unos profesionales agotados por el trabajo y por las promesas incumplidas: «Hay que acabar con las tareas burocráticas, que nos hacen perder mucho tiempo. Se debe también poner en igualdad la atención primaria con la hospitalaria porque en ocasiones, se nos hace ver que estamos por debajo. Y la primaria tiene que ser atractiva para los nuevos médicos y ofrecer plazas suficientes para el necesario relevo generacional», señala Armenteros, que realiza una última petición a García: «Por motivos políticos, podría estar sobre la mesa la posibilidad de romper el MIR en muchos reinos de taifas. Eso sería un enorme error porque el MIR equitativo e igualitario ha sido una de las razones del éxito de la sanidad española. Ojalá que esta ministra no sea recordada como la que dividió el MIR».
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Sánchez prometió que «no habrá un solo ciudadano que necesite ayuda psicológica y no pueda obtenerla», pero tal afirmación requeriría la contratación de miles de psicólogos y psiquiatras en un corto plazo de tiempo. Y de hecho, ni siquiera esta incorporación masiva parece el mejor escenario. «Se podría, pero no sería muy eficiente. Sería mucho mejor introducirlos de forma escalonada, buscando una organización eficaz en la expansión de este tipo de servicios», subraya Sergi Jiménez. Ahora España dispone de 12 psiquiatras por cada mil habitantes, casi a la cola de Europa, según los datos de Eurostat. Por el momento, la ministra de Sanidad se ha comprometido a crear un Comisionado de Salud Mental, un gesto simbólico para mostrar la importancia que el nuevo Ejecutivo quiere otorgar a esta área.
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Las necesidades sanitarias son infinitas y por tanto, los retos, inabarcables: la gratuidad de la salud bucodental en los niños, el aumento de las plazas de medicina, enfermería o psicología en las universidades, la insuficiencia de recursos (por debajo de la media de la UE) en todas las áreas, la estabilidad laboral de los profesionales, el estrés laboral de los sanitarios o la racionalización del gasto sanitario requieren una «atención inmediata», apunta Jiménez, que resume la tarea de García en una idea: «La pandemia ha dejado ciertas lecciones, como la necesidad de robustecer el sistema sanitario para que pueda dar respuesta a las posibles amenazas sanitarias que se planteen en el futuro».
Sanidad, probablemente más que cualquier otro ministerio, requiere de un gran trabajo en equipo. Las competencias están transferidas a las comunidades, que son las que deciden prioridades y gastos. Salvo en caso de emergencia sanitaria como la de la covid-19, a Mónica García le corresponderán, sobre todo, labores de coordinación, y ahí puede enfrentarse a serios problemas. Como líder de Más Madrid, la ministra fue el azote de Isabel Díaz Ayuso, y ahora, ya ministra, le tocará llegar a pactos con once consejeros de gobiernos del PP. El Consejo Interterritorial, un órgano clave que funcionó durante la pandemia, puede convertirse en un campo de batalla si el ministerio y las autonomías deciden ir al choque. De la colaboración, y no el enfrentamiento, puede depender el éxito de la gestión de García.
«Se está haciendo un trabajo conjunto con las comunidades autónomas y mi objetivo es poner el diálogo en el centro del Ministerio de Sanidad», afirmó García, conciliadora, en una de sus primeras intervenciones tras recibir la cartera ministerial. Pero estos buenos propósitos no serán fáciles de cumplir.
En la anterior legislatura, el Interterritorial fue un lugar de encuentro. Los que allí estuvieron recuerdan que en marzo y abril del 2020, cuando los recursos no eran suficientes y se notificaban cientos de muertos diarios, algunos consejeros no podían evitar las lágrimas, y unos a otros se daban consuelo. Con Salvador Illa como ministro, y pese a los evidentes problemas de gestión, primaba la voluntad de acuerdo. Pero hubo una excepción, la Comunidad de Madrid, que ponía trabas a las restricciones que Sanidad y el resto de las autonomías acordaban. Y precisamente fue en Madrid fue Mónica García agrandó su figura política en el combate con Ayuso, que abogaba por medidas más laxas. Ahora, con un PP mayoritario en el Interterritorial, García debe tender la mano a las comunidades.
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