

Secciones
Servicios
Destacamos
Inés Gallastegui
Lunes, 18 de diciembre 2023, 00:03
Una tarde de 2007, David N. April, un funcionario de Filadelfia (EE UU) de 42 años, recién divorciado y con la moral por los suelos, salió a trotar por su barrio, Fishtown. Empezó sin ganas, pero al acabar se sintió bien. Repitió. Una tarde le pidió a su amigo Eric que le acompañara y se sintió aún mejor. En una de esas, Eric le contó que un profesor español -Manuel Castillo de la Universidad de Granada-, había publicado una investigación sobre los efectos beneficiosos del agua, los minerales y las vitaminas de la cerveza tras el entrenamiento y decidieron contribuir al progreso de la ciencia rematando la carrera en un bar. Sudorosos y rebosantes de endorfinas probaron la hipótesis empíricamente y con enorme placer: después de correr, una caña es lo más.
Entusiasmado, David fundó el Fishtown Beer Runners Club, que pronto sumó a cientos de miembros. Se propuso metas cada vez más ambiciosas hasta culminar un maratón, y después otro y otro. Pero sobre todo inyectó al club un espíritu de comunidad: en las quedadas de los jueves en el portal de su casa, todo el mundo es aceptado.
Nadie mira las marcas personales de los demás. Algunos caminan, se mueven en silla de ruedas o van directos al bar sin sudar la camiseta. «No hacemos preguntas», es su lema. Por cada cerveza consumida apartan un dólar para actividades benéficas. Apoyan a los bares de Filadelfia en crisis y apuestan por el consumo responsable de cerveza local. Y nunca se saltan el brindis final: «¡Por el profesor!».
En 2009, David se puso en contacto con Castillo, el 'santo patrón' de los corredores cerveceros y éste le invitó a la lectura de la tesis doctoral que desarrollaba su estudio. Americanos y andaluces gastaron zapatillas por el Albaicín y tomaron unas cañas con vistas a la Alhambra.
Castillo está orgulloso de haber contribuido a poner las bases de un movimiento que combina salud y sociabilidad. Corriendo juntos, los 'beer runners' -ya son decenas de miles en ciudades de todo el mundo- vencen la pereza, conocen nuevas rutas y hacen amigos.
O encuentran el amor, como le pasó al propio fundador: en una quedada en Barcelona conoció a Carmen. Meses después se casaron y ella se mudó con sus hijos a Estados Unidos. «Esto no va de cerveza ni de correr. El sentido es establecer relaciones con gente y que eso nos haga crecer y ser mejores personas -explicaba David hace unos años-. Es estupendo que algo que yo empecé para superar una etapa dificil de mi vida esté ayudando a otros. Todos los corredores tienen una historia».
La de David no tiene un final feliz. Diagnosticado de cáncer hace varios años, el 10 de diciembre falleció en Gijón, a donde la familia se había trasladado en primavera. Solo vivió 58 años, pero deja un legado inmenso, del que dan testimonio en la red social sus amigos y colaboradores, tanto del club de running como de la ONG Legacy of Hope de su ciudad, que apoya la investigación y ayuda a pacientes oncológicos a afrontar el día a día.
El propio catedrático Castillo le dedica a su amigo un texto emocionado: «Tú, David, eres nuestro verdadero profesor». Los Beer Runners españoles lo han resumido aún más: «Gracias, David».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.