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Joseba Vázquez
Lunes, 3 de diciembre 2018, 10:45
Es un día cualquiera en el invierno de Yakutsk. Los niños aprenden en la escuela, miles de hombres trabajan en las minas de diamante de una región que produce la quinta parte del comercio mundial de este recurso, los vendedores atienden sus puestos en ... el mercado de agricultores, el aliento se congela junto a los labios... Es viernes y el termómetro marca -39 grados centígrados en la capital de la República de Sajá, en Siberia Oriental, a unos 450 kilómetros del Círculo Polar Ártico, una ciudad que pasa por ser la más fría del planeta. Sus casi 300.000 habitantes lo saben bien.
Dos pequeños pueblos también rusos, Oymyakon y Verkhoyansk, se consideran los asentamientos humanos más fríos, pero ninguna ciudad lo es tanto como Yakutsk. Allí, los edificios se calientan con el calor que les llega de las centrales térmicas distribuidas en cada barrio. La situación es tal que los peces y carnes que se venden en las calles se muestran tiesos como tablones. Cabe desear que no les ocurra lo mismo al propietario del puesto y al pajarillo que le acompaña en la foto, ambos plantados sobre el hielo y delante de una noria que, al fondo, presenta todas sus cabinas vacías. Cuesta imaginarla repleta de personas ociosas, aunque un día cualquiera en el invierno de Yakutsk puede ofrecer las imágenes más insólitas al visor del mundo.
Yakutsk albergará el Centro Mundial del Mamut, donde se llevará a cabo la clonación de este espécimen extinto en la última glaciación. Científicos coreanos trabajan con un grupo de investigadores de la Universidad Federal del Noreste, donde se encuentra el mayor número de huesos de mamut del mundo. Un museo y un monumento ya están dedicados hace años a este mamífero en la capital de Sajá. El esqueleto incompleto de un ejemplar con tejidos blandos y pelo conservados fue hallado en la región en agosto.
El año 1926 se registró la temperatura más baja de la que se tiene conocimiento en Yakutsk: -71,2 grados. La media invernal oscila entre los 30 y 40 bajo cero, aunque no es extraño alcanzar -50. Solo de mayo a septiembre el termómetro supera los cero grados y algún verano regala días de hasta 20. La piel de reno y los sombreros de zorro ártico abrigan a los vecinos. Los vehículos llevan doble cristal y cuentan con un sistema que los mantiene encendidos 24 horas.
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