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La Escuela de Enfermeras fue fundada en 1929 en el seno de la Casa de Salud de Valdecilla, por los Marqueses de Valdecilla y Pelayo, con el objetivo de garantizar al nuevo hospital el suministro de profesionales bien formados y competentes respecto a los cuidados ... del enfermo. «En ese momento no iba a encontrar en España el modelo de enfermera que buscaba y admiraba y que había conocido en hospitales extranjeros, en los que la carrera de enfermería había adquirido ya un gran desarrollo», explicó en aquellos años Wenceslao López Albo, el primer director de la Casa de Salud.
Las integrantes de la 41ª promoción de enfermeras de esta escuela, que ingresaron entre los años 1969-1972, se reunieron este viernes para celebrar el 50 aniversario de su paso por la institución. Muchas viven en otras ciudades y llevaban años sin verse, por lo que el encuentro, que tuvo lugar en el claustro de la Catedral de Santander, les sirvió para recordar anécdotas de esa etapa de juventud en la que estuvieron internas.
«Entrábamos niñas y salíamos mujeres. Esto era algo que nos repetían las Hermanas de La Caridad y era completamente cierto. Llegamos internas con 17 años sin saber casi de nada y nos tocaba asumir mucha responsabilidad y vivir situaciones en el hospital difíciles y muy duras. Aprendíamos sobre la marcha, bajo la supervisión de alumnas de segundo y tercer año», explicó Maribel Echaure, que ha ejercido su profesión de enfermera en el Hospital de Valdecilla durante toda su carrera y, en los últimos años, en quirófano .
Junto a ella se encontraba otra enfermera -habían compartido habitación esos años-, Toni Rábago. Rememoró momentos de «disciplina férrea» vividos en la escuela en aquellos años. «No nos dejaban usar pantalones, así que nos los poníamos a escondidas de las monjas. Era un régimen muy estricto».
La Escuela de Enfermeras de la Casa de Salud de Valdecilla es la quinta escuela más antigua de España y, de todas, solo dos permanecen funcionando hoy en día. En la reunión de este viernes, preguntadas por El Diario Montañés, analizaron cuál ha sido la evolución que ha experimentado su profesión a lo largo de este medio siglo. «En la Casa de Salud de Valdecilla nos inculcaron que el paciente era lo primero y su bienestar, los más importante de nuestra labor», subrayó Isabel Méndez, y lo ilustró con una anécdota: «Recuerdo una ocasión en la que atendía a un paciente con tifus. El difícil momento se reflejaba en mi cara y una de las religiosas que supervisaba todo nos dijo: 'Cuidadle como os gustaría que os lo hicieran a vosotras'».
Esta formación dio lugar a generaciones de enfermeras con un marcado perfil humano y empático con los pacientes, valores que se han ido sustituyendo por otros «más prácticos y técnicos, pero menos cercanos», opinaron algunas de las compañeras de promoción. En palabras de Echaure, «siempre se lo decía a las enfermeras que entraban nuevas a quirófano. En cuanto llegaba el paciente corrían a comprobar su historia clínica, y yo les repetía que lo primero y más importante es atender al paciente, que tiene miedo; tranquilizarle, acompañarle y tomarle la mano mientras se queda dormido con la anestesia y tratarle con mucho respeto».
El compañerismo y el esfuerzo fueron otros de los valores constantes en su educación de aquellos años, según recuerdan. «Salíamos de la escuela fortalecidas y preparadas para cualquier contratiempo, por estresante que pudiera resultar, tanto en la vida personal como en nuestro trabajo en el hospital. Vivíamos momentos en los pabellones de mucha responsabilidad».
La celebración del 50 aniversario de esta promoción de la Escuela de Enfermeras se conmemoró este viernes con una misa en la Catedral de Santander oficiada por el obispo Manuel Sánchez Monge. En ella participó la mitad de aquella promoción que ingresó en 1969 hasta 1972 e integraron 80 alumnas.
A continuación, se celebró una comida en el hotel Bahía, donde las anécdotas de sus años de estudio se prolongaron. Recordaron a varios profesores, entre ellos, «la simpatía» del anestesista doctor Malo y también se mencionó lo difícil que era la asignatura de Patología, «con un libro muy extenso», que impartía el doctor Lamelas. También recordaron los castigos tan exagerados por faltas insignificantes como «quedarme dormida sobre el libro mientras estudiaba».
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