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ANTONIO PANIAGUA
Martes, 26 de junio 2018, 07:23
O mucho cambian las cosas, y pintan bastante mal, o este verano el tráfico aéreo puede convertirse en un caos. Vuelos cancelados, retrasos y pasajeros en tierra es la estampa que se avecina en los aeropuertos de toda Europa. Las huelgas convocadas en Francia ... contra las políticas del presidente Emmanuel Macron y sus afanes de congelar los salarios y suprimir puestos de trabajo en la Administración están arruinando los planes de las compañías aéreas. Los controladores se han sumado a las movilizaciones y desatado la anarquía en los cielos. Si añadimos la escasez de este tipo de trabajadores en Reino Unido, Alemania y España, el resultado es una factura desoladora. Los pasajeros damnificados a causa de los paros superan los 780.000, según estimaciones del grupo IAG y Ryanair. Denuncian que paros en las torres de control llevados a cabo en los últimos siete años suponen una sangría 13.400 millones de euros.
Ya a determinadas horas, los cielos europeos están congestionados. La liberalización del sector, la proliferación de las aerolíneas de bajo coste y el incremento de las rutas, que en la UE se han cuadriplicado, han supuesto un crecimiento exponencial del volumen de tráfico aéreo. Junto a ello, se han abreviado los tiempos de espera y la duración de las escalas, de modo que más aviones están disponibles para la navegación. Este desarrollo, sin embargo, no ha ido parejo con una mejor dotación de la plantilla de controladores. En España, por ejemplo, permanece estancada desde hace diez años.
Medio mundo viaja en avión. El año pasado lo hicieron 4.100 millones de pasajeros, lo que supuso un incremento del 7,1% con respecto al ejercicio anterior. En Europa, mil millones de viajeros se ajustaron el cinturón de seguridad y las previsiones indican que el continuo aumento de usuarios no ha tocado techo. Con todo, se anuncian inminentes nubarrones. La conflictividad laboral de los controladores franceses, que en mayo ha alarmado a las compañías, tiene todos los visos de recruderse en el estío.
Willie Walsh | IAG
Gran parte de los problemas que están sufriendo los pasajeros continentales tiene su origen en un punto muy concreto: el centro de control de Marsella. Allí se produce el estrangulamiento del tránsito hacia el Mediterráneo y Europa central, porque lo que ocurre en el espacio aéreo de un país desencadena repercusiones en los demás. Como dicen las patronales del sector, Ala y Aceta, «los paros no saben de fronteras». No es necesario que un avión tenga que aterrizar en Francia para verse afectado. Basta que sobrevuele su espacio para que sea suspendido si las autoridades galas deciden proteger sus rutas propias.
Antonio Pimentel | Aceta
España sufre en carne propia las alteraciones que acontecen al otro lado de los Pirineos. «Un avión que hace el trayecto Madrid-Sevilla y con anterioridad se ha desplazado desde Berlín a Madrid arrastrará casi con toda seguridad un retraso», explica Susana Romero, portavoz de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (Usca). Hasta los vuelos que acaban en América o África son gestionados en algún momento por el control aéreo galo.
Cancelaciones y demoras. Airlines for Europe (A4E), la mayor asociación de aerolíneas del continente, asegura que las huelgas de los controladores han afectado a más de 780.000 pasajeros. A finales de verano, el número de damnificados puede rondar los dos millones. El conflicto ha obligado a cancelar este año unos 5.000 vuelos. Según Eurocontrol, 39.000 trayectos han sufrido demoras por los paros de controladores durante el mes de mayo.
300% es lo que han aumentado las huelgas de controladores en Francia con respecto a 2017. Durante los últimos siete años, las protestas del personal que trabaja en las torres de control han supuesto un quebranto de 13.400 millones de euros a los países de la Unión Europea. Las compañías proponen que se divida el espacio aéreo francés en dos, de manera que parte de los vuelos puedan ser gestionados por otros proveedores. Las empresas también piden que Reino Unido y Alemania adopten medidas, ya que adolecen de un déficit de este tipo de trabajadores. Con un espacio aéreo de 390.000 kilómetros cuadrados, Alemania dispone de 1.894 controladores. Los británicos cuentan con 1.338 para gestionar un cielo de 880.000 kilómetros cuadrados.
5,8%. de los vuelos que se efectuaron en España en mayo sufrieron un retraso en ruta de al menos 15 minutos. El pasado mes de mayo se llegaron a acumular 100.635 minutos de demora al día, un 176,5% más que hace un año.
Papel de Macron. Las compañías censuran la supuesta pasividad de Emmanuel Macron ante los controladores de Marsella, que en lo que va de año han ido a la huelga en diez fines de semana. Desde 2005 se han producido unas 357 protestas de controladores en la UE, de las cuales 254 han tenido lugar en Francia, según datos de la Comisión Europea citados por las aerolíneas. El problema tiene una notable incidencia en España. Los paros perjudican especialmente a las aerolíneas que operan desde Barcelona, como Vueling.
Las replicas de las turbulencias que partían de Marsella han generado una onda expansiva devastadora. Solo en mayo, más de 117.000 vuelos sufrieron retrasos en todo el continente. De ellos, más de 71.000, alrededor de un 61%, se demoraron a causa de la falta de personal y las protestas laborales. El clima adverso también se confabuló para que se agravara el desbarajuste. Al mal tiempo se atribuye que el 39% de los vuelos (unos 45.000) no llegara a tiempo a la pista de aterrizaje. Sin embargo, Ryanair no acaba de creerse que la destemplanza sea la causante de todos los males y considera «curioso» que la mayoría de los retrasos se registraran en viernes y sábado. Con ello, la compañía irlandesa sugiere que los proveedores de control aéreo se escudan en las inclemencias meteorológicas para ocultar graves carencias de personal. «Estamos cerca de un colapso total; se están cancelando cientos de vuelos diarios por el simple hecho de no contar con el personal suficiente para cubrirlos. La situación es particularmente alarmante durante los fines de semana», ha dicho Michael O'Leary, consejero delegado de Ryanair.
Michael O'Leary | Ryanair
También al primer ejecutivo de IAG, Willie Walsh, se le ha acabado la paciencia. El representante del conglomerado que agrupa a British Airways, Iberia, Vueling y Aer Lingus ha advertido de la «destrucción» del tráfico en toda Europa, lo que está redundando inevitablemente en un quebranto en su cuenta de resultados.
De este perjuicio se resienten igualmente las aerolíneas con sede en España. La irradiación del problema ha tenido efectos demoledores en los aeropuertos de El Prat y Baleares, especialmente en el de Palma de Mallorca. El presidente de la Asociación de Compañías Españolas de Transporte Aéreos (Aceta), Antonio Pimentel, subraya que, en apenas un año, «los retrasos en la gestión del tráfico aéreo en ruta se han incrementado en un 283%». Si en abril se llegaron a acumular cerca de 45.000 minutos al día de demoras de promedio, esa cifra se disparó en mayo a los 100.635.
Susana Romero | Controladores (USCA)
Cuando se recurre a rutas alternativas para sortear la amenaza de huelga, se incrementan las distancias y el consumo de combustible. Y es que la impuntualidad, que antes era un factor marginal en el negocio, supone importantes costes a las empresas, obligadas cada vez más a indemnizar al cliente por los retrasos. Así que el panorama no se presenta muy halagüeño en el solar nacional. Los controladores de Barcelona han aplazado la convocatoria de la huelga que tenían previsto celebrar de forma inminente ante la formación del nuevo Gobierno del PSOE, al que le dan tiempo y un margen de confianza «de una o dos semanas». Los supervisores amenazan con realizar paros los miércoles en algunas franjas horarias y los domingos durante todo el día. Dicen estar cansados de las jornadas extenuantes y la escasez de personal.
El anuncio no ha calmado a la industria. Las asociaciones de aerolíneas dicen que respetan el derecho a la huelga, aunque se quejan de que su ejercicio erosione la libre circulación de personas. «Las huelgas de un sector tan estratégico como es el del control aéreo no sólo lastran a las compañías aéreas y generan un grave perjuicio a los clientes, sino que también afectan muy negativamente a la imagen y actividad turística de España, principal fuente de riqueza de nuestro país», arguyen las patronales.
El sindicato Usca viene denunciando que el tráfico aéreo crece de manera constante mientras las plantillas no se ven reforzadas. El número de controladores adscritos al sector público y que se comunican directamente con los pilotos suman 1.700 trabajadores, una cifra que considera a todas luces insuficiente. «Se necesitan otros 500 más», plantea Susana Romero. Aparte de pocos, ya tienen una edad. «La media en España es de 50 años, lo cual es una barbaridad. En Alemania, a partir de los 55 dejan de trabajar con la tripulación de los aviones», denuncia la sindicalista.
IG y Ryanair se declaran hartas del desgobierno. Quieren que Macron meta en cintura a los controladores de Marsella o que, en su defecto, la Comisión Europea tome cartas en el asunto. No descartan en este sentido la adopción de acciones legales y acudir al Ejecutivo comunitario para que deje de mirar para otro lado de una vez. «Pedimos a la Comisión que actúe. Tiene que hacer algo porque se está violando una de las libertades fundamentales de la UE. Se ha visto que en el 'Brexit' defendía las libertades y ahora debe volver a hacerlo», alega Walsh. Las empresas endosan la culpa a Macron y a sus predecesores por su «dejadez». «El Gobierno francés no está haciendo nada a pesar de que 254 de las 357 huelgas de controladores entre 2005 y 2017 han tenido lugar en Francia», argumenta.
El sueño de los operadores es implantar el 'cielo único europeo', una iniciativa de la UE que persigue acabar con la fragmentación actual. De este modo, si se paralizara el tráfico por una huelga en un país, las operaciones se podrían gestionar desde otro. Pero los estados son reacios a ceder soberanía y asumir regulaciones foráneas. La erupción del volcán Eyjafjalla hace ocho años aceleró los trabajos para integrar los sistemas de control aéreo, pero el impulso duró poco.
En Marsella se localiza uno de los centros neurálgicos para el control del tráfico aéreo en Europa. La peor parte del conflicto se lo está llevando España. Así lo confirma el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, que sostiene que los paros tienen más repercusión en España que en Francia. No en balde, los vuelos que aterrizan o despegan de El Prat son los más damnificados. Por ejemplo, el 50% de las operaciones de Vueling han sufrido los efectos de la protesta gala. Eurocontrol señala que, durante el mes de abril, el aeropuerto barcelonés estuvo a la cabeza de la clasificación de las terminales europeas en cuanto a retrasos. Los vuelos con destino o que salen de Baleares también sufren sobremanera las perturbaciones.
Para una economía como la española, en la que este sector supone el 11,6% del PIB, las consecuencias son temibles. La Comisión Europea aduce que tiene las manos atadas. «La CE no está cuestionando el derecho a huelga; es un derecho fundamental y, por lo tanto, no tomaremos ninguna medida para regularlo ni para limitarlo», asegura el Ejecutivo comunitario. La UE propone medidas no vinculantes y tendentes a mejorar el diálogo social, además de mejorar el sistema de notificación en caso de paros.
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