Viaje a terreno Unicef
María García guinea
Miércoles, 17 de octubre 2018, 07:49
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María García guinea
Miércoles, 17 de octubre 2018, 07:49
Acabo de llegar de uno de los viajes más increíbles que he realizado y probablemente realizaré en el futuro. He tenido la suerte de conocer en persona los proyectos que Unicef lleva a cabo en Ecuador. Pertenezco desde hace tres año a la Junta del ... Comité Unicef Cantabria, de la mano de su presidenta mi gran amiga y mentora Esperanza Botella. Desde entonces he podido conocer y formar parte de Unicef, visibilizando y representando en Cantabria a esta gran organización que defiende los derechos de la infancia a lo largo del planeta.
La propuesta de este viaje llegó a mitad de verano, cargada de expectación, algún que otro miedo y sobre todo ilusión. El propósito de esta experiencia era ser observadora en terreno de la labor llevada a cabo en Ecuador por Unicef. No lo dudé ni un momento, era una privilegiada y tenía que sacar partido al máximo de esta experiencia.
Un viaje largo, de más de 12 horas con destino Quito y una semana intensa en cuanto a vivencias y sentimientos. Allí nos recibieron los representantes y responsables de área de Unicef Ecuador, los que nos hicieron una breve introducción de la situación socio económica del país y los focos de actuación de Unicef.
El primer proyecto que vistamos fue en el pueblo Kayambi, donde conocimos como el trabajo conjunto de Unicef, (con apoyo técnico y económico), y la comunidad indígena han desarrollado un modelo de educación infantil global, incluyendo nutrición, derechos en igualdad y organización comunitaria, en los que los niños y niñas toman la palabra y se empoderan para defender y mantener viva su cultura.
La siguiente visita fue al hospital San Luis de Otavalo, en el que conocimos la iniciativa 'establecimientos amigos de la madre y el niño', promovida por el Ministerio de Salud Pública de Ecuador y el apoyo y acompañamiento de Unicef para mejorar la calidad en la atención y cuidado de las mujeres embarazadas y sus bebés, y reducir drásticamente la mortalidad materno neonatal. Lo más llamativo de esta experiencia para mi, ha sido constatar la buena convivencia de los conocimientos de la medicina actual con las tradiciones indígenas, respetando cada una su espacio y primando la salud de la mamá y el bebé.
Otro día conocimos el Centro Intercultural para la salud y nutrición en Aypuya, región de Angochagua, donde se busca fortalecer las capacidades de las familias, reduciendo la desnutrición crónica infantil y asegurando el adecuado cuidado integral de los niños, niñas y mujeres embarazadas. En este centro fuimos participes de talleres en los que abordamos junto con las mujeres de Aypuya, temas como la nutrición y la violencia de género.
Y el último destino de nuestro viaje fue el puesto fronterizo de Rumichaca, donde se encuentra el puente que une Colombia con Ecuador, y el foco de entrada de mayor número de migrantes venezolanos. Hace tres meses se declaró situación de emergencia, llegándose a registrar oficialmente más de 2.000 personas al día entrando en Ecuador, con los consecuentes casos de vulneración de los derechos de los niños.
La gran labor que realiza Unicef en este lugar, junto con otras agencias de naciones unidas y ONG, como Acnur, OIM, HIAS, Adras, consiste en recibir a estas personas y ofrecerles protección y orientación. Unicef ha instalado tres carpas que sirven como lugares temporales de descanso para niños y niñas que viajan solos, así como para familias, entregándoles alimentos, kit de higiene, mantas. Además, está trabajando conjuntamente con la Junta de Gobierno local n los temas de potabilización de agua y saneamiento, con la entrega de filtros para reducir los importantes casos de infecciones.
Precisamente, uno de los días tuvimos la oportunidad de escuchar los testimonios de varias familias que exhaustos nos relataron como han dejado una vida en Venezuela porque literalmente se morían de hambre. Este encuentro que mantuvimos estuvo cargado de sentimientos y fue inevitable emocionarme al escuchar a una de las mujeres cuando nos relataba, sin poder contener el llanto, que precisamente ese día era el primer cumpleaños de su hijo, al que había tenido que dejar en Venezuela al cuidado de sus abuelos. Ella viajaba sola con el objetivo de encontrar un trabajo y poder reencontrase con su pequeño.
Hemos sido testigos de desgarradoras historias de vida, ha sido inevitable que las emociones surgieran y compartir su dolor. Y a pesar de este sufrimiento, hemos sentido que agradecían ser escuchados.
Y ahí está Unicef, que con su trabajo hace posible que todas estas personas reciban protección y apoyo directo, así como el trabajo en las políticas de acompañamiento al Estado para favorecer los derechos de los niños niñas y adolescentes de Ecuador.
Me está costando trabajo encajar en mi cabeza toda esta experiencia tan increíble; he escuchado, he aprendido, he llorado y una vez repensado tengo la responsabilidad de trasmitirlo. Además, quiero agradecer a Unicef por permitirme ser testigo en terreno de su labor y hacer posible una ayuda real, efectiva, de acompañamiento y velar por los derechos de los niños.
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