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Nieves Bolado
Martes, 24 de mayo 2016, 07:09
Cuando el rey Juan Carlos se alojaba en el Alcázar sevillano, enviaba a un ordenanza al Arco a comprar churros para el desayuno a la calentería de la familia Goyguro. Después de más de cien años vendiendo los que dicen que eran hasta el pasado domingo los mejores churros de España «calentitos, no churros, que así decimos en Sevilla», precisa su última propietaria, este establecimiento, «que nunca tuvo nombre comercial», cerró el domingo pasado las puertas tras seis generaciones de la misma familia friendo churros.
Y lo hizo a lo grande, con un colapso total en la calle Arfe, con políticos, escritores, ciudadanos, y hasta la banda de música y pasacalles del Ayuntamiento, homenajeando a Ángela Martínez Goyguro, que dice sentirse «tan sevillana como torrelaveguense y taniega», y que ha puesto el cerrojo a siglo y medio sevillano y a 48 años de vida personal detrás del mostrador de la pequeña churrería familiar. «Sevillanos, al cincuenta por ciento, y de La Montaña, el resto. En Torrelavega tenemos primos y mucha familia», precisa con un inconfundible acento andaluz la nieta del fundador de la calentería sevillana. En su despedida de la capital hispalense, Ángela, no ha dejado de insistir a todos los periodistas que han recogido el fin de la calentería Arco para algunos de los principales periódicos de España que ellos proceden «de Torrelavega».
«Qué alegría que el periódico de nuestra tierra de origen hable de nosotros. ¡Cómo le habría gustado a mi abuelo! Rogelio, el de La Flor de Toranzo, me trae El Diario Montañés todos los días y lo primero que miro es lo que escriben ustedes de Torrelavega». Y es que el taniego Santos Goyguro nació hace siglo y medio en Tanos. Su madre murió en el parto, quedando el pequeño al cuidado de su padre que le dio madrastra. Hasta los diez años, porque fue entonces cuando se hizo jándalo. Unos tíos que tenían el bar El Príncipe en Sevilla, «a donde habían llegado también desde Torrelavega» se lo llevaron con ellos.
Santos Goyguro se casó con la sevillana Avelina, con quien inició el negocio de calentitos, primero, con un puesto ambulante, y en 1929, con la Exposición Iberoamericana de Sevilla, ya instalados en el local del Arco comenzando una estirpe que se cerró el pasado domingo por todo lo alto. Y no solo reyes, príncipes y artistas hicieron parada obligada y elogio de la churrería del cántabro. Hasta tal punto tuvo prestigio esta familia montañesa que a una de las siete hijas del taniego, a Juana, en 1997, el Gobierno le concedió la Medalla de Plata al Mérito en el Trabajo por su dedicación y esfuerzo en conservar las tradiciones sevillanas, y a su sobrina Ángela nieta del fundador el Ayuntamiento la impuso le medalla de Sevilla en 2014.
Ángela Martínez Goyguro prefiere hablar de La Montaña que «era como mi abuelo se refería a su tierra a la que nunca olvidó. Pero entonces ir de Sevilla a Torrelavega era una aventura. Yo iré ahora que estoy jubilada».
Artistas, aristócratas, toreros, gitanos, cantaores, escritores de prosapia, turistas... Casi nadie ha pasado por Sevilla sin probar los calentitos de esta familia con raigambre torrelaveguense. «Era un hombre de bien, muy serio y cabal como buen montañés, una buena persona, pero que cuando se enfadaba le decíamos los nietos, ya le salió el genio de La Montaña». Ángela recuerda que cuando el abuelo Santos les sentaba a la mesa «siempre estaba hablándonos de Tanos, de Torrelavega, de su tierra. Tal es así que nosotros nos sentimos tan torrelaveguenses como sevillanos».
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