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José Ignacio Arminio
Jueves, 1 de diciembre 2016, 07:22
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Ha pasado tanto tiempo (24 años) que muchos jóvenes torrelaveguenses desconocen que su ciudad está hermanada con La Habana Vieja y se preguntan por qué se llama así un pabellón deportivo de la capital del Besaya. Aquel hermanamiento, el más polémico de los que se han llevado a cabo en Torrelavega también está hermanada con Rochefort Sur Mer (Francia), Daira de Zug (Sáhara Occidental) y Louga (Senegal), fue impulsado por el alcalde José Gutiérrez Portilla, y, como casi todos, fue cayendo en el olvido con el paso de los años.
El regidor socialista y Emilio Vega Padrón, representante de La Habana Vieja, la zona más antigua de la capital cubana, firmaron el acuerdo el 4 de febrero de 1992. Torrelavega puso en marcha entonces un programa de ayuda para impulsar la restauración del núcleo urbano cubano, unos 5 kilómetros cuadrados en los que todavía había restos de las murallas que durante siglos protegieron la capital de la isla caribeña.
Gutiérrez Portilla convirtió a Torrelavega en uno de los primeros municipios españoles en hermanarse con Cuba y en colaborar para rehabilitar La Habana Vieja, considerada Conjunto Histórico Artístico. El alcalde socialista, que falleció dos años después, puso tanto empeño en aquella iniciativa, que se convirtió en el único político no cubano al que el gobierno de la revolución dedicó una placa en una de las calles que ayudó a rehabilitar, según recordaba ayer José Ignacio Peña Ruiz-Capillas, ex concejal de Hermanamientos y Relaciones Institucionales.
Ruiz-Capillas, que ayer expresó como portavoz del PSOE de Torrelavega su pésame al Gobierno cubano por el fallecimiento de Fidel Castro, recordó que en aquella etapa inicial del hermanamiento llegaron a Torrelavega diversas delegaciones cubanas, encabezadas por alcaldes, médicos y hasta maestros cocteleros. Fue entonces cuando se dio el nombre de La Habana Vieja al pabellón deportivo del barrio La Inmobiliaria, recién construido.
En la legislatura 2003-2007, gobernando de nuevo el PSOE, se intentó revitalizar el hermanamiento, estableciéndose una serie de ayudas al pueblo cubano, afectado entonces por huracanes. Según relata Ruiz-Capillas Torrelavega subvencionó numerosos proyectos (sanitarios, educativos, alimentarios, medioambientales, de restauración de edificios y escuelas, etc.) y hasta llegó a enviar por barco dos camiones donados por Ascán-Sadisa para la recogida de basuras y dos tanques-cuba de 10.000 litros, para distribuir agua potable por los barrios, cuya red había sido destrozada por los huracanes.
Pero no todo ha sido buen rollo en este hermanamiento, especialmente al principio. Gutiérrez Portilla visitó La Habana en enero de 1992, poco antes de firmarse el acuerdo en Torrelavega, y fue recibido por Fidel Castro, un viaje criticado por la oposición y que coincidió con el indulto a Daniel Candelario Santovenia, un descendiente de Cantabria que había sido condenado a muerte por integrarse en un comando anticastrista.
A su regreso a Torrelavega, el regidor socialista defendió le hermanamiento y dijo que no compartía el régimen cubano, pero sí la hermandad entre los pueblos. Preguntado por los motivos por los que no había solicitado el indulto para los tres activistas que habían sido condenados a muerte aquellos días (uno de ellos fue fusilado), Gutiérrez Portilla dijo que no había querido inmiscuirse en la política cubana y acusó de fariseísmo a los que «se rasgan las vestiduras cuando se fusila a un terrorista en Cuba, mientras están pidiendo la pena de muerte para los asesinos de ETA».
«Excursión folclórica»
La polémica llegó a la entonces Diputación regional, que acusó al alcalde de Torrelavega de hablar en Cuba «en contra del buen nombre de Cantabria», invitándole a invertir en la capital del Besaya lo gastado en el viaje a La Habana. El portavoz del PP en el Ayuntamiento de Torrelavega, Ricardo Bueno, criticó la «excursión folclórica» realizada por Gutiérrez Portilla.
Pero aquello ocurrió hace muchos años y la polémica se fue diluyendo como el propio hermanamiento, algo similar a lo que ha ocurrido con el resto de acuerdos de amistad con otras localidades, caso de las africanas Daira de Zug y Louga, de las que apenas han vuelto a tener noticias los torrelaveguenses, a pesar de que son hermanamientos muchos más recientes. El único que se mantiene vivo es el más antiguo, el de Rochefort Sur Mer, quizá por la cercanía con la ciudad francesa.
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