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Por el comedor pasan los militares en distintos turnos.
Las entrañas del campamento

Las entrañas del campamento

La Lechera se ha equipado durante una semana con literas, duchas, baños y cocinas para dar servicio a los participantes del gran simulacro militar

Daniel Martínez

Jueves, 6 de abril 2017, 07:08

Mientras el grupo de especialistas en escalada está realizando un rescate ficticio en Suances, el brigada jefe Briz está pensando qué les pondrá de menú. Se decide por macarrones y merluza. Tendrá que prepararlo en cantidades industriales. Esta parte más prosaica también forma parte del simulacro de una gran catástrofe natural por inundaciones que está realizando esta semana en Cantabria la Unidad Militar de Emergencia (UME) del Ejército. Porque participan muchos organismos. Desde los bomberos de Bilbao hasta psicólogos de Cruz Roja Andalucía, pero el grueso de los 3.000 efectivos es personal militar. Muchos militares. Un contingente con tantos efectivos como el censo del municipio de Puente Viesgo que se enfrenta a situaciones como riadas, derrumbes, cortes de suministro y rescates, pero que también tiene que comer, dormir o pasar por la ducha todos los días. Los ciudadanos ven las maniobras de los helicópteros Superpuma o el paso de los grandes camiones militares de camino a los ejercicios, pero desconocen lo que hay en el interior del campamento. Una parte quizás menos glamurosa y espectacular, pero fundamental para que todo funcione correctamente.

«Estos ejercicios sirven para estar preparados de cara a las situaciones reales, pero no sólo en lo que tiene que ver con las intervenciones sobre el terreno, también en la parte logística", señala el sargento primero Alberto Vázquez. Se refiere en la preparación de las cocinas, los baños o los dormitorios por llamarlo de alguna forma. Los del campamento de La Lechera, donde hay desplegados unos 350 militares, están compuestos por decenas de literas alineadas en hileras y allí siempre hay alguien descansando.

Porque los turnos son de doce horas y pueden comenzar en cualquier momento del día o la noche."Cuando llegas cansado eres capaz de dormir hasta en una piedra. No es como estar en casa, pero se lleva...", explica el gaditano David Schofield, que hace las labores de conductor, desde la zona de hombres, separada de la de sus compañeras con unas telas con estampado militar a modo de biombo. Y no se pueden quejar porque están bajo techo. En el campamento del polígono Besaya, en Reocín, donde hay otros tantos profesionales, están en tiendas de campaña.

Allí se cambian tras los ejercicios y aprovechan para descansar y dormir o intentarlo porque aunque hacen esfuerzos para evitarlo, siempre hay ruido de botas."Tampoco puedes desconectar mucho. Aquí, como en un caso real, lo primero es auxiliar a una víctima si hay una alarma. No puedes decirle que espere un rato porque estás cansado", detalla Vázquez. Después de tres días de simulacro, el agotamiento se empieza a ver en las caras de los participantes. También es buscado."El trabajo es muy intenso porque en una emergencia también es así. Hay que simularlo todo", afirma.

Comida para 800

Justo al lado de la zona de descanso están los baños, un bloque para mujeres y cinco para hombres. Ocurre igual con las duchas, que se organizan con turnos. Y más allá hay una sala en la que los militares que lo desean cuentan con atención psicológica, algo fundamental cuando se enfrentan a grandes catástrofes y ven cosas para las que muchas veces no siempre están preparados. Mientras tanto, Briz sigue supervisando la comida. Trabaja junto a cuatro cocineros y seis rancheros."Tenemos capacidad para dar de comer a 800 personas. Hoy serán 400, pero hay que estar preparados porque puede variar. Todo va en función de los sucesos que se vayan produciendo en el simulacro. Si hay una riada, igual la mitad tiene que irse...", cuenta.

El horario de comidas es de 13.30 a 16.00 horas, pero se adaptan a las circunstancias. Y si sabe que un grupo va a llegar de una misión de madrugada, también piensan en ellos: "Para esta gente es fundamental comer bien y variado. La UME es una de las unidades más físicas y la comida es muy importante". Se preocupan por las intolerancias, por las personas que por motivos religiosos no pueden comer determinados alimentos... Guillermo, uno de los cocineros, cuenta que se esfuerzan por agradar al personal.

«Para los macarrones hacemos dos salsas, carbonara y boloñesa. Lleva más trabajo, pero lo agradecen", explica. Ayer, aprovechando el contexto, el postre era quesada. No quedó nada. Carrasco maneja los suministros pelean con proveedores locales como Coorcopar para ajustar los costes y controla el comedor: "Hace mucho que se acabaron los privilegios. Aquí todos comemos juntos y lo mismo". Incluido el capitán Ponce, algo así como el alcalde de este pequeño pueblo.

Normas y organización

Él se encargó de elegir La Lechera para establecer su campamento."Con tanta gente, hacen falta normas claras para que la convivencia sea fácil. Cuando llegan soy yo quien recibe a las unidades y doy una pequeña charla", detalla. También de supervisar la instalación de todos los equipos. La zona de baños, por ejemplo, requirió casi un día. En cambio, la cocina, con todas las comodidades, estaba en funcionamiento a la hora de llegar. Sí reconoce que la gran cantidad de curiosos complicó en parte la instalación del asentamiento."Es normal, sobre todo en los sitios en los que no están acostumbrados a ver militares. Nosotros estamos encantados a responder a todo, porque la gente es muy agradecida. Hay que ser amables porque no nos representamos a nosotros mismos, sino al Ejército", apunta Vázquez.

¿Y en los ratos libres? El sargento, gallego, responde con otra preguta:"¿Eso qué es? Nos da, como mucho, para un cigarro y llamar a la familia. Ayer me levanté a las siete y me acosté a las doce. De lo que hay ganas es de descansar". O de un café en el bar de la piscina. Allí hablan de fútbol, por ejemplo, para liberar un poco la mente. Patricia Pinna, la propietaria, está encantada con su presencia. Lo que más le sorprende es que son"muy serios, pero a la vez muy educados". O el 'afirmativo' en vez de sí. Al estilo militar...

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