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Sara Torre
Sábado, 8 de abril 2017, 18:28
"Sí, hoy ya se puede entrar". Fue la frase más repetida ayer por Mónica, la hija de Emilio Pérez, el propietario del Laberinto de Villapresente, cuyo teléfono no dejó de sonar en todo el día como consecuencia del interés suscitado por la inauguración de la atracción. La joven se encargará desde ahora de la gestión y se tendrá que plantear incorporar o no a más personal a la empresa en función de la afluencia.
A juzgar por lo de ayer, será elevada, pues desde la apertura, a las 10.30 horas, el lugar fue un reguero de gente llegada desde los puntos más dispares. Algunos habían reservado, otros no, pero pudieron entrar sin ningún problema ya que se estipuló que podrían acceder diez personas cada cinco minutos.
En el primer grupo, se atrevieron las autoridades, tras el corte de cinta. El alcalde de Reocín, Pablo Diestro, y el Consejero de Presidencia, Rafael de la Sierra, estuvieron acompañados del propietario, que se conoce todos los rincones , y salieron mucho primero que la media, en treinta minutos.
"Es muy divertido", aseguraba el consejero, convencido de que se convertirá en "un importante atractivo turístico". "Vamos a ver si funciona, porque eso es bueno para todos", añadía. En la misma línea, el alcalde, que deseaba "toda la suerte a Emilio y a Mónica para que este sueño se haga realidad", consideraba que "tener el laberinto más grande de España es un motivo de orgullo para los vecinos". "Nos sitúa en el mapa a nivel nacional", apuntaba, y recomendaba a todo el mundo acudir.
Opiniones
A la salida de las autoridades, hubo folclore, pues el Coro Ronda Altamira se ofreció para animar la fiesta con sus cánticos, como explicaba uno de sus miembros, José García: "Aquí estamos para representar el folclore de Cantabria en este acto tan honroso y a los propietarios les deseamos lo mejor".
Acompañando a su marido, uno de los folcloristas, acudía desde Santander Begoña Sáinz, y ya que estaba allí, no se iba a quedar sin entrar en el laberinto. "Espero poder salir, ya soy mayor pero tengo buena orientación", comentaba junto a la entrada.
Al tiempo, esperaba para entrar un grupo de once en el que se encontraba Sara Cossío, también llegada desde Santander. "Venimos con la perrita, que es la que mejor se orienta", bromeaba sujetando la correa. Si sobre el tema de entrar con mascotas, el propietario hasta ahora no se había pronunciado, reconoce que le ha preguntado mucha gente y dice que "lo único que se pide es que traigan una bolsita".
Más de un mes llevaba otro grupo urdiendo el plan de adentrarse en el laberinto, veinte jóvenes de Revilla de Camargo que habían hecho su reserva porque querían conocerlo el primer día. "Lo que esperamos es no tardar mucho en salir y sobre todo, no perdernos", explicaba Paula Cuerno.
Pero no sólo los cántabros acudieron el primer día de funcionamiento del laberinto y de hecho, Pedro Mirones y dos de sus amigos organizaron una ruta en bicicleta con el único requisito de que pasara por el laberinto. Desde Guecho fueron en coche hasta Pomaluengo y de allí en bici a su destino, donde llegaron a las once y media de la mañana. Para el primer día fue importante la labor de la familia del propietario que ayudó a dirigir el tráfico hacia la finca anexa a la del laberinto y a coordinar el acceso.
Si bien, Pérez, que tuvo los nervios a flor de piel desde que la noticia trascendió a los medios de comunicación, ha tenido después tiempo de preparar todo al detalle. El bar que tenía en su mente se ha convertido en una realidad y ha funcionado perfectamente, con su agua corriente y electricidad. La estructura, de 6 por 2 metros, la construyó él, con las mismas manos que plantaron hace cuatro años los 4.000 árboles, mientras los pocos que sabían de su idea, le tomaban por loco, aunque también contó con la ayuda incondicional de vecinos y familiares. "Bromeaban diciendo que dentro de cuatro años habría que arrancar los árboles otra vez, pero ayudaban", recuerda Pérez.
Horarios y normas
El laberinto estará abierto todos los días desde las diez de al mañana hasta las ocho de la tarde, ininterrumpidamente, excepto cuando llueva, para que no se forme barro. No obstante si el día de lluvia ha sido el previo a la visita, no habrá problema: "El árbol está lleno de raíces pequeñas que chupan todo el agua rápidamente".
Aunque para grupos de más de veinte es preferible hacer reserva, el resto de personas no la necesitarán y podrán adquirir las entradas en el bar al precio de cuatro euros los adultos y de tres para los niños mayores de seis años. Los más pequeños no tendrán que pagar.
Las únicas normas para entrar, las ha hecho constar el propietario en un cartel: "No tocar ni romper los árboles, no tirar basura, no cruzar las filas y no fumar dentro del laberinto". Este panel está a la entrada, igual que una fotografía aérea. Dentro, hay otras indicaciones que señalan las dos salidas de emergencia que la arquitecta municipal obligó a abrir. De esta forma, quien lo desee puede retirarse sin completar el recorrido, aunque también se puede entrar a buscar a los que quieran salir en un momento dado.
Pero quien desee completar el circuito por sus propios medios que cuente con que la mayoría de personas tardan cerca de una hora y media y que para el recorrido se han elegido "las mejores trampas de varios laberintos", como ha explicado el propietario, que antes de plantar los cipreses se dedicó a comparar dibujos por internet, para después hacer el suyo propio sobre un papel. A continuación, lo dibujó a escala con cal sobre la finca de propiedad familiar y después le quedó plantar los árboles sobre las líneas.
Compatibilizaba su trabajo como Operario de Montes con la venta de arbustos de cierre para chalets adosados que él mismo plantaba. "Al bajar la construcción, me quedé con muchos y empecé a hacer esto", recuerda. Su idea, desde un principio, fue darle una ocupación a su hija, que se encontraba en desempleo. "Según están las cosas, va estar mejor aquí que en otro sitio cobrando 800 euros", considera.
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