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Son la cara del tejido artístico que aprende y se nutre física y anímicamente en las escuelas municipales, esa red educativa que proporciona el Ayuntamiento ... de Torrelavega y que desde hace años imparte clases de Arte (123 alumnos), Folclore (180), Música (160), así como Circo y Teatro Físico (330) a vecinos de todas las edades. Son cerca de 800 en total. Y últimamente se habla mucho de ellos. En poco más de un año, esa es la idea, serán todos trasladados al nuevo centro cultural de La Lechera, dejando atrás así un historial de varios años alternando sedes precarias dispersas por el centro de la ciudad. Mientras tanto aprenden en colegios, locales municipales más bien justitos y hasta en instalaciones deportivas. Esto, que a veces supone un impedimento evidente a la hora de realizar algunas actividades, ennoblece más si cabe cada una de sus pinturas, sus interpretaciones y sus acrobacias de vértigo, que desempeñan con una sonrisa de oreja a oreja y en compañía de vecinos que ya consideran su familia. Valga este reportaje para ponerles cara y voz.
Sobre todo esta semana, 72 horas después de la visita por todo lo alto que celebraron el jueves las autoridades regionales y municipales. Los últimos plazos avanzados por el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento apuntan a abril del año que viene como fecha para finalizar las obras y abrir el centro cultural. La primera fase de esta transformación, encaminada a crear un museo que albergue la Colección Norte de arte contemporáneo, terminarán en unas semanas; la segunda fase, las que afectan a estos 800 alumnos, por su parte, se ejecutarán de aquí a primavera del año que viene para crear el flamante centro cultural, con sedes para estas cuatro escuelas municipales.
Entre una y otra, la inversión asciende a 16 millones de euros, financiados con fondos del Gobierno de Cantabria, el Ayuntamiento y del Programa de Impulso a la Rehabilitación de los Edificios Públicos del Ejecutivo central. Mientras los millones se traducen en este compromiso, El Diario Montañés habla con los futuros inquilinos de La Lechera.
Marta Garcillán es una de las 330 alumnas de la Escuela de Circo y Teatro Físico de Torrelavega, un espacio de formación que desde su fundación hace justo veinte años se ha ido convirtiendo en una auténtica referencia del sector en España. Esa reputación, que no se corresponde con la precariedad de sus instalaciones ubicadas en el gimnasio del pabellón Vicente Trueba, se construye sobre el talento y el espíritu de vecinas como ella, de solo 18 años y alumna desde hace cuatro: «Lo que más me gusta de la Escuela es el ambiente que hay. Hay mucho compañerismo, un ambiente muy cálido. La Escuela te sirve para evadirte un poco de los problemas del día a día y sentirte acompañado, hacer algo que te gusta. Te ayuda mucho a llevar tu mente a otro sitio y estar más tranquilo. El ambiente es genial».
Ese sentimiento, que le carga de razones para entrar por la puerta o hacer la mochila, se acentúa más si cabe cuando se eleva por encima de sus compañeras y hace todo tipo de acrobacias imposibles. «Cuando estoy colgada me siento fuerte y libre. Te mira todo el mundo y puede que sientas un poco de vergüenza al principio, pero a la vez te sientes muy bien porque estás demostrando de lo que eres capaz», expresa esta joven, con ganas de hacer esos aéreos, acrobacias, malabares y equilibrios también en La Lechera. A esas técnicas se refiere precisamente para hacer hincapié en la importancia de esta mudanza. «Ir al centro cultural sería genial porque trabajamos muchas diferentes y este espacio se nos queda muy reducido. Para trabajar en todo ello hace falta un espacio más grande. Nos va a venir genial y espero verlo porque quiero seguir en la Escuela», cuenta, antes de volver con el grupo a la clase, acomodada en este espacio del Trueba entre colchonetas y telas colgantes.
Hace 28 años que Emilia 'Emi' Díaz entró en la Escuela de Folclore, casi por azares del destino. Ella, vecina de Torrelavega de toda la vida, solía acompañar a su hijo, en silla de ruedas, hasta que un día se animó a entrar en el grupo de adultos para estar con él. Hoy, con 68 años, sonríe emocionada por haber tomado esa decisión. «He aprendido a tocar la pandereta, todos los 'toques' de cada valle de Cantabria, a bailar… Lo que más me gusta es el baile. Bailo la jota, pericote, lebaniegas… Ahora ya los años se notan, pero todavía bailo y se me escapan los pies», expresa, contenta de formar parte del grupo, formado por cerca de 180 personas y ubicado a pocos metros de la Escuela de Circo, también en un espacio adecuado en el pabellón Vicente Trueba. «Esta escuela me ha hecho mucho bien; somos como una gran familia. Desconectas de todo y aprendes mucho. Lo recomiendo a todo el mundo. Han estado mis yernos, mis hijas y mis nietos…», sonríe.
Aquí no hacen acrobacias, pero el poco espacio también hace de las suyas a los vecinos amantes del folclore. «Tenemos ganas de que la Escuela tenga su propio sitio y dejar de ir 'bailando' de sitio en sitio. Hay veces que no podemos venir; estas no dejan de ser instalaciones deportivas», relata, convencida, también, de que estará presente el año que viene para inaugurar el centro. «Y espero que esté adaptado a la movilidad reducida», añade, sensibilizada con la accesibilidad de su hijo y de la sociedad en general. «Las cosas de palacio van despacio, supongo».
Si no van más despacio de los previsto, Emi cumplirá tres décadas en la Escuela de Folclore de Torrelavega en el nuevo centro cultural de La Lechera, un espacio que, además, se verá enriquecido por las sinergias y la transferencia de talento entre los alumnos de todos estos centros.
Sin salir del céntrico barrio de El Zapatón, en un local ubicado en la calle Pintor Escudero Espronceda, Paco Margallo y otros 123 alumnos de la Escuela de Arte se ponen la bata, se sumergen en su imaginación y plasman su talento sobre un lienzo en blanco. Hace ya cinco años que esta rutina le da razones para volver cada semana. Pintar, hablar de arte con sus compañeros, conocer gente y aprender con los profesores –a los que dedica su agradecimiento– le alegra la vida. Basta escucharle. «Vienes dos horas y desconectas de todo; es como un escape vital. Te olvidas del mundo, de los problemas y vienes aquí a pintar». Y hablar, también, aunque solo de una cosa. «Solo de arte, te olvidas de lo que hay fuera; la interacción se desarrolla únicamente alrededor de todo esto, como si fuera un oasis», describe, mirando a su alrededor.
Mientras Paco habla, sus compañeros, sin saberlo, le dan la razón, hablando de lo suyo, riendo y compartiendo impresiones sobre una pintura, un cambio de estilo de una semana a otra o una historia inspiradora. A veces también se les escapa el tema de La Lechera, claro. Eso también inspira conversaciones. «Lo comentamos mucho. Tenemos ganas de probar ya ese centro cultural. Después de todo, este sitio se nos queda pequeño y está cómo está. Estamos ilusionados con poder disponer de una ubicación más moderna. Tenemos el inconveniente de que hay que ir a La Lechera, claro, un poco más lejos», ríe, antes de volver al lienzo que está pintando estos últimos días en la Escuela.
En él, ha pintado un radiador blanco y una sencilla estancia de una casa corriente, como «dándole importancia a cosas que no la tienen», tal y como explica:«Es vulgar, pero a la vez íntimo, personal». Tal vez esta u otra obra pase a formar parte del museo de La Lechera algún día.
Cruzando la calle, sobre los pupitres de una clase del Instituto de Educación Secundaria Zapatón, las lecciones de arte se hacen hueco para cantar o interpretar un teclado. La Escuela de Música de Torrelavega, con 160 alumnos, es otro ejemplo clamoroso de la necesidad de encontrar un espacio digno para los músicos de la ciudad. También tendrán su sitio en el centro cultural de La Lechera, dejando atrás todo el lío de sillas y aprovechamiento al milímetro del espacio que disponen en las aulas del instituto. Aún con todo eso, evade tanto a estos alumnos como el circo, el folclore y el arte en general a todos los anteriores. Para muestra, Daniela Elizabeth Sánchez Rodríguez, que con solo 17 años ya lleva en la Escuela de Música desde 2018, primero aprendiendo violín y luego canto. «Me desestresa, me libera; es mi pasión desde pequeña», resume esta joven, agradecida al cálido ambiente que encuentra en los compañeros y el profesorado. «Venir aquí me ayuda muchísimo», reconoce esta melómana, admiradora de cantantes como Harry Styles o Travis Scott, entre otros.
Daniela es una de las muchas alumnas enamorada del canto y la música desde pequeña. También le suena la 'música' sobre la transformación cultural de La Lechera, un proyecto que se remonta años atrás y que el Ayuntamiento de Torrelavega y el Gobierno lograron traducir en obras tangibles justo al final de la pasada legislatura. «Es algo que venimos escuchando desde hace tiempo y espero que se pueda hacer», declara, de acuerdo con los nuevos usos que propone el proyecto, uno de los más importantes de los últimos años.
Lo que sea con tal de no tener que «apelotonarse en el aula» o asistir a la desaparición misteriosa de algunos materiales, como han tenido que lamentar alguna vez. «Tenemos muchas ganar de ir», sintetiza con una sonrisa.
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