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El futuro de los terrenos de Sniace se ha convertido en un debate claramente extramunicipal y abierto a todas las voces del paisaje político de ... Cantabria. El agujero que deja la fábrica es tan grande como el embudo de opiniones del que viene siendo objeto en los últimos meses. Para muestra, el último debate que se produjo este lunes en el hemiciclo, un intercambio bastante duro y que alternó críticas al supuesto inmovilismo del Gobierno de Cantabria con la defensa de un plan que, aunque todavía no llega, supuestamente verá la luz en cuanto los tiempos marcados en el proceso de liquidación lo permitan. Uno de los 35 diputados que asistió a ese debate, el alcalde de Torrelavega, Javier López Estrada, saltó ayer a colación de este 'maremagnum' para recordar algo a propios y ajenos: «El futuro de Sniace se decide en Torrelavega. El Parlamento ha votado algo sobre lo que, en realidad, ni siquiera tiene competencias».
Ahí está el equipo redactor que desde hace meses cocina el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), el documento llamado a regular el futuro del urbanismo de la ciudad y que, tal y como adelantó El Diario Montañés el mes pasado, contempla destinar cerca de un 30% de 441.000 metros cuadrados de la herencia a los usos terciarios -entre otras cosas, los comerciales-. Salvo que una avalancha muy bien razonada de alegaciones lo impida, lo único a lo que puede enfrentarse el PGOU tras el fin del periodo de exposición pública es una revisión referida a otros detalles, pero no al destino que recibirán estos terrenos, los más sonados de Cantabria en los últimos años.
Dicho eso, hasta la coalición de gobierno de Torrelavega entre PRC y PSOE puede distinguir los deseos de la realidad. Si el equipo municipal pudiera sacar una bola de cristal y garantizar que el suelo de Sniace se llenaría únicamente con usos industriales el día de mañana, López Estrada y los suyos no tendrían ninguna duda en confiar las fincas a la obtención y transformación de primeras materias. Pero ese no es, ni mucho menos, el destino que pueden asegurar -y si sale mal, hipotecar- al futuro de Torrelavega de aquí a los próximos años.
Las voces a las que hace caso el núcleo duro del Ayuntamiento no son diametralmente opuestas a ese escenario, pero sí recomiendan que la actividad terciaria ocupe un espacio nada despreciable del recinto. Un veinte, un treinta... Un porcentaje de la propiedad volcada, exclusivamente, a una serie de actividades terciarias que sirvan de complemento y apoyo a las mayoritarias, las industriales. Una gasolinera, un área de servicio, un taller de coches, un hipermercado...
Ojo aquí: ese uso terciario del que ya habla el Consistorio no arroja los terrenos directamente a manos de un gran centro comercial -una idea que sobrevuela desde hace tiempo el centro de la ciudad y que preocupa a pequeños y medianos comerciantes-. Lo que es importante aclarar es que, desde el punto de vista urbanístico, será tan posible levantar un taller mecánico como un gran espacio comercial.
Volviendo a esa distinción entre deseos y realidad, lo que sí queda descartada casi definitivamente es la idea de una unidad productiva como la de antes. De hecho, el futuro Plan General de Torrelavega ya está técnicamente volcado en esa «zona blanca» que hará de transición entre los usos fabriles y los terciarios. Por lo pronto ya hay justificados hasta 15 millones de euros para la creación de las carreteras, las parcelas industriales y comerciales y los servicios públicos y generales que darán vida al complejo de la antigua química.
El problema del PGOU y, por tanto, del futuro de los terrenos, es que aún tiene por delante un bosque de trámites burocráticos complejísimos y de larga duración. Uno de ellos es incluso previo a la defensa del documento frente a las alegaciones. El próximo 4 de julio finaliza el contrato que el equipo redactor del plan mantiene con el Ayuntamiento. Encarar esa revisión con un equipo humano distinto al que escribió el documento sería un despropósito total para la ciudad.
Salvando el bache de las alegaciones, al documento le quedará, al menos, otra aprobación plenaria más antes de pasar a manos de la Comisión Regional de Ordenación del Territorio y Urbanismo (Crotu) del Gobierno de Cantabria. Para entonces, Torrelavega podría haber entrado ya en la próxima legislatura , pero lo que es seguro es que las ruinas de Sniace permanecerán sin vida durante unos años más.
En el Parlamento
Igual que otros políticos que asumieron esa responsabilidad antes que él -y también los partidos de la oposición-, el alcalde de Torrelavega y diputado regionalista en el Parlamento de Cantabria, Javier López Estrada, se ve obligado a cabalgar algunas contradicciones cada vez que el tema sobre el futuro de los terrenos de Sniace sale a la palestra, tanto en el Ayuntamiento como en la Cámara autonómica. El último charco que ha tenido que pisar en relación a esta cuestión adoptó este lunes forma de moción en el hemiciclo, presentada por parte del Partido Popular. En el foco, el futuro de Sniace y, lo más importante, que su suelo siga siendo productivo o industrial.
Las perspectivas que ordena el PGOU poco importaron entonces. El PRC, en bloque, votó a favor de la propuesta de los populares -como todos, salvo Vox-, conscientes de que la hoja de ruta de López Estrada y el Ayuntamiento tiene otros planes para el complejo de la química. Es más, fuentes del partido hablan de voto «cosmético» y de una moción más bien «ambigua» en cuanto a su formulación.
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