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Cuando está con su hijo, con su familia o con buenos amigos, ahora, hay veces que Iván se abstrae un segundo y se da cuenta de todo lo que ha cambiado su vida en el último año. Le pasa también cuando sale a correr; siempre ... le encantó el atletismo, coger aire, sentirse fuerte. Avanzar. No puede evitar emocionarse a veces. La primera vez que entró por la puerta de AMAT-Afrontando Adicciones, tras «tocar fondo» por su adicción a la cocaína, se sentía «avergonzado», «derrotado» y con la «autoestima por los suelos». Hoy, sin embargo, cruza esa misma entrada -en la calle General Castañeda de Torrelavega- «fuerte» y «feliz», con «orgullo». Es un proceso. Y, paso a paso, lo está consiguiendo. «Para mí ha sido como volver a nacer. He vuelto a vivir», expresa. Eso ha sido posible, también, gracias a Ana Velarde, una de las psicólogas del equipo multidisciplinar de AMAT, a la que califica como su «ángel de la guarda». Sus conversaciones no entienden de culpas o estigmas. Al contrario, durante la entrevista el clima de confianza y seguridad entre ambos es total. Para Iván o para las miles personas -1.665 solo en 2023- que han enderezado su vida gracias a esta entidad en los últimos cuarenta años, contar con un apoyo así durante el proceso es algo fundamental: «Hablas con ellos. Ves que te entienden, que saben lo que te pasa y te enseñan. Te guían. He aprendido mucho y aquí me siento bien. Esto se puede atajar», expresa Iván.
Gracias a la tranquilidad que ofrece un espacio seguro como AMAT las palabras van saliendo. No solo hacia afuera, sino también hacia uno mismo, que es algo igual o hasta más importante. La psicológica lo explica bien. «Trabajamos mucho con la culpa o la vergüenza. Estas situaciones de dependencia generan mucha culpa porque la sociedad no ayuda a entender que esto es un problema. Cuando llegan, vienen con un achaque hacia sí mismos. Pueden llegar a tener ojos bondadosos hacia los demás, pero no para sí mismos. Ese diálogo con uno mismo es fundamental». Luego se dirige a Iván, al que recuerda que todos estos avances no habrían sido posibles, sobre todo, sin él. «Estoy tan orgullosa de ti. Sois muy valientes y tenéis mucha fuerza».
El de Iván es solo uno de los miles de casos que han pasado por AMAT. Historias muy distintas. De jóvenes, más mayores, buenos tiempos, malos tiempos, recaídas, palabras que cambian vidas, dudas, determinación... Pero siempre fueron atendidos «con muchísimo cariño y respeto», como pone de relieve su presidenta, Carmen Terán, «orgullosa» de los profesionales que componen esta entidad fundada hace cuatro décadas por un grupo de familias empeñadas en encontrar una solución a las dependencias que sufrían sus seres queridos. AMAT sigue llevando ese ADN grabado: «El apoyo también debe ser para las familias. Eso es muy importante. Las familias tienen aire para respirar».
Atender el dolor que atraviesa el entorno es algo que AMAT siempre ha cuidado. «Nos abren la puerta de su vida. Es fundamental que quienes les rodean estén bien», corrobora Arancha Castañón, asistente social, consciente de las recaídas y el acompañamiento que requiere este camino. La red de acompañamiento, confidencias y apoyo cubre todo el proceso, desde que ese familiar o la propia persona afectada entra por la puerta. Ahí se encuentran con Rocío Arriola: «Cuando llegan, les dejo que expresen cómo se sienten. Un lugar en el que puedan abrirse. Sin prejuicios. Luego les explico como trabajamos. Siempre van a estar acompañados».
Y aunque lleva grabado ese ADN y el origen de su fundación, en los años más duros de la heroína, AMAT asiste a cada vez más peligros y relaciones de dependencia. Ojo, todo sin que las de toda la vida -el alcohol, la cocaína, etc.- desaparezcan. «No se sustituyen», advierte el gerente de la asociación, Alberto Marchante. «Ahora, a todo eso que existía, se suman el juego, los usos indebidos de las redes, los videojuegos... Se suman o incluso van acompañadas. Hay un montón de frentes abiertos». De ahí el trabajo preventivo y las actividades que desarrollan en los colegios.
En primera persona
María mira hacia atrás y confiesa no saber del todo cómo lo ha conseguido. Cómo ha llegado hasta el final de un proceso de deshabituación con el alcohol tras más de un año de trabajo, integrado sobre todo en 2024 y ahora «el mejor año de su vida». «No sabía vivir o ser feliz. Tenía mi trabajo, mi niña... Pero no sabía ser feliz. Con lo fácil que era. La felicidad es lo más fácil del mundo. No sabía que la felicidad era mi salud y tirar hacia adelante. Yo no vivía para mí. Ahora sé quien soy».
También sabe y ha sido testigo de cómo, poco a poco, ha mejorado su vida en estos últimos meses. Eso y cuál es el primer paso. «Cuesta mucho decir 'es verdad, tengo este problema'. Eso es lo primero», expresa María, empática, al mismo tiempo, con la población que sufre algún tipo de problema de adicción. «Les entiendo perfectamente. Buscan la felicidad donde no es. Siempre hay un porqué».
Ese porqué puede tener origen en la desinhibición y derivar después a una forma de evasión. Hablan de eso, como dos amigas, dos confidentes, María y su «ángel», la psicóloga Laura Martínez. Esta escucha orgullosa el testimonio. «Lo has conseguido con mucho trabajo. Entendiste que esto es una guía y estuviste dispuesta al cambio».
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