El arte de apoyarse unas en otras con una nariz roja
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La Escuela de Circo y Teatro Físico suma dos décadas de piruetas y 2.500 alumnos gracias a un método que nutre cuerpo y almaSecciones
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Educación. ·
La Escuela de Circo y Teatro Físico suma dos décadas de piruetas y 2.500 alumnos gracias a un método que nutre cuerpo y alma«A veces, cuando vengo cansada o frustrada por algo, mis compañeras me alegran el día y salgo muchísimo mejor. Este sitio es un espacio de terapia para mí. Me emociona el grupo de amistades que hemos creado. Son mis mejores amigas». Cuando está ahí ... arriba, en el trapecio o en la tela acrobática, Carla Jorrín está haciendo algo más que entrenar danza o técnicas aéreas. Se acuerda de cuando llegó por primera vez a la Escuela Municipal de Circo y Teatro Físico de Torrelavega, hace cinco años, cuando tenía quince, de su crecimiento hasta ser una persona cada día más fuerte y, sobre todo, de las compañeras incondicionales que ha hecho y que le acompañan desde entonces a lo largo de los brincos, piruetas y saltos que da la vida. Miedos, risas, lágrimas, desahogos, momentos de estrés, de complicidad, reencuentros, despedidas, buenos tiempos, malos tiempos… Pase lo que pase, ellas –mayoría clara en esta institución pionera fundada hace 19 años– saben que nunca saltan al vacío; abajo hay siempre una mano, un hombro o una mirada cómplice, ese equilibrio que todos necesitan y que aquí, a pesar de unas instalaciones limitadas en el pabellón Vicente Trueba, cristaliza a través del mayor espectáculo del mundo y, sobre todo, en el arte de apoyarse unas a otras con una sonrisa, un abrazo o una nariz roja.
«Nos hemos salvado muchas veces», complementa Lara Martín, de 17 años, otra de las 330 acróbatas que hoy aprenden en la escuela, alargan la lista de 2.500 alumnos en casi dos décadas y nutren ese tándem perfecto de cuerpo y alma, salud física y mental, rigor y diversión, técnica y juego. «Llegué con muchos problemas a nivel psicológico, en un año malo en lo personal y con notas escolares en decadencia, pero venir aquí me ayudó y me ha venido genial. Viajamos, nos conocemos, aprendemos… Tenemos un grupo muy especial, familiar, que se emociona cada vez que nos superamos. Y eso engancha», revive emocionada.
Todas, desde Marta, África, Julieta, Lucía, Maya, Martina hasta José –por nombrar a algunos de los acróbatas que forman el grupo joven–, encarnan esa complicidad, participación y compromiso desde antes de empezar la clase. Se han sostenido mutuamente cientos de veces y eso se nota. Les basta una charla y cinco minutos para contagiar esa familiaridad. Micaela Rodríguez lleva siete años corroborándolo: «Me han ayudado a potenciar las relaciones sociales. Siempre me he cerrado y me cuesta llegar a tener confianza, pero, aquí, en poco tiempo, ya estamos como en un grupo», celebra, acordándose de todas aquellas cosas que jamás pensó que podría hacery ha hecho o del «cuidado» y los «ánimos» que ofrece todo el aula cuando a alguien se le atraganta un truco en particular.
Esa superación no sería posible si no fuera por un equipo de profesores –ocho fijos más otros tantos puntuales– volcado en repensar la docencia e inspirar lo mejor de cada equilibrista, tenga 3 o 60 años, que también los hay. «Aquí reímos y lloramos. Sin tragedia no hay comedia», sintetiza el coordinador pedagógico de la escuela, Javier Amigo, convencido del valor del arte no sólo como «herramienta de integración social y educativa» sino como palanca del «empoderamiento de los jóvenes» y la «creación de tejido, criterio y sensibilidad».
Ese «acompañamiento emocional» humaniza el arco de asignaturas, tan volcado en la disciplina, la seguridad y el rigor como en ingredientes tan espontáneos como el juego, la creatividad o la honestidad. Porque todo el mundo tiene una mochila;y, el circo, como todas las artes escénicas, permite abrirla y soltar lastre. «Las personas se exponen mucho a nivel emocional. Así es como encontramos cosas que, quizá de otra manera, nunca hallaríamos», revela el docente.
La fórmula está pulida. Lo que necesita es unas dependencias que le hagan justicia, algo que anhelan este y otros centros educativos relacionados con el arte y que hoy están dispersos por la ciudad. A todos se les ha prometido un techo en el futuro centro cultural de La Lechera, un proyecto que, como expresa Amigo, esperan «con ganas, ilusión y necesidad». Entre tanto, los equilibrios, malabares, danzas y técnicas aéreas se imparten en unas instalaciones «limitadas». Aún así tocan el cielo todos los días.
La escuela presentará el 16 de junio a las 19.00 horas su espectáculo de fin de curso 'Space Circus', una propuesta interpretada por el grupo joven y el infantil IV. Para asistir, basta con comprar la entrada por internet –giglon.com– o en taquilla, a partir de las 17.00 horas el día de la función. Unos días más tarde, el centro iniciará su gira, que pasará por el Festival de Teatro y Circo de Málaga, del 19 al 21 de junio, y seguirá con el festival 'Il Ruggito delle Pulci', en Cúneo (Italia), del 27 de junio al 3 de julio. Esos viajes regalan algunas de las experiencias vitales y educativas más valiosas a los alumnos, que ya estuvieron en Países Bajos o Suiza en 2022.
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