![Vidrieras situadas en la 'Capilla de la luz' y la 'Girola del arte'.](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/06/11/95237180-kjGE--1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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La iglesia de La Asunción, uno de los emblemas de Torrelavega, vuelve a lucir sus mejores galas. La restauración interior del centenario templo está concluyendo con la recuperación de sus magníficas cristaleras, que también potenciarán la imagen exterior del edificio gracias a una moderna ... iluminación. El párroco, Juan Carlos Rodríguez, motor de las obras, piensa ahora ilusionado en «poner en valor» todo lo conseguido, una reforma que está gustando «a todos» los ciudadanos y que podría relanzar el número de visitantes e incluso suponer el 'ascenso' de la iglesia a basílica, si la Santa Sede da su visto bueno a la documentación que se está preparando.
El cura, que cumplirá dos décadas en su puesto el próximo mes de agosto, recuerda que la primera fase de la rehabilitación interior del templo se llevó a cabo en la segunda mitad del año pasado y conllevó el pintado de los muros, la limpieza de la piedra y la instalación de nueva iluminación, calefacción radiante y sistema de sonido, entre otras mejoras. También se acaban de colocar paneles solares en la cubierta de la Casa Parroquial para tratar de paliar los elevados gastos derivados del consumo eléctrico.
La iglesia se volvió a abrir al culto el pasado 22 de diciembre, pero quedaban «algunos flecos», especialmente la restauración de las 12 vidrieras de la parte baja, que se encontraban muy deterioradas. Como se había agotado el presupuesto, Juan Carlos pidió ayuda a la Corporación de Torrelavega, que, finalmente, aprobó la concesión de una subvención de 260.000 euros. «Ya hemos cobrado el 70% con la certificación de obra -explica- y solo nos falta el rosetón, que esperamos terminar en cuatro meses. Después lo único que queda es drenar mejor el entorno de la iglesia, para protegerla de la humedad de los jardines, pero para eso ya no tenemos dinero».
De restaurar las vidrieras se ocupa Tomás Saiz, uno de los últimos vitralistas de Cantabria, que cuenta con la colaboración de las empresas Siec y Metálicas Carrejo. Una labor que está resultando compleja, dado que no solo es necesario recuperar las cristaleras, sino también su estructura metálica e instalar rejillas de protección en las situadas a menor altura.
Este mes se completará también su iluminación, por lo que el párroco, ilusionado y siempre inquieto, ya piensa en los siguientes pasos: «Tenemos que hablar con el Ayuntamiento para sacar partido a todo esto. Por la noche, la iglesia queda convertida en una especie de maravillosa cajita de música, llena de color, que podría ser escenario de rutas guiadas, conciertos, espectáculos teatrales... Un punto de encuentro para atraer a nuevos visitantes».
Dentro de esa operación de «puesta en valor» de La Asunción, Juan Carlos también está trabajando para que la Santa Sede pase a catalogar la iglesia como basílica: «Es un grado superior que aparece en escritos antiguos. Estamos preparando la documentación para enviarla a Roma».
Lo que hace dos años era «un sueño» que a veces no le dejaba dormir, la recuperación del interior del templo, es hoy una realidad que le ha dejado «muy satisfecho», tanto que quiere que todos acudan a ver la obra terminada y los nuevos proyectos no dejan de aflorar: «Tenemos que ir preparando el 125 aniversario, que se celebrará en 2026, y faltan cosas como adecentar la cubierta del claustro, que está abandonada, llena de vegetación».
También está muy contento Tomás Saiz, que ha podido rehabilitar aquellas vidrieras que admiraba de niño, cuando vivía a pocos metros del templo. El veterano vitralista, uno de los más prestigiosos de España, recuerda que las cristaleras estaban muy deterioradas por «el paso del tiempo y los efectos del frío y la lluvia». También destaca que sobrevivieron a la Guerra Civil e incluso a manifestaciones obreras que, en algún caso, terminaron con vidrieras rotas a pedradas. Ahora está centrado en recuperar en su taller las vidrieras del rosetón, un total de doce, tras quitar con muchas dificultades el bastidor. «Nos ha costado dios y ayuda, pero estoy trabajando como en casa», concluye el artista.
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