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Celebración e identidad

Nieves Bolado

Santander

Domingo, 12 de agosto 2018, 08:23

Sobra decir que los españoles no necesitamos muchas excusas para ir de jarana. Por eso nos gustan especialmente las fiestas. Reúnen por unos días a ... las personas, convocan a grupos diferentes, generan recuerdos, evocan a los antepasados y añaden cada año un párrafo a la historia de la ciudad. Durante las fiestas, se rompe la monotonía de la cotidianidad. En las calles se instala un imaginario escenario urbano para enseñar lo mejor a los visitantes y reclamar durante unos días a sus hijos lejanos. La fiesta es también un rito que debe mantenerse, porque celebrar requiere vitalidad, integración, colectividad, participación... Si a un pueblo le quitan sus celebraciones pierde su identidad. Cada cual le imprime su sentido. Para unos, tienen connotaciones eminentemente religiosas. Para otros, la evocación al santo patrono no es más que un pretexto para el jolgorio. Pero, en todo caso, las fiestas mayores dejan un recuerdo amable. El filósofo y sociólogo francés Émile Durkheim (1858-1917) dedicó parte de sus estudios al análisis de las fiestas determinando su poder aglutinante: «Toda fiesta, aún cuando sea puramente laica por sus orígenes, tiene ciertos caracteres de la ceremonia religiosa, pues, en todos los casos tiene por efecto acercar a los individuos, poner en movimiento a las masas y suscitar un estado de efervescencia». Una sociedad no puede sostenerse ni mantener su cohesión si no celebra periódicamente su mera existencia a través de rituales, de las fiestas mayores que son las que hemos comenzado a vivir en Torrelavega. Esto lo consigue aquí la Virgen Grande desde hace ocho siglos. Su origen es bien aristocrático y antecedió a la propia creación de la ciudad. No tuvo que buscar un santo que le alejara de pestes o calamidades porque, cuando Torrelavega se instituyó como comunidad, ya presidía la capilla de los Señores de la Vega la imagen sedente de la Virgen Pequeña que devendría con el tiempo en Grande. Cuando pasado mañana se repita el rito secular, del orgullo de Torrelavega saldrá el renuevo que la ha permitido sobrevivir como colectividad.

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