
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Finalizada la Guerra Civil, Torrelavega, como todo el país, trató de despertar del mal sueño que fue la lucha interna entre españoles. La que ya era ciudad, había bandeado con mejor suerte que otros enclaves la primera mitad de siglo, no en vano –al contrario que otras zonas de la provincia– contaba desde el inicio de la centuria con una de las grandes fábricas, Solvay, que había dado empleo a cientos de ciudadanos y atraído hasta Torrelavega a muchos trabajadores de la comarca, de los pueblos más cercanos. La introducción de una gran multinacional en momentos tan tempranos (1908), había hecho florecer otros sectores, especialmente el del comercio, que se había asentado de forma segura. Si además tenemos en cuenta que la Real Compañía Asturiana de Minas estaba en su mejor momento de extracción de mineral, se obtiene como resultado una situación sobresaliente para Torrelavega.
Pero la gran eclosión industrial, ganadera, comercial y social, se produjo en la década de los años 50 y 60, cuando hasta pomposamente, llegó a denominársele 'Ciudad del dólar'. El dinero corría de mano en mano y la ciudad se empingorotaba de su buena posición. Exceptuando algunas –muy pocas– dinastías con cierto aire noble, comienza a crearse un segmento social, aburguesado, proveniente del trabajo sencillo que prospera, hasta el punto de que a Torrelavega gustaba el presumir de disponer de una amplia capa social ennoblecida por 'la aristocracia del trabajo'.
Como se ha apuntado, Solvay y la Real Compañía Asturiana de Minas ya habían situado a la ciudad en una pronta expansión industrial que propicia la creación de pequeñas empresas y talleres auxiliares que someten a Torrelavega a un ritmo de crecimiento superior al de otras zonas de la provincia. De hecho, de los 7.777 habitantes con los que comienza el siglo XX, se planta en el ecuador de la centuria con 23.728 vecinos.
Siguiendo los importantes estudios realizados por Soledad Nogués, Pedro Gómez Portilla y Rogelio Olavarri, es fácil circular por los 25 años más brillantes de Torrelavega. Los expertos sitúan en la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y en la implantación de Sniace, el auténtico despegue que llevó implícito una transfiguración social y económica imparable hasta la acabada la década de los 70. Torrelavega reunía todas las condiciones para ser elegida por el desarrollismo como perfecto enclave: Una red de comunicaciones por tren y carretera capaz de dar salida a los fabricados e importar materias primas, un puerto cercano –Requejada– y una masa laboral deseosa de cambiar su destino. En 1956 ya eran 258 las pequeñas y medianas empresas y talleres especializados, nacidos a la sombra de las grandes: RCA, Solvay, Sniace y la General. Estas tres décadas 'maravillosas' –de 1940 a 1970– aceleran la formación social de una ciudad con pleno empleo, un obrero mixto que duplica sus ingresos, y un comercio que genera aún más puestos de trabajo.
Para tener una idea del nivel de bienestar que vivía Torrelavega, basta saber que, en 1956, solamente RCA, Solvay, Sniace y la General/Firestone, daban trabajo a 8.108 personas; en 1973 a 17.141 que ya en 1979 habían quedado reducidos a 6.913 empleos. Algunas cifras nos permiten comprender el fenómeno de crecimiento y riqueza que genera Torrelavega en el tronco del siglo XX.
Solvay –que además crea empresas filiales– sacaba al mercado, en 1950, 169.000 toneladas de sus diversos productos; en 1958 se había plantado en 253.513 y en 1964 en 377.594. A más producción, más empleo, especialmente en un momento en el que la sofisticación mecánica no se había abierto hueco en las masas laborales. En 1956 daba trabajo a 2.109 personas –gran parte de ellas de economía mixta–; en 1973 ya había bajado a 1.831 empleos, y en 1979, situaba la plantilla en 1.475 personas, muy lejos del medio millar que emplea actualmente.
Sniace le superaba. Diversifica sus productos y cuenta con el aliciente de que la autarquía quiere desvincularse de las importaciones para la obtención de rayón (celulosa textil) con lo que comienza su expansión. En 1957, daba trabajo a 3.450 personas, y en 1973, a 2.879, viéndose reducida la plantilla a 1.429 operarios y técnicos. Actualmente está cerrada.
La Real Compañía Asturiana de Minas aumentaba exponencialmente la extracción de mineral y en 1956 (justo un siglo después de iniciarse la explotación) empleaba a 2.185 trabajadores entre mineros y técnicos; 2.879 en el año 1973 y 1.429 cuando comienza el declive en 1970. Actualmente está cerrada y sin visos de futuro.
La Continental (después General y Firestone) se implanta en Torrelavega en el año 1935 como Continental; en 1952 se convierte en General y en 1976 en Firestone, produciendo en la planta de la avenida de Oviedo 9.864 toneladas de producto que en solo doce años eleva hasta 26.219. En el año 1956 daba empleo a 364 personas y en 1973 a 2.534 trabajadores, comenzando la década de los años 80 con la mitad de la plantilla. Actualmente, resiste con una nómina bastante mermada.
Pero no solo las grandes empresas floreaban la rica vida de los torrelaveguenses en la época que fluía 'el dólar'. El asturiano Armando Álvarez, en 1961, abrió su fábrica en Torrelavega a la sombra de Solvay dando trabajo en el año 1967 a 170 personas que pasan a ser 315 en el año 1973 y 589 en 1979. Actualmente, con unos 1.000 trabajadores en la planta de Torrelavega, es una de las grandes distribuidoras de empleo en la comarca.
En la época dorada de Torrelavega se crean, además, como hemos antedicho, multitud de pequeños y medianos talleres como Casto Arce, Alonso, Ferretera Montañesa, Obregón, Basauri, Vila o Landaluce, estas dos últimas aún pleno rendimiento. No pagaban sueldos tan rumbosos como las grandes fábricas pero todo caso era 'buenos' sueldos.
Toda la avalancha de trabajadores al calor del empleo que ofrecía Torrelavega, propician la transformación física urbana animada por la la construcción; se necesita levantar pisos para dar albergue a las miles de personas que llegan a Torrelavega. Además, el sector de los servicios proporcionaba autoempleo para los propietarios y dependientes de manera que, si en 1950 trabajaban en este sector 1.317 personas, en 1960, 1.076, y en el año 1980, ya había 3.274 empleados.
Trabajo significa dinero. Así comenzaron a llegar las entidades bancarias atraídas por salarios seguros. En 1947, la Caja de Ahorros; en 1967, el Banco Herrero; en 1970 el Banco de Bilbao y la Caja Rural Provincial; en 1973, los bancos Popular y Vizcaya; en 1974, el Central; en 1975, el Banco del Norte; en 1976, el Banco Atlántico (que dirigió muchos años Miguel Ángel Revilla); en 1977, el Banco Zaragozano, o en 1979, el Comercial Español.
Así, la empresa Sniace, en 1943 comenzó la construcción de un poblado para sus trabajadores en Barreda, la Colonia El Salvador, con viviendas para obreros, y junto a ellas, una iglesia y un colegio. En Torres, vio la luz otro poblado para trabajadores y empleados, además de un edificio para guardería infantil. A su lado, una colonia de chalets para los cargos y técnicos superiores. En 1954, se levantaron 250 viviendas promovidas por la Obra Sindical del Hogar
Por otro lado, empezó a desarrollarse urbanísticamente el barrio Nueva Ciudad en 1966, y en 1970 se amplió el parque de viviendas merced a las construcciones de pisos asequibles promocionados por la Obra Social de la Falange en Ganzo, Sierrapando y Tanos y al año siguiente, 432 pisos de la Obra Social del Hogar en el Barrio Covadonga.
De tal manera creció el municipio que si en 1950 se registraban 4.797 viviendas, en el año 1981 ya había alcanzado las 18.408, dando lugar a la fundación de empresas constructoras que, a su vez, multiplicaban los puestos de trabajo directos e indirectos: Obaya, Inmobiliaria Montañesa, Carabaza, Rotellla…, así como decenas de pequeñas empresas de contratistas.
Pero no solo las obras eran para uso residencial. En 1973 tuvo lugar un verdadero hito en la historia de la ciudad, la inauguración del Mercado Nacional de Ganados, una obra que fue la admiración del mundo ganadero europeo y que situó a Torrelavega en la referencia del la 'bolsa' ganadera del país.
La construcción religiosa también tuvo un avance importante, gracias a la acción de quien fuera señero párroco de Torrelavega, Teodosio Herrera, a cuyo empeño se debió la construcción de Santuario de la Virgen Grande y las iglesias de Tanos, Campuzano, Nueva Ciudad y barrio Covadonga, algunas de ellas de significativo diseño arquitectónico.
La asistencia sanitaria público-privada tuvo en Torrelavega puntos de inflexión importantes. Además de la construcción del ambulatorio de la avenida de Calvo Sotelo (ahora Centro de Especialidades de la Avenida de España), se amplió el Sanatorio El Carmen, fundado gracias a la agrupación de un buen número de médicos, que mantuvo un concierto con la Seguridad Social. En el barrio La Inmobiliaria (llamado así porque fue construido casi en su totalidad por Inmobiliaria Montañesa), un médico de Torrelavega, Teodosio Alba, levantó una moderna clínica 'Alba' –donde se atendían partos– también con concierto con la Seguridad Social. En el mismo barrio, la Cruz Roja ya había erigido un hospital de asistencias totalmente gratuita que igualmente tuvo concierto con la sanidad pública. Ninguno de los tres previven.
En 1950, Torrelavega tenía 23.728 habitantes, en 1960 había subido a 31.021 personas y en 1981, 55.786 habitantes. Actualmente lucha por no bajar de 50.000 personas. Aquél dólar es ahora más centavo.
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
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