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Basta con dar un paseo por el núcleo urbano de Torrelavega para entender a qué se refieren los comerciantes cuando hablan del declive económico de la ciudad. «Varitas mágicas» al margen, los negocios urgen una estrategia capaz de repensar una nueva identidad a la ... ciudad y aportar valor añadido de cara a los consumidores. Esa táctica se llama «plan de dinamización», para el presidente de la Asociación de Pequeños y Medianos Empresarios, Comerciantes y Autónomos de Cantabria (Apemecac), Miguel Rincón; «inversión de mucho dinero», para la presidenta del colectivo sectorial Oteando, Aurora Coterillo; «una mejor accesibilidad», para el presidente de la Cámara de Comercio de Torrelavega, Carlos Augusto Carrasco; o «una ciudad atractiva», uno de los conceptos que pone de acuerdo a las siete agrupaciones que componen la Mesa de Trabajo. Organizada por la concejalía de área, de Cristina García Viñas, este organismo municipal es como el laboratorio de ideas del que salen todas estas intenciones orientadas a «darle vida a la ciudad» y que los locales puedan «sobrevivir».
La receta para evitar un triste final y tratar de reavivar esos periodos de bonanza que caracterizaron a la Torrelavega de mediados del siglo XX pasa, en primer lugar, por «aglutinar a todos los gremios», como llama Salvador Vicente, de Comvega. «Es un trabajo conjunto. Los comercios nos tenemos que integrar, colaborar y buscar alternativas para, entre todos, conseguir una ciudad atractiva y apetecible». La idea de una urbe con una oferta rica en planes para sus vecinos es una de las máximas que él y sus colegas repetirán a lo largo de esta página: «Hoy no somos un punto de interés. Tenemos que ofrecer alternativas de entretenimiento, también los fines de semana. Hay que reinventarse».
No es el único que piensa así en la Mesa de Trabajo. «No puede ser que los domingos esté todo vacío». Las palabras de Aurora Coterillo, presidenta de Oteando, también encarna esa voluntad de reunir a todo el sector. «Hay que sentarse y profundizar», convoca, consciente de la «inversión» que, al margen de iniciativas puntuales, reclama la desertización de la ciudad. «Comercio, cultura, turismo, deporte... Todos juntos podemos impulsar una oferta que dé vida, que haga ciudad», propone, antes de ponderar la programación del Teatro Concha Espina en este reto y valorar, como otros portavoces, la «buena disposición» de la concejalía.
Todo ese 'menú' puede quedar empañado por otro elemento decisivo, la falta de aparcamiento, una traba para los visitantes que centra las palabras del presidente de la Cámara de Comercio de Torrelavega, Carlos Augusto Carrasco. «La regulación del aparcamiento hay que acometerla tarde o temprano. Necesitamos una ciudad accesible», subraya el responsable, no por ello indiferente al «desafío» de la venta a través de internet o a la «unidad» que requiere esta situación.
Esa realidad no es positiva. «Estos meses están siendo durísimos», relata la presidenta de la Asociación Nueva Ciudad, Marta Saiz. «Así no resistimos. Tienen que invertir en el comercio. Esto no se arregla si no es con dinero, incentivando el gasto», reclama. Aún con «buenas ideas» como el 'Bono 39300' -basada en vales de descuento-, el sector asiste a un goteo de cierres constante. Resultado: «Calles muertas, sin luz, vida ni color».
A la vista de los hechos, Alfredo Pozueta hace tiempo que dejó de ser tan optimista. Como presidente de la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Tanos, el empresario quiere conservar cierta fe, pero reconoce que las esperanzas no son muchas. «Activar un comercio muerto es muy complicado. Esto se ha dejado morir. Llegamos tarde, y no veo la luz».
Antes de las consecuencias, hay una causa, «que la gente no tiene dinero en el bolsillo». Julián Crespo, presidente de la Asociación EmTorre, atribuye la agudización de ese malestar a una coyuntura de inflación y heridas de la pandemia. «Puedes sacar a la gente a la calle, pero meterlas en las tiendas... Recetas mágicas no hay», señala, convencido de la pujanza del Concha Espina y una hipotética programación regular. «Sería fantástico».
Coincide Paula Palo, de la Asociación Impulso, antes de reivindicar las posibilidades de esta ciudad. «Hay que darle vida. Esto tiene un proceso, pero se verá. Torrelavega volverá a ser lo que fue. No podemos ir dando pena. Hay que aguantar», anima, antes de subrayar, como sus colegas, la importancia de una variada oferta de actividades y la «accesibilidad» para los visitantes.
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