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La Asociación de Hermanamientos de Torrelavega cumple 40 años y lo va a celebrar con la edición de un libro, exposiciones y charlas. Cuando la pandemia lo permita, va a recordar cuatro décadas de intercambios con las cuatro localidades hermanadas con la capital ... del Besaya: Rochefort Sur Mer (Francia), La Habana Vieja (Cuba), Daira de Zug (Sáhara) y Louga (Senegal). La llama de la amistad sigue viva especialmente con la ciudad francesa, mientras que los otros hermanamientos, realizados por solidaridad con localidades con escasos recursos, se han ido perdiendo.
La iniciativa partió de la Joven Cámara, un grupo de jóvenes emprendedores a los que todavía se recuerda en Torrelavega por su empuje y sus ideas renovadoras. España acababa de salir de la dictadura y las ansias de libertad y de romper el aislamiento predominaban. Del deseo de estrechar lazos entre los países europeos surgió el primer hermanamiento, con Rochefort Sur Mer, que se oficializó en 1982, aunque los intercambios deportivos, escolares y culturales, entre otros, ya estaban en marcha desde el año anterior. Fue el inicio de una amistad que, aunque con altibajos, aún perdura.
No se puede decir lo mismo de los otros tres intercambios. Ha pasado tanto tiempo (30 años) que muchos jóvenes torrelaveguenses desconocen que su ciudad está hermanada con La Habana Vieja y se preguntan por qué se llama así un pabellón deportivo de la capital del Besaya. Aquel hermanamiento, el más polémico, fue impulsado por el entonces alcalde, José Gutiérrez Portilla, y fue cayendo en el olvido con el paso de los años.
El alcalde de Torrelavega, Manuel Teira, y su homólogo francés, Jean Louis Frot, –ambos con corbata– presiden la plantación de un tejo en la ciudad gala en 1982.
El alcalde, José Gutiérrez Portilla, y Emilio Vega Padrón, representante de la ciudad cubana, firman el hermanamiento entre ambas localidades en la isla caribeña en 1992.
Cinco bomberos de Torrelavega y el máximo responsable del campamento saharaui posan para la fotografía en 2008, durante un viaje al desierto con ayuda humanitaria.
Las alcaldesas de la localidad africana y Torrelavega, Aminata M'Bengue y Blanca Rosa Gómez Morante, sonríen tras la firma del hermanamiento en la capital del Besaya en 2011.
El regidor socialista y Emilio Vega Padrón, representante de La Habana Vieja, la zona más antigua de la capital cubana, firmaron el acuerdo en 1992. Torrelavega puso en marcha entonces un programa de ayuda para impulsar la restauración del núcleo urbano cubano, unos 5 kilómetros cuadrados en los que todavía había restos de las murallas que durante siglos protegieron la capital de la isla caribeña.
Gutiérrez Portilla convirtió a Torrelavega en uno de los primeros municipios españoles en hermanarse con Cuba y en colaborar para rehabilitar La Habana Vieja, considerada Conjunto Histórico Artístico. El alcalde, que falleció dos años después, puso tanto empeño en aquella iniciativa que se convirtió en el único político no cubano al que el gobierno de la revolución dedicó una placa en una de las calles que ayudó a rehabilitar.
Los hermanamientos con las localidades africanas, Daira de Zug y Louga, llegaron en 2008 y 2011, respectivamente, y corrieron la misma suerte. Si en el caso de La Habana Vieja todavía se recuerda el envío de ayuda humanitaria por parte del Club Rotario, en el de Daira de Zug destacó especialmente el viaje realizado por cinco bomberos para apoyar al campamento saharaui. El coste económico de estos intercambios solidarios ha hecho fracasar algunas iniciativas, sobre todo en el caso de Louga.
Así lo reconocen el vicepresidente de la Asociación de Hermanamientos, Jesús Cancio, y el expresidente y responsable del área cultural, Carlos Ruiz. Ambos destacan el respaldo que recibe el colectivo por parte del Ayuntamiento, que le ha facilitado una sede -Centro de Mayores Ramiro Bustamante- y se hace cargo de los gastos de los intercambios, sobre todo los viajes.
Jesús y Carlos recuerdan que la asociación tuvo que suspender su calendario de actividades tras llegar la pandemia, hace casi dos años. Durante este parón obligado ha surgido la idea de celebrar el 40 aniversario con la edición de un libro, para el que cuentan con mucha documentación y la ayuda del historiador Miguel Ángel Sánchez. También están dispuestos a organizar exposiciones fotográficas y charlas que resuman una trayectoria de la que se sienten orgullosos. Eso sí, reconocen que, al igual que ocurre en otros muchos colectivos, necesitan relevo generacional para seguir avanzando.
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