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Cambio de planes con respecto a uno de los proyectos más importantes que el Gobierno de Cantabria tiene preparados para Torrelavega. La Consejería de Cultura ha decidido modificar el proyecto de la primera fase de La Lechera, en obras desde el verano pasado, para ... redistribuir algunas partidas consignadas en estas labores. Serán ejecutadas en otro momento por una pura decisión técnica. Todo esto no debería afectar al presupuesto; a los plazos -de doce meses-, no está tan claro. En el Ejecutivo regional trasladan precisamente que están a la espera de ver si esto se traducirá en un retraso. De ser así, esta primera fase, orientada a transformar una parte de la antigua azucarera en un museo, se solaparía con la segunda, la destinada a cobijar a las escuelas de arte -dispersas por la ciudad desde hace años-.
La incógnita sobre si esas dos partes se superpondrán y los plazos de La Lechera en general deberán resolverse en unas semanas, tras la celebración de la comisión mixta que integran el Gobierno regional y el Ayuntamiento de Torrelavega. Esa es la razón por la que se van a reunir: ir planificando tanto el fin de la primera fase como la licitación de la segunda, de la que se encargará la Administración municipal. «De ahí saldrá un cronograma más claro», avanzaban esta semana desde el Ejecutivo.
12 meses de plazo
de ejecución marca el plan de obra para la primera fase de La Lechera.
Se suponía que el de la primera fase ya estaba claro. Han pasado unos siete meses desde que ese calendario sobre la transformación del complejo fabril en el primer museo de Torrelavega echó a andar a principios del verano pasado. Ese día, las palas de SIEC -la constructora que se hizo con ese contrato por 4,3 millones de euros- empezaron a materializar la creación de ese gran espacio expositivo, proyectado sobre unos 1.230 metros cuadrados del recinto.
Las labores que se han desarrollado desde entonces -y a las que, técnicamente, deberían faltar unos cinco meses- atañen de forma fundamental a las cerca de mil obras de arte contemporáneo que componen la Colección Norte, dispersas en distintos despachos, sedes y almacenes de la Administración desde los años 90. Por eso es importante la primera fase de La Lechera: porque pone fin a la diáspora del activo cultural y permite a Torrelavega estrenar, por primera vez en su historia, un museo con muestras periódicas con el que posicionarse firmemente en el mapa del turismo cultural. Otra cosa es que esos trabajos terminen en los 12 meses de plazo marcados y que ese museo esté preparado para recibir visitas este verano.
Entre tanto, y plazos al margen, el complejo se ha despedido en las últimas semanas de algunas naves tan antiguas como la propia Azucarera Montañesa, del siglo XIX, fundada en diciembre de 1899 y en el marco del florecimiento en España de numerosas fábricas de azúcar de remolacha -estrechamente ligado a su vez a la pérdida de las colonias, como Cuba (1898)-.
Aquel pasado próspero como azucarera, fábrica de leche condensada y derivados o feria de muestras va diciendo adiós poco a poco para encarar un mañana muy distinto en el siglo XXI. Cantabria va a invertir mucho dinero en ese futuro: no sólo 4,3 millones. Quedan otros 10,3 pendientes en la licitación de la segunda fase. Y todos parecen bien atados. Ya en septiembre, el Consejo de Gobierno aprobó destinar 8 millones a esa parte; el Consistorio, por su parte, ha captado otros 2,3 en fondos europeos.
La ejecución de estos trabajos y, con ella, la adecuación de estos 3.650 metros cuadrados es seguramente la que más expectativas genera en la capital del Besaya. No en vano servirá para acabar con la dispersión no de los cuadros del Gobierno, sino de las escuelas municipales de arte (de arte, folklore, circo...), que desarrollan su actividad en algunas sedes precarias, en diferentes puntos de la ciudad.
El proyecto de La Lechera, catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2020, viene a cumplir muchos compromisos como ese. Y hay más. Han pasado siete años desde que, por primera vez y todavía con la resaca emocional que supuso perder la sede del Museo de Prehistoria de Cantabria (Mupac) -un desengaño que todavía escuece en Torrelavega-, los políticos del Gobierno de Cantabria empezaron a asociar el futuro del antiguo complejo fabril al de un centro cultural, un revulsivo llamado a posicionar a la ciudad como una de las paradas obligadas del itinerario artístico del norte de España.
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