Denuncia a un taxista por «no permitir la entrada del perro guía» y dejarle «tirado»

La polémica podría abrir una discusión sobre el derecho de admisión y los espacios privados si no fuera porque el Parlamento de Cantabria ya aprobó una norma específica para blindar el acceso de los perros de asistencia -Ley de Cantabria 6/2017, de 5 de julio-. Y este reglamento es meridianamente claro. Siempre que el usuario acredite el adiestramiento, la situación del can como lazarillo en activo, sus condiciones higiénicas y de salud y, sobre todo, su responsabilidad como propietario, compañeras como Zyfa tendrán derecho a acceder a un taxi, una tienda o unos grandes almacenes, por nombrar tres ejemplos. Las ordenanzas locales también se hacen eco de ello -incluida la de Suances-.

Sólo existen unas pocas excepciones, y están contempladas en el artículo 18 de dicha ley: desde zonas de manipulación de alimentos y de acceso exclusivo del personal de restaurantes, dentro de la hostelería; «quirófanos y todo espacio de cuidado y tratamientos que, por su función, deba estar en condiciones higiénicas especiales, en los centros sanitarios; el agua de las piscinas y parques acuáticos; o el interior de las atracciones en los parques de atracciones. Por lo demás, los perros de asistencia pueden guiar a sus dueños hasta donde sea.

La cuestión aquí es que, según el conductor, nada de lo ocurrido el pasado 1 de enero tuvo que ver con leyes ni canes sino con las formas. «Cuando llegué, le dije que podría haber avisado de que iba con perro. De ese modo hubiera mandado a otro coche porque yo trabajo con clientes del centro de día, entre ellos alérgicos a estos animales. Se lo dije amablemente, pero se puso nervioso, empezó a pedirme la licencia y amenazarme sobre mi futuro en este trabajo», relata, antes de zanjar el asunto, pedir disculpas, «también respeto», y recordar que evadió el viaje no por el perro sino «por no calentar más el tema». Con todo, lamenta: «Me quedé mal»

El resultado es que, en Año Nuevo, no hubo ningún colega disponible para trasladar a Ruiz-Capillas a Torrelavega. «Finalmente fue un familiar quien nos llevó», terminaba ayer el escritor. Entre tanto, a sus pies, Zyfa, una labrador retriever de 9 años, permanecía quietísima, demostrando una complicidad que, anteriormente, ya le han regalado otros dos amigos de cuatro patas. Esas relaciones y su experiencia como invidente integran el conmovedor relato de 'Emociones de un binomio' (2020), una obra a la que más tarde siguió 'La gran movida en la Ciudad del Dólar. En la década de los 80' (2022).