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Alguno en Torrelavega ya la ha bautizado como la 'palmera calva'. Sin hojas desde que fue intervenida de urgencia por los expertos contratados por el Ayuntamiento, hace cerca dos meses, la arecácea que, junto a otra en mejor estado de salud, se debate entre la ... vida y la muerte frente a la iglesia de La Asunción se ha convertido en un ejemplo paradigmático del daño que ha causado el picudo rojo en la ciudad. La Concejalía de Medio Ambiente está intentando salvar la vida a los ejemplares afectados por este insecto, una plaga que se alimenta de las palmeras hasta acabar con ellas y que está poniendo en guardia a todas las administraciones. La de Torrelavega no es una excepción; de hecho, el Ayuntamiento está a la espera de los informes técnicos de la empresa especialista que contrató 'ad hoc' hace unos meses. Serán sus expertos los que determinen el diagnóstico o, en el peor de los casos, confirmen la defunción del ejemplar más afectado.
La citada 'palmera calva' es el caso evidente del daño que el picudo rojo puede llegar a causar, pero no es la única. Están afectadas otras ocho: su 'hermana', también en La Asunción; tres más, en el Centro Nacional de Fotografía; dos en la Agencia de Desarrollo Local; y otras dos en el recinto de La Lechera. El objetivo del contrato, realizado de forma urgente y con una duración de un año, es la prestación del servicio de control mensual, revisión en altura, seguimiento y tratamientos químicos contra la plaga que afecta a las referidas palmeras, todas de gran porte.
Y en ninguna otra se ha cebado tanto el 'bicho' como con esta palmeras junto a La Asunción. De hecho, aquí empezó todo; en noviembre, el Consistorio llegó a estimar que sólo eran estos los ejemplares afectados. Medio año después, la palmera sigue en tratamiento, manteniendo en vilo a los más apegados a esta imagen emblemática de la ciudad.
De fallecer, el picudo rojo acabaría con 116 años de historia junto a La Asunción. Una placa frente a los ejemplares recoge brevemente el origen de estas palmeras en este punto de Torrelavega: se plantaron el 27 de abril de 1908, donadas por Juliana García del Cerro, tras oficiar su primera misa uno de sus hijos: el sacerdote diocesano Felipe García de La Rasilla.
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