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La estación del Norte, en Sierrapando, se inauguró hace 166 años, con la apertura al tráfico del tramo Los Corrales de Buelna-Santander, el 10 de octubre de 1858. Es la más antigua de Torrelavega y una de las pocas que queda en pie de ... toda esa línea férrea original, la de Alar de Rey-Santander. Limitado a su papel como apeadero desde hace muchos años, su histórico inmueble, aunque registrado en el Plan Especial de Protección y Catalogación del Patrimonio Arquitectónico de la ciudad, carece de rumbo desde hace décadas. La última dirección que ha propuesto la Administración para él estaba orientada a la cultura: alquilarlo a Renfe, reformar el edificio con 400.000 euros y darle una salida como espacio para la creación artística y bandas de música. Aquello lo propuso la Consejería de Cultura a finales de la anterior legislatura y no se ha traducido en nada. Por los problemas con el convenio para su alquiler y otras gestiones, primero; y por la decisión del nuevo Ejecutivo (PP) de echar el freno a la rehabilitación, después.
Razonaba en noviembre del año pasado el departamento de Eva Guillermina Fernández que no encargaría esa reforma hasta concretar los detalles de la gestión del proyecto. Qué se va a hacer ahí, quién lo va a gestionar, cómo… El Ayuntamiento llegó a levantar la mano ofreciéndose voluntario, pero ninguna novedad se ha producido en ese expediente desde que el Ejecutivo, que tiene reservados 282.991 euros este año –y otros 339.589 el año que viene– optó por esta vía. Entre tanto, el histórico inmueble de la estación del Norte estira su letargo y la falta de rumbo de la que hablan las Administraciones desde hace décadas.
'Estación en vía muerta', titulaba la sección de Torrelavega de El Diario Montañés un 10 de febrero de 1999. Para ser justos, el inmueble estaba más muerto entonces que ahora. No porque ahora lo utilice más gente –está cerrado a cal y canto–, sino por la rehabilitación urgente que, después de años de desprendimientos, quejas y un vallado de seguridad, se tuvo que ejecutar en la zona en 2018. Desde ese día, sus ventanas tapiadas y los grafitis de las paredes no han sido testigos más que de los cerca de treinta trenes de Cercanías que –de casi siete de la mañana hasta pasadas las once de la noche–, vienen y van frente a la instalación todos los días del año.
Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo, ya lejano, en que el día a día de esta parada daba muestras de un presente más consolador, hasta sublime, de la ciudad y su primera terminal, por entonces la estación por antonomasia en aquella capital del Besaya que empezaba a crecer y a ostentar con personalidad su papel como cabecera de comarca.
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Hay anécdotas muy singulares de aquella época. Se puede hablar por ejemplo del 6 de agosto de 1881 cuando, cerca de las doce del mediodía, toda la familia real, con Alfonso XII a la cabeza, se apeó ahí, en Sierrapando, para almorzar en la casa del marqués y exministro de Guerra, Francisco de Ceballos. En realidad, los reyes se dirigían a Comillas, invitados por Antonio López, marqués de dicha localidad, pero sus majestades pararon antes en Torrelavega. Imagínense la estampa: un carro tirado por mulas calle abajo y al ritmo de la música y las campanas de bienvenida hasta Julián Ceballos;aquí, un gran arco de laureles y banderas nacionales y austríacas –en guiño al origen de la reina, María Cristina de Habsburgo-Lorena– para saludar a la comitiva real.
Anécdotas como esa reflejan la cara suntuosa y magnífica del pasado, una pequeña fracción de segundo entre las miles de historias que atesoran los torrelaveguenses. La estación del Norte y las personas que le dieron uso –y razón de ser– durante décadas acumulan miles de preciados recuerdos. Algunos de los mejores quedaron seguro en la antigua cantina, así como en las idas y venidas de tantos niños de Sierrapando y Torrelavega, que recuerdan con cariño a los chóferes, taberneros, amigos y familiares ligados a ese pasado.
Iban y venían todos los días, parecido a las críticas que los socialistas lanzan ahora contra el Ejecutivo, por, según dicen, paralizar el proyecto. Han pasado ya tres años desde que, con Pablo Zuloaga en la Consejería, el Gobierno regional puso el posible futuro cultural de la parada encima de la mesa. A aquel anuncio seguiría una rueda de prensa un año después donde se habló de la disección del edificio en distintas salas. Tras varias décadas con poco más que contar que su pasado, parecía que la estación podría tener también un futuro por delante.
La continuidad del proyecto viene estando en entredicho por parte de los socialistas desde que perdieron el poder. No sólo en noviembre, tras la noticia sobre la decisión de la Consejería de frenar el asunto, sino esta semana. La Consejería no tiene «interés de desarrollar la agenda de compromisos que tenía el Gobierno regional con la ciudad», reprochó Zuloaga el viernes.
Cada vez que este cuestiona la fe del PP en el proyecto, los populares le piden que deje la «demagogia». También desde las filas de Torrelavega. Miguel Ángel Vargas, líder en la ciudad y diputado regional, siempre ha sostenido que el «compromiso» de Cultura es firme. De eso y de defender a la consejera, razonando que, antes de reformar, conviene «determinar la gestión una vez que el edificio esté funcionando, algo que no fue capaz de hacer Zuloaga, salvo que estuviera pensando en privatizarlo».
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