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Después de 15 metros de paseo con 120 kilos en cada mano, el cuerpo empieza a cambiar de color. Y no es el sol del ... veranillo de San Miguel, que pegó fuerte ayer en Torrelavega, lo que enrojece los brazos y las caras de los atletas más fuertes de España. Esto se debe a la fatiga extrema, a los síntomas de una piel que trata de respirar por cualquier poro, desde una vena abultadísima, una mirada inyectada en sangre hasta la propia voz, que clama por un poco de aire y se desata en un grito de pura adrenalina hasta que los dedos ya no pueden más. Cuando el lastre golpea el suelo, se levanta una nube blanca de magnesio y la ovación de los asistentes del ferial de Ganados, que alientan al deportista a intentar la proeza otra vez.
Quedan otros cinco metros de ida, ahora con 140 kilogramos en cada mano; 20 de vuelta, con 160. Adrián Vela agita sus manos, tapia sus ojos, se encoge y hace un esfuerzo titánico para levantarse y superar la marca de sus rivales, que lo animan como si el zaragozano fuese su hermano. «¡Vamos Adri!», «¡dale, dale!», «¡una más, que sí!», «¡tú puedes!», alternan desde la carpa, el oasis donde estos forzudos se hidratan, relajan y charlan de la vida en cada receso de la competición, la Liga Nacional de Fuerza.
Mathew Riddal se hizo con la victoria en el torneo disputado ayer en Torrelavega. El 'vikingo' fue el forzudo que obtuvo mayor puntuación tras las cinco pruebas disputadas en el ferial, lo que le coloca como uno de los candidatos a la Liga Nacional de Fuerza 2022 junto al catalán Juan Ferrer –campeón en 2020 y subcampeón en 2021–. Ambos se disputarán el título en los dos torneos restantes de la competición, que se celebrarán en noviembre y diciembre. La organización aún baraja fechas y destinos concretos, pero prevé que la final se celebrará bien en Madrid o en el municipio catalán de Deltebre (Barcelona).
Llevan años cruzándose en diferentes pruebas a lo largo de España y los ocho se conocen bien. «Somos como una pequeña familia», explicaba Daniel Aroca, de Sevilla, todavía ocupado tratando regular su respiración después de arrastrar un camión de 10 toneladas por el aparcamiento del ferial. No se había sentado aún cuando advirtió a sus rivales,«pesa un huevo», como los diez que batió ayer para desayunar temprano y nutrirse antes de poner sus músculos y articulaciones al límite.
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Muchas veces, esa tortilla de «cuatro 'papas'» entra mejor antes que después. Depende de cada uno. Daniel Miguel, madrileño de 47 años, se ha visto en todas. «A veces se cierra el estómago, pero otras...», declaraba justo después de dedicar varias alzadas de furgoneta –de 3.500 kilos– al público del Mercado Nacional de Ganados: «¡Esta va por Torrelavega!». Muchos echaban mano de su teléfono móvil para inmortalizar lo increíble;otros, se echaban las manos a la cabeza.
«No me lo puedo creer», resumía una señora, una de las muchas decenas de visitantes que disfrutó con cada una de las demostraciones. El público se lo pasó bien en el ferial, igual que los propios 'strongman', naturales de Zaragoza, Deltebre y El Prat de Llobregat (Barcelona), Manacor (Mallorca) y hasta Inglaterra –caso del 'vikingo' Matthew Riddal, residente en Tenerife– que encuentran en estas pruebas una rutina alejada de su día a día. «Al final te olvidas de los números o las marcas. Es una vía para disfrutar», reconocía Miguel, no sin advertir de la preparación que requiere este tipo de desafíos:«Esto no se entrena en un gimnasio normal».
Como él, dedicado al montaje industrial, los hombres más fuertes de España no viven sólo de tirar de camiones o levantar furgonetas. Ahí está Vela, vigilante de seguridad en el consulado de Rumanía, en Zaragoza; Aroca, fabricante de piscinas en Sevilla;o Joan Ferrer, agricultor de arroz a orillas del Delta del Ebro.
Noemí Alberola sabe bien como funciona esa conciliación. Ella, podóloga, ha cerrado su consulta en Barcelona este fin de semana para animar a su pareja, Víctor Casado. De lunes a viernes, él trabaja en una empresa de camiones;los fines de semana, los arrastra. Eso sí, ella, con sus ánimos, le echa tanto arrojo como él. «¡Vamos, que sí!», «¡va, va, tú puedes!». Su apoyo fue uno de los más persistentes durante toda la mañana. «Luego me dice que sólo se me oye a mí», bromeaba, antes de señalar el carácter positivo de la experiencia y la «unión» que ha supuesto para ambos.
Pero si hubo una voz que no sólo se alzó por encima de las demás sino que guió el espectáculo durante toda la mañana fue la de Emilio Marquiegui, creador de la Liga Nacional de Fuerza en España y principal importador de un deporte con mucho más arraigo en países del norte de Europa o Estados Unidos.
Si los forzudos conforman una familia, él es el padre. «Emilio, necesito hielo», «¿Emilio, ahora qué toca?», alternaron los competidores durante toda la mañana, cada vez que el presentador desconectaba el micrófono y atendía a los atletas. Terminado el evento, su balance no podría ser más positivo. «Ha sido uno de los mejores torneos que hemos celebrado», extraía el organizador, satisfecho con unas instalaciones «perfectas» y agradecido a la colaboración de la concejalía de Deportes del Ayuntamiento, que no descarta acoger otra cita de la Liga de Fuerza en 2023.
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