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David Bustos (Palma de Mallorca, 1990) es un buen ejemplo de que la vida da muchas vueltas. Primero las dio entrenando hasta convertirse en un atleta de élite y ahora las está dando al margen del deporte, primero trasladándose a Cantabria por amor y después ... convirtiéndose en policía local para tener su vida «enfocada y resuelta». Ayer viernes acabó su periodo de formación, el lunes comenzará a patrullar las calles de la ciudad y el jueves tomará posesión como nuevo funcionario de carrera en la Comisaría de Torrelavega.
El joven recuerda que fue un niño inquieto que se apuntaba a todas las clases extraescolares porque le gustaba probar «todos los deportes». Un día, con 15 años, corrió una carrera de mil metros organizada en el instituto y le sacó al segundo «30 o 40 segundos». Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo suyo era correr. Lo confirmó realizando poco después una prueba con la Escuela Balear de Deportes.
David iniciaba entonces una trayectoria que le iba a convertir pronto en una firme promesa del atletismo español. A los 16 años ya le patrocinaba Nike. Se especializó en carreras de medio fondo, destacando en la prueba de 1.500 metros. En una concentración conoció a Talania Buría, atleta cántabra que llegó a ser campeona de España de 400 metros vallas en categorías inferiores, y su vida volvió a girar. «Nos hicimos amigos y después, en 2010, empezamos a salir. Estoy aquí por amor a la que hoy es mi mujer», confiesa. Ella es de Cartes y viven en Las Presillas. Tienen una hija de tres años.
David Bustos | Policía local y atleta
A ese amor se unió después otro: «Supo venderme tan bien esta tierra que me enamoré de ella. La primera vez que vine a Cantabria me enseñó toda la costa hasta San Vicente de la Barquera y después me llevó a Potes a comer un cocido lebaniego, que se convirtió en una de mis comidas favoritas». «Esta tierra también me conquistó -añade-, por eso estoy viviendo aquí. Me siento como en casa, aunque en principio no era el mejor clima para entrenar, sobre todo en invierno, pero al final todo salió bien».
Tanto fue así que en 2012, cuando empezó a vivir en Cantabria con su pareja, obtuvo su récord personal en 1.500 metros: 3 minutos y 34 segundos. Aquí entrenó durante dos o tres años con una de las leyendas del deporte cántabro, José Manuel Abascal, medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (1984). Con él obtuvo magníficos resultados pero su mejor año no llegó hasta 2016: finalista en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro (séptimo clasificado) y medalla de plata en el Europeo de Ámsterdam.
«Me fui a entrenar a Ibiza y aquello también salió bien -explica-. Alcancé la cima. Ser finalista olímpico es el resultado que más cariño tengo. Son cosas que no se olvidan. Competir con los mejores del mundo, el estadio lleno, el rugido del público mientras estás corriendo...».
Aquel año fue también en el que empezó a pensar qué iba a ser de él cuando dejase el atletismo: «Empecé a mirar lo de las oposiciones para ser policía. Tenía 26 años y me quedaba un ciclo olímpico que esperaba fuese el mejor, pero llegaron las lesiones y el covid y todo se torció. Esto no es fútbol, aquí no se ganan esas millonadas y tienes que pensar en qué vas a trabajar en el futuro. Yo he podido ir tirando hasta aprobar la oposición con lo que tenía ahorrado».
En 2020 su intención era ir a Soria a preparar los Juegos Olímpicos de Tokio, pero llegó la pandemia y se quedó sin club, sin patrocinadores, sin becas, sin ingresos... Fue cuando tomó la decisión de apostar por la estabilidad laboral y le volvió a salir bien, porque tuvo la «gran suerte» de poder sacar una plaza de policía local, algo que «no es nada fácil». «Me costó más sacar la oposición que preparar unos Juegos Olímpicos», confiesa. Y explica por qué: «Trasladé al estudio todo el esfuerzo y la disciplina que requiere el atletismo de élite, pero aún así no era suficiente. Yo soy de matemáticas y tener que empollar todo eso, aprenderlo de memoria, fue mucho más duro que ir a entrenar».
Ahora David ve el futuro «muy bonito» en una ciudad en la que se siente como en casa, porque a él no le gustan las urbes grandes, prefiere otras más pequeñas, como Torrelavega, en la que «tienes de todo, cerca y sin agobios». Además, su lugar de entrenamiento son las pistas del Complejo Deportivo Óscar Freire.
Su próximo reto es «volver a correr», pero de una manera diferente y no sabe a qué nivel: «Conozco bien todos los sacrificios que implica ser un atleta de élite y ahora tengo una familia y un trabajo. Aquella época ya la viví y me gustaría despedirme de otra forma. Me hubiese gustado decir adiós en Tokio, pero llegó la pandemia. Me gustaría hacer una buena temporada para sacarme esa espinita». Mientras tanto, los cacos lo tienen difícil en Torrelavega: «Si me toca correr detrás de alguien pues eso que me quito de entrenamiento».
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