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Tres años después de reabrir sus puertas la fábrica de Sniace vuelve a ver cómo por encima de sus muros sobrevuela el drama del paro tras el expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) que se aplicará el año próximo a 229 de los 427 ... trabajadores del complejo fabril de Torrelavega. Las familias se encuentran desanimadas y preocupadas y los trabajadores consideran que «una vez más se repite la historia en esta fábrica» y «siempre por Navidad».
Sergio Revuelta Quevedo, que lleva casi 20 años en la empresa, le pone hoy rostro a la preocupación de muchas familias. «La gente está desanimada porque tienen dudas, al principio porque no sabemos cómo iba a ser el ERTE y luego porque cuando empiezas así, los compañeros se preocupan por el futuro de la empresa, y eso sin olvidar que el año próximo Sniace tiene que pagar el 45% de la deuda», apunta. Este vecino de Arenas de Iguña, que trabaja en la planta de producción de celulosa, es uno de los afectados por el expediente de regulación temporal de empleo y aunque es soltero y no tiene cargas familiares como otros empleados, recuerda que también tiene que «pagar una hipoteca». Sergio Revuelta considera que «este tipo de situaciones, aunque no se pueda hablar de alarma, generan mucha incertidumbre entre los trabajadores porque además no conocemos toda la información, sólo la que le interesa a la empresa».
427 trabajadores tiene Sniace en la actualidad repartidos entre las plantas de Viscocel y Celltech
229 empleados se verían afectados por el expediente de regulación temporal de empleo (ERTE).
Afiliado al sindicato USO (Unión Sindical Obrera), él ya sabe lo que es estar engrosando las listas del paro. Tras el cierre de Sniace, «estuve tres años ganándome la vida como podía». Una situación que espera «no se vuelva a repetir» en una fábrica que «en sus mejores tiempos, después de entrar con solo 21 años, llegaba a producir 200 toneladas diarias». Recuerda que entró hace dos décadas en la planta de lavado y a los once meses ya fue contratado como fijo, primero en Lilion y «cuando en Sniace éramos más de 700 trabajadores». «Hubo años muy buenos, 2004, 2005 y 2006, después llegó la crisis, que igual aquí entró algo más tarde, y además surgió el problema de la planta energética hasta el cierre de la fábrica durante tres años. Un palo para los trabajadores y una mala sensación que ahora volvemos a sufrir y que duele más después de buenos años en los que los almacenes de celulosa estaban vacíos y los camiones salían cargados con pedidos», comenta. «Es que la planta de producción de celulosa siempre funcionó muy bien», añade.
Después de vivir encierros de sus trabajadores, plantear planes de distinta índole y abordar tres ampliaciones de capital que no dieron resultado, Sniace entró en barrena y no pudo evitar presentar concurso de acreedores. En 2013 cerró las instalaciones para volver a abrir en 2016 con una plantilla de 440 personas. Genaro González Fernández es uno de aquellos currantes que vivió las primeras movilizaciones. Jubilado hace 14 años, sigue acudiendo a las asambleas de los trabajadores porque «yo he pasado por esto y no quiero que esta gente vuelva a sufrirlo».
origen
Después de 42 años en la plantilla de Sniace, pasando por todos los rincones del complejo industrial (Servicios Químicos, CMC y Celulosa), lamenta la situación que se plantea y asegura que «al final siempre pagamos los trabajadores». «Nosotros llegamos a estar 48 días encerrados en el año 1993 hasta que conseguimos que se arrancara la fábrica de nuevo, y ahora quiero dar todo el apoyo a los compañeros para que no se vuelvan a producir situaciones así», explica.
cierre
En su época gloriosa, que fue duradera, Sniace llegó a superar los 4.000 trabajadores, siendo la bandera industrial de la comarca del Besaya y una referencia también en la órbita social y deportiva. Contaba con instalaciones que hoy parecen una ruina, con cristales rotos, edificaciones medio abandonadas y las zonas verdes deprimidas. Mariana Rodríguez Alonso, aunque solo tiene 33 años, sabe lo que fue la época de 'vacas gordas' en la planta. Su madre, ahora jubilada, fue personal de las oficinas y su tío trabaja en la actualidad en la producción. Ella está en los laboratorios de Sniace, donde ha trabajado en distintas fases. Reconoce que la noticia del ERTE ha sentado «como una bomba entre los empleados». «Sobre todo te genera incertidumbre, tanto para el que tiene familia, como para el que no; a todos nos preocupa no saber lo que va a ocurrir con nuestro futuro laboral», afirma.
Según Mariana, aunque cada situación personal es distinta, «todos tenemos que pagar hipotecas, alquileres, y eso no se paga solo, hay que tener un sueldo». En este sentido, admite que el desánimo entre los trabajadores «es grande» pero «sobre todo entre los eventuales, que lógicamente se encuentran en una situación más delicada que los fijos». Esta joven, natural de Torrelavega pero vecina de Cabezón de la Sal, se lamenta porque «los que ya llevamos tiempo en Sniace nos decimos 'otra vez', y es que parece que es el destino de esta fábrica: abrir y cerrar».
Fernando Oreña Estrada, joven trabajador de la planta de Celltech, ya sabe lo que es irse a casa después de que le «pillara» el cierre de 2013. «Sniace es como una montaña rusa, hay rachas buenas y rachas malas, pero el problema es que las consecuencias siempre las pagamos los mismos», declara. «La gente ya está cansada y un poco harta porque además no hay apenas información», se queja.
Actualidad
Con mujer y dos hijos, de 8 y 5 años, Fernando explica que «la situación es de preocupación» porque «la fábrica está funcionando aunque en el último mes la producción ha bajado, además de que el precio de la celulosa está por los suelos y es mayor el coste de la planta que lo que supone la venta. Si a ello se une el problema de los aranceles con la 'guerra' entre Estados Unidos y China es la tormenta perfecta para Sniace».
De hecho, comenta que «en casa ya me dicen: 'Vete buscando otra cosa por si acaso'». «Las malas noticias en Sniace siempre llegan por Navidad, la otra vez fue un 28 de diciembre, muchos pensaban que era una broma y no fue así, y ahora parece que tampoco», señala.
En la actualidad, tras cambiar el equipo directivo el pasado enero con el nombramiento como presidenta de Gema Díaz en sustitución de Blas Mezquita, que estuvo 22 años y dimitió tras ser imputado por un delito medioambiental, Sniace inició una nueva etapa que esperaba ser la definitiva para volver a respirar. El principal paso era la nueva ampliación de capital, por valor de 32,6 millones de euros. Del total, 12 millones iban destinados a inversiones y el resto a cumplir con la deuda concursal (nueve millones) y circulante.
Y en mitad de esta etapa que se esperaba de consolidación llega la propuesta de expediente de regulación temporal de empleo. Para Loli López Ruiz, prejubilada y una histórica de la lucha por la supervivencia de Sniace, «es un auténtico jarro de agua fría». También pasó por Lilion en los buenos tiempos de la empresa, que a su juicio «está marcada por las paradas y los cierres». Coincide en que la situación de incertidumbre se extiende a toda la comarca, donde «el tejido industrial está herido de muerte». «La preocupación es muy grande porque no tenemos nada más y la gente no tiene con qué vivir», apostilla.
Otro de los que entró a la fábrica casi recién salido del colegio fue Isidro Sánchez: «Aunque los que llevamos años aquí ya hemos pasado por ello, la preocupación es la misma o más grande, porque cada vez es más difícil luego encontrar otro trabajo». Con un hijo, ya universitario, estudiando fuera y su mujer en paro, ve el panorama «complicado». «No conocemos todas las razones, pero que se vayan más de 200 personas a la calle es un drama», lamenta.
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