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Imposible que San Pelayo, nacido en 911, adivinara que un pequeño pueblo de La Montaña le elegiría como su patrono. Fue un cristiano martirizado durante el emirato de Abderramán III y canonizado posteriormente por la Iglesia católica. Cada día 26 de junio, los 354 vecinos de este pueblo integrado en el municipio de Torrelavega celebran por todo lo alto su fiesta anual. Lo que no saben ahora mismo es si podrán rezar y procesionar al santo el próximo verano.
La situación de la ermita que desde hace un siglo acoge la imagen de San Pelayo, pequeño templo donde se han bautizado casi todos los nacidos en este pueblo, amenaza ruina. Su ubicación la enfrenta con las altas torres del ciclo combinado de Sniace, que la ha ido rodeando, ahogando su territorio y dejándola como una especie de 'aldea gala' irreductible ante quienes la amenazan con su desaparición.
Las humedades y la falta de interés de casi todos los que no son vecinos de Dualez están haciendo un trabajo silente y destructivo que acabará con esta recoleta iglesia parroquial si alguien no lo remedia pronto. José Manuel Ortiz del Solar, responsable de Patrimonio del Obispado de Santander, ha anunciado en este sentido que la Fundación Botín y el Obispado se han comprometido a aportar 25.000 euros cada uno para reparar el templo, ya que hasta ahora sólo se contaba con la insuficiente ayuda de los propios vecinos que aportan pequeñas cantidades.
La iglesia de Dualez -el acento nunca existió y lo instituyó erróneamente un maestro de la postguerra- es una construcción del siglo XIX levantada en una sola una nave. Está rematada con una espadaña de doble tronera acabada con frontón triangular, en cuya parte superior central se alza una cruz de piedra y en cuyos extremos adornan dos bolas herrerianas. El acceso al campanario, de donde por cierto robaron una de sus dos campanas, se hace por una escalera exenta a la nave del templo que acoge la imagen de su santo patrono.
Precisamente, el campanil es el que está facilitando que entre el agua en el interior de la ermita y se haya desparramado por sus paredes haciendo inviable ya el uso de una parte del interior del edificio. Las humedades se han adueñado del espacio poniendo ya en serio peligro pisar el pequeño coro que amenaza ruina y que ha sido clausurado. Se ha cerrado para evitar algún accidente más que probable si se utilizara. Los feligreses de Dualez son, como ya en la mayoría de los templos, casi todas personas mayores que no pueden exponerse a los niveles de humedad que se respira, se huele y se sufre en el interior.
El párroco, José María Díaz, ha hecho nuevamente un llamamiento a las autoridades civiles y religiosas de Cantabria para que sus feligreses no pierdan su referencia religiosa, la única de su pequeño pueblo, situado a dos kilómetros y medio del centro de Torrelavega, asfixiada por una fábrica y casi olvidada por los guardianes de la arquitectura.
Hace 17 años se hizo un saneamiento de la cubierta de San Pelayo, pero más de tres quinquenios sin hacer mantenimiento, por falta de dinero, ha hecho que regresen los problemas. «Los trabajos que se hicieron entonces estuvieron perfectamente rematados y salvaron la situación», explica el párroco, pero «como todo, no puede dejarse sin revisar y para eso se necesita dinero. El contratista hizo un trabajo estupendo pero nuevamente la falta de fondos no nos ha permitido tenerlo al día».
Pero no es el único problema, aún siendo el más importante. Hace dos años robaron una de las dos campanas del templo de 60 kilos de bronce. Y no ha sido el único espolio. La iglesia no tiene cámaras de vigilancia y ha sido también objeto de actos profanos, llevándose las formas consagradas del sagrario.
Los ladrones se llevaron de madrugada, en julio de 2016, una de las dos campanas de la la iglesia de Dualez. Del instrumento sonoro únicamente dejaron la estructura sobre la que gira cuando se avisa de los oficios religiosos. El párroco, José María Díaz, denunció la sustracción de la campana de mayor tamaño de las dos que había sobre la iglesia, de bronce y de unos 60 kilos de peso. Resignado, el cura dijo que de momento se arreglaban con la pequeña. «Pero no es lo mismo, no suena igual que la que nos han llevado», lamentaba.
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