Secciones
Servicios
Destacamos
Julio Ricciardiello es profesor de Primaria, asegura que está amenazado de muerte por la familia de un alumno y se siente «desamparado y desencantado» porque dice que nadie le está defendiendo, salvo su sindicato (ANPE). El docente asegura que si la Administración no toma medidas ... y hace cumplir las normas de convivencia, al final los centros educativos se van a convertir en «una especie de Oeste americano».
Ricciardiello trabaja en el colegio público Manuel Liaño, de Barreda (Torrelavega), desde hace catorce años y la pasada legislatura fue concejal de Ciudadanos en la capital del Besaya. Fue precisamente su labor como edil la que desencadenó el conflicto: «A principios de este año denuncié en el Consistorio la ocupación ilegal de un inmueble en Barreda y a partir de ahí los okupas, una familia que tiene a sus hijos en mi colegio, se mostró hostil, insultándome por la calle, etcétera».
El 26 de junio, último día del pasado curso, la tensión se disparó. «Teníamos una salida -explica- y pedí a la dirección que actuase ante los graves insultos que había proferido contra mi uno de los alumnos en las inmediaciones del centro. Mientras eso sucedía, irrumpió en el colegio la madre, gritando y con malos modos. Me dijo varias veces, en presencia del equipo directivo, que llegaría su marido y que el próximo lugar al que iba a ir yo era el cementerio».
Ricciardiello formuló la correspondiente denuncia en el colegio y ante la Policía Nacional, y quedó a la espera de que la Consejería de Educación «hiciese respetar la normativa que regula la convivencia en los centros, pero no ha pasado nada». «Mi sorpresa -señala- es que no ha actuado nadie. Estoy totalmente desatendido, pese a que la normativa es clara. Recoge los derechos y deberes de la comunidad educativa y las medidas disciplinarias».
El maestro hace hincapié en que la familia que le amenaza es «conflictiva» y es famosa en Barreda por «atemorizar a la gente». «Hemos tenido múltiples problemas con ella en el colegio y los seguiremos teniendo sin nadie hace nada», afirma. Ante el silencio de la Administración, Ricciardiello decidió actuar de nuevo hace un mes: «Presenté una denuncia por escrito ante la Consejería y en el centro de salud me dieron la baja por la presión a la que estoy siendo sometido». Ahora espera que por fin actúe el servicio de Inspección educativa, sobre todo después de que fuese amenazado de nuevo en septiembre. Pero no lo tiene nada claro.
«En todo este tiempo no he recibido ninguna comunicación, el único apoyo ha sido el de mi sindicato», indica, aunque reconoce que las cosas han empezado a cambiar en el colegio: «Después del claustro de profesores que tuvimos el 13 de noviembre, la nueva directora por fin ha remitido un escrito a la Consejería en el que reformula la denuncia y pide que le digan lo que tiene que hacer si tiene que actuar ella».
La vía judicial tampoco está siendo fácil. La mujer que le amenazó no se presentó al juicio, el pasado mes de octubre, y se encuentra en situación de busca y captura. Al ser preguntado si teme por su vida, el maestro dice que prefiere no pensarlo. Sí tiene claro que algún «encontronazo» le puede aguardar en el supermercado, en la calle... «No quiero pensar que me pueda suceder algo más grave, aunque dada la conflictividad de esta familia podría ocurrir», indica.
Ricciardiello dice que es «la primera vez» que le pasa algo así en su trabajo. Sí tuvo algún problema similar en el ámbito municipal, cuando era concejal, también por insultos y amenazas relacionados con la ocupación ilegal de inmuebles.
Al ser preguntado por la creciente conflictividad en las aulas, afirma que lo que falla no es el sistema educativo, sino la Administración por no hacer cumplir la normativa: «No puede ser que los maestros seamos una especie de peleles a merced de los niños, de sus padres o de la propia Administración. El título de autoridad que nos dieron ya no existe, no se respeta y eso se nota en el aula a la hora de intentar mantener la disciplina». «La situación -añade- ha ido empeorando. Nunca habíamos estado tan en la picota como ahora. Todas estas conductas se reflejan en los escolares y por eso crecen las situaciones de acoso. Ya no vamos a dar clase, sino a enseñar a respetar las normas. Se está perdiendo lo más básico, lo que antes se enseñaba en casa».
El profesor dice que se siente «desengañado» por no ver recompensado todo lo que ha «peleado» durante estos años para que mejore su profesión y espera que alguien, en algún momento, «levante la mano y haga cumplir las normas de convivencia», porque «si los de arriba no las respetan, quién lo va a hacer», se cuestiona. Por último, Ricciardiello lanza un mensaje a los que sufren este tipo de casos: «Tienen que realizar la denuncia por escrito, porque las llamadas a la Consejería se las lleva el viento y no queda constancia en ningún sitio. Lo que denuncio está levantando ampollas porque va por escrito. A ver si así queda reflejado a final de año lo que realmente ocurre en las aulas».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.