![Una larga biografía tras el cristal](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2025/01/05/cristaleriaaaaaa-kykB-U230457726236MAC-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Antes de cerrar la persiana por última vez, la semana pasada, la emoción contenida se notaba en la tienda de la calle Picos de Europa. Últimos papeles, cajas de un lado para otro, repaso al inventario… La rutina, pero dentro de una atmósfera única del último día. A Rosa, que creció viendo a sus padres y abuelos levantar el negocio familiar cuando solo era una niña, le costaba no soltar alguna lágrima. «Cerrar es muy duro». Se acuerda mucho de ellos. También de los clientes, de los cuales muchos se han acercado a la puerta estos días. También se han despedido con los de más lejos. En la zona occidental, Potes, municipios asturianos como Llanes, Ribadesella… A punto de cumplir 75 años, la historia de la Cristalería Puente está escrita con letras de oro en Torrelavega y el norte de España. Siendo la más longeva en su actividad en Cantabria, ha bajado la persiana definitivamente, cuando cumplía setenta y cinco años de actividad ininterrumpida, cuatro generaciones de una familia cuyo apellido se asocia indefectiblemente a Torrelavega y que no tiene continuidad generacional.
La saga familiar e industrial se inició a principios del siglo pasado con el bisabuelo de los actuales propietarios, Emilio Puente González, quien ostentaba la representación de la firma santanderina Cristalería Soriano, además de trabajar en una entidad bancaria y tener una carbonería. Sus hijos, Emilio y Nicanor Puente Sánchez, se unieron a su padre en la iniciativa de ponerse por su cuenta y abrir un pequeño taller de cristalería en un local en la calle Joaquín Cayón.
Era 1953, los dos hermanos, con un carro de transporte, una carretilla para la masilla y un ayudante, alternaban su trabajo en la empresa con su desempeño en el Banco Hispano Americano, donde habían entrado a trabajar desde muy jóvenes, porque al apellido Puente se ha unido siempre la fidelidad y la constancia en el trabajo. Posteriormente, Emilio fundaría su propia empresa, Vidroplast Puente, y sería Nicanor quien se quedaría al frente de la inicial, Cristalería Puente.
Nicanor nació en 1927 y pronto pudo entrar, siendo aún un chaval, y tras aprobar un examen, en la misma entidad bancaria en la que el prestigio de su padre les había abierto las puertas y donde estuvo trabajando, alternando esta actividad con la empresa de su propiedad, hasta jubilarse como bancario 40 años después.
Ya casado con Paulina Calleja, iniciaron la expansión de aquel taller hasta conseguir elevarlo a la gran empresa que ha sido hasta hoy. Empezó a formar una plantilla más extensa y para ello se convirtió, además, en maestro de aprendices. Por su amistad con un sacerdote, comenzó a atender sus peticiones y a dar una oportunidad de integración laboral y social a muchachos que estaban internados en el reformatorio de Viérnoles. Los formó como cristaleros, quedándose muchos como trabajadores fijos, en especial Paco Monroiz que les ha acompañado en toda la trayectoria. Cristalería Puente seguía creciendo, por lo que trasladaron la sede desde el pequeño taller de Joaquín Cayón a unos grandes locales en la calle Picos de Europa.
La actividad fue ampliándose y ya no solo trabajaban el cristal de viviendas y comercios, sino que comenzaron a surtir a empresas de Cantabria y del exterior de su mismo sector, llegando a abrir mercados en regiones limítrofes con sus propios representantes de comercio. Nicanor y Paulina siguieron la imparable expansión, de manera que en los años 80 compran una fundición en el barrio El Cerezo, una nave a la que trasladaron toda la maquinaria y comenzaron a intensificar el trabajo de plateado, que fue su gran especialidad. Fueron también expertos y pioneros en la fabricación de espejos y en doble acristalamiento.
Persona muy avanzada para su tiempo, Nicanor hizo importantes inversiones para mejorar los procesos de producción. Así, de su cartera de clientes, comenzó a fabricar para otras empresas de cristalería. Como muestra de su capacidad de modernización baste decir que las dos primeras computadoras que se instalaron en Torrelavega fueron para Solvay y Cristalería Puente.
Nombre y prestigio
Llegaba la hora del tercer relevo:dos de sus cuatro hijos, Rosa y Jaime Puente Calleja, al terminar sus estudios, entraron en la empresa. Los otros dos siguieron otros caminos profesionales: Emilio es médico y Chema, ingeniero. Nicanor, el patriarca, aunque dejó el control de la firma en manos de sus hijos, hasta los 90 años acudía a diario al despacho para seguir la evolución del negocio.
Rosa y Jaime, junto a sus padres, han vivido y participado en el crecimiento exponencial de la empresa familiar reforzados por Santiago González, esposo de quien ya era la gerente de la firma, y que ha sido, aunque su oficio era el de soldador, y hasta jubilación con 70 años, una gran aportación personal y profesional. Llega el momento del descanso para la tercera generación, y como en otras industrias y comercios, no hay continuidad, habiéndose cerrado el último día del año 2024, una empresa que dio prestigio y nombre a la industria netamente torrelaveguense.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
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