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Reivindicativo, responsable, ahorrador y, sobre todo, buena persona. Así definen en el Ayuntamiento de Torrelavega a Manuel Ortiz, de 86 años, el integrante más veterano de las asociaciones vecinales que defienden los intereses de los pueblos y barrios del municipio. Manolo, como se le conoce ... popularmente, tiene claro que «la lucha vecinal ha perdido fuerza» y explica por qué: «Esto surgió cuando en las calles solo había barro y ahora la gente tiene de todo».
Su familia emigró a Cataluña durante la Guerra Civil y él nació en Manresa. «Mi madre siempre me decía que cuando venía la aviación se tiraban en la cunetas y ella me protegía con su cuerpo», recuerda. Su padre cayó preso y cuando salió de la cárcel regresaron a vivir a Campuzano, el pueblo de su madre. También residió en el barrio El Zapatón, cuando se veía pasar el arroyo Sorravides y se jugaba en «el lavadero». También le gustaba ir a las plazas de «las gallinas y los chones», y le daban miedo los calabozos porque «había muchas ratas».
Con 12 años su familia se trasladó a su barrio «de toda la vida», el Poblado de Sniace. Allí nacieron tres hermanos más hasta totalizar cinco. El distrito fue construido por la empresa para sus trabajadores: «Era una época en la que la gente venía a trabajar desde los valles del interior. Lo hacía en bicicleta y traía la comida en una cesta de mimbre. Fueron unos años difíciles, pero también bonitos porque la gente se unía para salir adelante».
«Todo el mundo –añade– conocía esto como las casas del Poblado de Sniace. El nombre actual, El Salvador y Santo Domingo, se lo pusieron los frailes dominicos, que hicieron una buena labor con la juventud. Aprendimos mucho y era una gozada la guardería para los hijos de los productores. Se ganaba poco y también se comía poco».
A él le marcó mucho un profesor, «Don Luis», de Santoña: «Entonces no hacíamos más que ir a la escuela y después saltar a la huertas para llenar el estómago. Nos ponía en fila y entrábamos en clase cantando el Cara al Sol. Entonces valorábamos mucho lo poco que teníamos. Ahora ocurre todo lo contrario».
A los 14 años empezó a trabajar e hizo «un poco de todo». Su primer empleo consistió en hacer botas de goma en Carabaza. Después fue pintor, electricista... También fue deportista. Destacó como portero de fútbol en varios equipos –Sniace, Concordia, Gimnástica...–, pero tubo que dejarlo por una lesión. Se pasó entonces al hockey sobre patines y allí, en la pista, un día preguntó por él el director de Sniace: «Me invitó a entrar en la plantilla. Tenía 17 años y abrí unos ojos como platos. No era fácil entrar en la empresa». En la fábrica transcurrió el resto de su vida laboral. Llegó a ser «oficial de primera» y se prejubiló con 57 años, después de que Sniace protagonizase su «primer cierre» y los trabajadores se encerrasen en la factoría «más de 40 días».
Manolo está casado con Olga, su principal apoyo, y tiene dos hijos y cuatro nietos. Afirma que la asociación de vecinos a la que pertenece, El Salvador y Santo Domingo, es la primera que se fundó en Torrelavega. Su primer presidente fue Juan Moura y el año que viene celebrará su 50 aniversario.
Él cogió las riendas del colectivo en 1983, después de que la directiva presentase la dimisión: «Yo estaba en el Sindicato Unitario y pensé que si en Sniace podía ayudar a los trabajadores, aquí, en el barrio, podía hace lo mismo con los vecinos». Pero la tarea no fue fácil: «Cuando yo entré no había nada y tocó trabajar mucho. Se necesitaba alcantarillado, aceras, nueva traída de aguas, la plaza era de arcilla... Era impresionante».
Manolo recuerda que empezaron construyendo aceras. «El Ayuntamiento aportaba los materiales y nosotros la mano de obra. A algunos les costaba doblar el riñón», recuerda sonriente. Las carencias eran la nota predominante, hasta que pasó algo en el Ayuntamiento: «Javier López Marcano entró como alcalde y todo cambió. Me recibió y al día siguiente visitó el barrio. Se asustó de cómo estaba. Hacía falta de todo y un día nos dijo que se iba a hacer lo que pedíamos. Los vecinos se pusieron como locos. Nos cambió la vida».
Pone como ejemplo alguna de las inversiones que se realizaron: «Se cambió la traída de aguas, que era de plomo y tenía fugas todos los días; se hizo el alcantarillado, el parque, la plaza, se pintaron las casas...». Desde entonces milita en el PRC como agradecimiento. «Tengo pasión por Marcano por lo mucho que hizo por nosotros», afirma.
Ahora que su barrio ya tiene «un poco de todo», desde biblioteca a centro de mayores, Manolo está ilusionado en un nuevo objetivo: «Estoy luchando con muchas ganas por la nueva carretera, Viveda-Duález, que se está haciendo desde hace dos años y paliará nuestros problemas de tráfico y circulación. Revilla me entregó una placa por lo mucho que trabajé para sacar adelante ese proyecto y me emocioné mucho». A Manolo, que no le gusta «salir en la prensa», le mantiene «vivo» su eterna lucha vecinal y el grupo musical que preside, la Rondalla Senior, a pesar de que hay veces que se topa con «algún desagradecido».
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