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El pueblo de La Montaña (Torrelavega) se ha quitado este viernes dos años de pandemia y restricciones sanitarias de encima para volver a honrar como ... se merece a su patrón, San Blas. Desde las once de la mañana, las inmediaciones de la iglesia eran un hervidero de vecinos y visitantes. «Otra vez», «qué ganas», «por fin», decían los presentes, llegados de todas partes del municipio y también de otros puntos de la región. La misa estaba a punto de comenzar, cerca de las doce, cuando la figura de San Blas ha acaparado todas las miradas y comentarios. Este año más que nunca, después de una crisis sanitaria que ha costado la vida a miles de personas, la tradición de pasar el pañuelo por la imagen del abogado de las gargantas ha adquirido más significado que nunca. Uno tras otro, los vecinos recuperaban esta costumbre entre sonrisas, ojos llorosos y, sobre todo, mucha alegría en el ambiente. Muchos pañuelos de todos los colores y, lo más importante, mascarillas, ninguna.
Para muestra, la asistencia infaltable de cántabras como Luisa Pelayo (Santander), deseosa por ver al patrón después de dos años -prácticamente tres, porque la edición del año pasado siguió marcada por las circunstancias del covid-: «Teníamos todos muchísimas ganas de salir y volver aquí. Ya nos vamos haciendo otra vez a la costumbre». ¿Un deseo? El de siempre, salud, para los males de garganta y para todo en general. «Más aún desde la pandemia», recordaba, de pie junto a las butacas de la iglesia y a refugio de un sol que ha pegado fuerte durante toda la mañana.
Junto a ella, cerca de un centenar de vecinos no podía evitar expresar sus emociones. La música del Grupo de Danzas San Blas de La Montaña, a un lado; las sentidas palabras del párroco, Jesús Casanueva, al otro. En suma: un corrillo de personas que se ha ido haciendo cada vez más grande, sobre todo durante el paseo tradicional que, desde el templo, pone a San Blas a hombros de todo un pueblo, incluido el alcalde, Javier López Estrada, que tampoco quiso perderse este homenaje tan especial al patrono.
Pero hay cosas que no cambian. El destino, como siempre, ha sido el corazón de la fiesta en la zona de la carpa, donde decenas de personas han aprovechado para ponerse al día, combatir el frío con un caldo o, mejor, un blanco -o dos- y disfrutar de la oferta gastronómica que han presentado los vecinos de la zona. Chorizos, quesos, dulces tradicionales…
María Isabel Lanza no podía estar más contenta. Ya desde antes de la crisis sanitaria, la santanderina venía varios años meditando su visita y recuperar la costumbre que sus padres, otros vecinos infaltables de la fiesta, le inculcaron cuando era pequeña. Este viernes, subió a La Montaña no sólo para quitarse esa espinita sino para disfrutar de un ambiente que, ayudado por un día -aunque frío- muy soleado, no pudo ser mejor para los vecinos y visitantes. «Este año me decidí. La gente viene con mucha devoción. Es muy emocionante», celebraba.
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