![López Ormazábal, en una foto de archivo.](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/07/20/112553900-U19010659477055TB-U200812404184cVD-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Ha fallecido el sacerdote Luis López Ormazábal -todos le llamaban Don Luis- un referente religioso, social y cultural de Santillana del Mar, Torrelavega y ... Cantabria. Con él desaparece una figura señera, un hombre culto, abierto y conciliador que durante nada menos que medio siglo fue párroco de Santillana del Mar y abad de una de las colegiatas románicas más importantes de España. Su muerte se produjo este miércoles y ha dejado un hondo pesar que se verá reflejado en las honras fúnebres que se oficiarán en Santillana este viernes, donde será enterrado junto a sus padres.
López Ormazabal había nacido en Carriazo (Ribamontán al Mar) hace 90 años, hijo de Marino y Paula, ambos maestros, siendo el menor de ocho hermanos. De la mano de su padre se inició en los estudios en la escuela rural sin pensar en un principio abrazar el sacerdocio. De hecho, tras terminar en Bachillerato se planteó estudiar Medicina. Tenía 18 años, y según confesó él mismo en una reciente entrevista sobre su biografía concedida a este periódico, fue en una misa cuando se interpeló dedicar su vida al sacerdocio.
Ingresó en el Seminario de Corbán, donde permaneció doce años, y donde la dirección espiritual del sacerdote José Elorza Alberdi, confirmó una vocación que sería el santo y seña de su vida hasta la muerte. Con 25 años se ordenó sacerdote, siendo su primer destino la parroquia de Resconorio (Luena), donde estuvo dos años, siendo trasladado posteriormente Santander, al Preventorio de San Martín (institución que hubo en la capital cántabra para atender personas en necesidad), y desde allí a Celis (Puente Nansa). Hasta que hace 50 años fue llamado para ocupar la parroquia de Santillana del Mar, a la que ligó el resto de su larga vida.
Antes de su llegada a la emblemática villa, fue importante su formación intelectual. Don Luis permaneció varios años en Pamplona, en cuya Universidad realizó estudios de psicología y dirección de empresas. Hombre de fina sensibilidad, encontró en Santillana el lugar idóneo para desarrollar su vida pastoral y cultural. Llegó a una villa en la que, como él mismo contaba, encontró una vecindad dedicada especialmente a la ganadería y a la que acompañó en su conversión en un lugar referente del turismo cultural y económico. Allí hizo buenos amigos en todos los estratos sociales, pero especialmente se nutrió en las tertulias que hacía en el salón de su preciosa casa parroquial, con personajes de la vida social que han pasado por la villa, como el duque de Catania; el Marqués de Robledo de Chabela; Blanca Iturralde, marquesa de Tórralba; el infante de Borbón o la Archiduques Margarita de Austria, amistades que en muchas ocasiones le valieron para sacar adelante sus trabajos sociales.
Se confesaba un enamorado de la belleza que encontraba, no sólo en sus espléndidas colecciones de libros y obras de arte, sino especialmente en la naturaleza. A él se debe, por ejemplo, la localización, recuperación y regreso a la Colegiata de los restos del Santa Juliana, patrona y emblema de la villa, para lo que contó con el apoyo del entonces presidente de Cantabria, Juan Hormaechea, gran amigo personal del abad y protector económico del Asilo de Torrelavega por su estrecha amistad con Monseñor Teodosio Herrera.
Precisamente quien fuera párroco de Torrelavega durante medio siglo, fue uno de sus más cercanos amigos, hasta el punto que el inolvidable sacerdote le llamó para ligarle a la Fundación Asilo. Le nombró vicepresidente de la importante institución y, tras el fallecimiento de Herrera, López Ormazábal se hizo cargo de la presidencia. Durante 12 años, Don Luis trabajó para dar un nuevo impulso a los proyectos de su antecesor, especialmente en lo que se refiere a la asistencia de personas con discapacidad. Formó un tándem perfecto con Mercedes Pisano, actual presidenta del Asilo, que contó siempre con la amistad, la lealtad y el concurso del López Ormazábal, acompañándole hasta el mismo momento de su muerte.
Gran conversador, coleccionista de obras de arte, culto, buen amigo, elegante y bondadoso predicador, los obispos le reiteraron su confianza al frente de la parroquia de Santillana a pesar de que él puso a disposición de la Iglesia este cargo al cumplir 73 años. Ocupó diversas dignidades, como la de Canónigo Honorario de Calatayud, Prior de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro y hasta, ahora presidente de Honor de la la Fundación Asilo, que le otorgó hace una semana su Medalla de Oro, y presidente de la Fundación Santa Marta, promovida por Beatriz de Correa, dedicada a la atención y cuidado de sacerdotes mayores, con sede en Torrelavega.
Con la muerte de Don Luis, perdemos un filántropo, una mente preclara hasta el ultimo momento de su larga vida, y la Iglesia cántabra, un servidor fiel durante 65 años, tiempo en el que, como él mismo recordaba a este periódico, había oficiado 1.208 bodas, 600 bautizos y miles de funerales. Y una máxima: «Siempre he considerado que he cumplido mi misión si al acostarme he hecho sonreír a alguna persona, haciéndola sentir mejor, y sobre todo, cuando al final del día, he sentido la sonrisa de Dios».
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Ana del Castillo
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