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El parte médico lo deja claro. Una vecina de La Inmobiliaria, Soraya Pérez, acudió a la Clínica Veterinaria Besaya con su perro porque no comía y había vomitado una aguja doblada. Tras realizar una radiografía abdominal, se detectó la presencia de otras once «agujas de coser» en el intestino. Ante la gravedad de los síntomas, el veterinario procedió a eutanasiar a 'Aquiles'. Era un american stanford de color canela y tenía 15 meses.
Soraya, que muestra una fotografía del can, recuerda que, como todos los días de lluvia, llevó a 'Aquiles' al recinto del aliviadero del Sorravides, en la zona verde de la ribera del Besaya, para que se ejercitase. Al día siguiente notó que el perro estaba «muy cansado» y no quería salir de casa. Aún así, le forzó a que lo hiciese, pero esta vez «no quería correr». Ya de madrugada, el perro vomitó y «echó como un alfiler doblado».
Fue entonces cuando se puso en contacto con el veterinario, Agustín Escalante, que requirió la presencia de 'Aquiles' para hacer una radiografía. El resultado confirmó los temores: su intestino estaba «plagado» de agujas. El perro las había «engullido» al estar ocultas en un trozo de carne. Algunas estaban dobladas, con forma de gancho, para «hacer más daño».
Soraya y el veterinario decidieron esperar un «milagro», a ver si 'Aquiles' expulsaba las agujas después de comer mucho, pero «no se pudo hacer nada» y el can fue sacrificado para evitar que siguiese sufriendo. «Lo llevo fatal -explica la joven- y lo quiero denunciar públicamente, porque la Policía no me garantiza nada y, aunque nadie me va a devolver a mi perro, quiero que el que lo haya hecho que lo pague».
«Me han dicho que hay más casos como este y envenenamientos -añade-, pero mucha gente no lo denuncia porque no tiene dinero para tener los perros en regla o acudir al veterinario. Los deja morir en casa. En mi caso, además del daño moral, también tengo que hacer frente al económico. Tengo que pagar la factura de la clínica y el seguro sólo cubre la mitad». Soraya, emocionada, hace un llamamiento para que se denuncie: «Están matando perros, pero cualquier día puede morir un niño. Para mí 'Aquiles' era como un hijo, el que está haciendo esto no está bien de la cabeza». Hace una semana también se dieron casos similares en el Parque de la Teja de Santander.
Otro joven de la ciudad, Iván Duarte, fue el primero en dar la voz de alarma sobre recientes envenenamientos en el parque de La Viesca, después de que su perra, 'Noa', sobreviviese a uno de ellos tras su ingreso en una clínica de La Inmobiliaria. Iván avisó al Refugio Canino de Torres, en el que adoptó a 'Noa' hace poco más de un año, para que «lo tuviesen en cuenta». Los responsables del Refugio hicieron un llamamiento a la precaución a través de las redes sociales. «¡¡¡Mucho cuidado!!! Veneno en la zona de La Viesca». Así encabezaron su escueto mensaje en Facebook, que fue compartido por cientos de personas.
Iván es de los que sospecha de todas las zonas verdes de Torrelavega, porque a la mascota de su novia «le pasó algo parecido en un parque de Nueva Ciudad».
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