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En el tablón de anuncios de la Escuela de Arte Roberto Orallo (Puente San Miguel), nada más cruzar la puerta, entre los horarios de clase y la agenda de eventos, hay colgado un serial de noticias relacionadas con el nuevo Conservatorio de Música y Danza, el mismo que la Consejería de Educación quiere levantar en El Valle (Torrelavega) y que, en última instancia, está llamado a cobijar a los músicos que se forjan en Campuzano, en el Conservatorio tradicional, a los alumnos de esta misma casa y a los bailarines que, aún hoy, carecen de un techo público bajo el que bailar. Aquí, donde los despachos son aulas, los almacenes bibliotecas, los pasillos salas de exposiciones y las instalaciones precarias, la promesa del Gobierno de Cantabria es como un redoble de tambores infinito, un acorde sostenido que, pese a no traducirse más que en palabras e infografías, no aplaca las sonrisas ni el talento de los cientos de chavales que han pasado por estas dependencias, antiguos colegios públicos repensados por la Consejería, en los últimos lustros. Las melodías que entonan con sus violines y pianos, el ritmo al que avanzan los trabajos de joyería artística o el trazado de las ilustraciones ponen banda sonora a las expectativas del flamante proyecto, una inversión de 20 millones de euros que, según promete el Ejecutivo, se traducirá en obras a finales del año que viene.
Para entonces, el Conservatorio al que esta obra quiere dar relevo cumplirá dos décadas en activo. Han pasado cientos de alumnos y hasta siete obras de remodelación desde que, en 2004, su director, David Cubillas, agarró por los cuernos el extinto CEIP Manuel Llano para –con ayuda del Gobierno– transformarlo en un espacio digno donde impartir música. Decenas de municipios, no sólo Torrelavega o la comarca, respondieron a la llamada y el centro fue creciendo:las probetas del laboratorio de física dieron paso a los pianos;las máquinas del gimnasio, a los vibráfonos;y el conteo de 43 alumnos se disparó a los 400;igual que la oferta lectiva, que se estrenó con los cuatro cursos elementales y se alargó a seis años de enseñanza profesional.
Cubillas define esa progresión como la obra de su vida. Ahora que, a la luz de los anuncios, está a punto de decirle adiós, no puede evitar pensar en proyectos y nuevas oportunidades. «El nuevo Conservatorio no tiene nada que ver con esto;el nuevo Conservatorio es un conservatorio de verdad», reitera, igual de convencido de la variedad de jornadas, sinergias y esas formas de «hacer vida» en el centro que serán posibles a partir de entonces como de los beneficios que proporcionan las enseñanzas musicales, desde la «disciplina» hasta la «inteligencia emocional».
Instalaciones «limitadas»
A unos tres kilómetros de ahí, en Puente San Miguel, los alumnos de la Escuela de Arte se vienen sobreponiendo a circunstancias igual de precarias desde 2008, año en que la Consejería apostó por la transformación del antiguo colegio de la mina, el Juan Sitges Aranda, en el primer centro de artes plásticas de Cantabria. Y seguirá siendo así «hasta que veamos un movimiento de tierra», como remarca con sentido del humor la secretaria del centro, Eva García, afinada junto a sus compañeras del área de administración en una pequeña sala de la segunda planta.
La situación que estas y los cerca de 70 estudiantes del centro atraviesan viene a poner nombre a lo que el director, Jesús García Gómez, define como «instalaciones limitadas, tanto técnicamente como profesionalmente». La configuración de espacios en las dos plantas y media de la Escuela de Arte es una auténtico alarde de cómo aprovechar el espacio. No cabe un alfiler, como tampoco un alumno –porque las dependencias no dan para más–, un ordenador o un libro más en su biblioteca, armada con ingenio en una de las paredes de un despacho.
«Son edificios que estaban preparados para otra cosa. Para organizar una charla con dos grupos, por ejemplo, tenemos que hacerla fuera», revela el responsable, confiado en cumplir los veinte años del centro –en 2028– instalados en El Valle, bajo el techo del nuevo complejo de la Consejería. Entre tanto, el director disocia infraestructuras de resultados:«Unas mejores instalaciones ayudan, pero no necesariamente desarrollan mejor el talento».
Sector sin paraguas
Eso es algo que puede corroborar de sobra el sector de la danza en Torrelavega y Cantabria. Sin un paraguas de enseñanzas públicas que lo cobije, el ámbito del baile ha sabido sobreponerse a todo y, con ayuda de las academias privadas, desarrollar su potencial y, sobre todo, seguir haciendo gala de esa «importante tradición» a la que hace referencia la presidenta de la Asociación Cultural Amigos de Danza, Ana Barca. «El nuevo Conservatorio de Música y Danza será una maravilla y atraerá a estudiantes de todas partes, también de provincias limítrofes. Vamos a hacer cantera otra vez», celebra la responsable, rendida al «talento» que, desde hace décadas, desprenden muchísimos bailarines de la capital del Besaya.
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