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Son las doce de la mañana del pasado sábado, día 24, a punto de comenzar la 'tardebuena', cuando una mamá de Torrelavega empieza a contarle un cuento a su hijo: «Sí, es Geppetto, un carpintero amable y simpático, y este, Pinocho, su niño de madera». ... El pequeño se acerca para escucharla mejor. Hace un día espectacular para pasear y la calle Consolación está a reventar. Los amigos toman el blanco, los más amigos hacen cola para endulzar la mesa con una tarta de hojaldre y muchos otros, como este niño, hacen un alto en su paseo familiar para recrearse en la infancia e inmortalizar el detalle de unas tallas de madera y poliespán colocadas en un escaparate, el de Alejandro y Vicente, los hermanos Robledo. Nunca una cristalería fue tan fotografiada. Con hijos o sin ellos, las paradas y los selfis junto a la obra de estos dos torrelaveguenses se han convertido en una postal imprescindible de esta época tan señalada, a la que asisten con un decorado distinto desde hace más de diez años. A estas alturas, ya no hay Navidad sin los Robledo.
Al igual que el carpintero del cuento de Collodi, los hermanos son ya amplísimamente reconocidos por el mimo y esmero que dedican a la carcasa de su tienda, un escenario de luces y figuras en el que empiezan a trabajar en septiembre y al que dedican cientos de horas. Si no lo han visto en 2022, lo habrán visto otros años. Pinocho, Blancanieves, gélidas escenas polares, conejos… El cariño con el que engalanan la entrada –y ojo, no sólo en Navidad– hechiza a la gente, le sienta bien a la ciudad y, sobre todo, contagia ese buen gusto y espíritu promocional a sus colegas del centro de la ciudad. Ese es seguramente su legado más remarcable. Concursos de escaparates al margen, de los que suelen volver con el oro –como este año–, la cristalería ha inspirado una apuesta por los adornos sin precedentes en el corazón de Torrelavega.
Alejandro Robledo
Vicente Robledo
El negocio familiar ya revelaba esa «vocación» antes de llegar al centro, durante su estancia en Nueva Ciudad –el barrio que vio nacer a la cristalería en 1979–. «Entonces ya hacíamos alguna cosilla. Cada año nos inspiramos en un tema que guste a los niños y esté de actualidad», declara Alejandro. El 140 aniversario de 'Las aventuras de Pinocho' (1882), el cuento original –que preside el escaparate–, ha sido una percha fabulosa para atraerlos a todos. El taller de Geppetto, el hada, Pepito Grillo y el niño de madera, a un lado de la vía; la ballena que engulle a los protagonistas, al otro;en medio, las familias y las fotos;de fondo, 'El Tamborilero', por Sergio Dalma. Sí, el 'set' de los Robledo también va con música.
Detrás de tantos selfis y comentarios de cariño hay muchas horas de trabajo extra. «¿Cuántas?Le dedicamos cientos de ellas. Desde septiembre, muchos días hasta las once de la noche, sin contar todos los fines de semana», revela Alejandro. Para las Navidades, de un día para otro, esta cristalería corriente del centro de Torrelavega pasa a ser un espectáculo y una parada obligatoria en el callejero.
Puede que sean cada vez más duchos en esto del escaparatismo, pero esa carrera hacia el mes de diciembre está abonada a decenas de intentos, errores y enfoques distintos. «Hay veces que hacemos una figura y no sirve. O queda mal. No somos carrocistas. Vamos haciendo a base de prueba y error», aclara Vicente. Valga este reportaje para recordar a todos esos enanitos de Blancanieves que, por feúchos o no pasar el corte, yacieron en la planta de reciclaje de Torrelavega hace un par de años, entre otros personajes poco agraciados. En la última década, algún operario del servicio ha debido alucinar con los gruñones, muditos, pingüinos y pinochos excluidos. «Cada día un enanito iba a la basura», recuerdan con gracia los hermanos.
Esa minuciosidad se traduce en muchas horas pero, sobre todo, en un resultado impecable y ampliamente reconocido por los vecinos y los consumidores. Tampoco es que las ventas aumenten por la apuesta escaparatista, «no»,pero ha llegado un punto en que muchos de ellos, si tienen que cambiar una mampara o enmarcar un cuadro, se dejan llevar por el criterio del negocio. «Con lo que haces ahí fuera, mejor elige tú», reproduce Vicente.
Ya sea Pinocho o lo que sea con lo que sorprendan el año que viene –«aún por decidir»–, la decoración de los Robledo es un sinónimo de «buen gusto y profesionalidad», como rendía este pasado sábado una vecina frente a la tienda. Ambos están «muy agradecidos» a esas palabras. «Nos reconocen en muchos sitios de Cantabria: '¡Ah, los del escaparate!'. Lo bonito es que crea una inercia en el comercio y la vía se llena de adornos», rinde Vicente desde el quicio de la puerta, desde donde la calle Consolación, entera, luce como nunca en estas fiestas.
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