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La ciudad es muy distinta a la de aquellos años 40, cuando el prometedor futuro de una Sniace con menos de un lustro de historia en Torrelavega empezaba a demandar un acceso directo -y principal- a la química por encima del río, pero, esencialmente, ... el Puente de los Italianos sigue siendo exactamente el mismo. La ingente labor de los 'ferrallas', encofradores, albañiles, peones y presos que contribuyeron a este enlace fundamental para la firma y la bonanza de la capital del Besaya en la segunda mitad del siglo supuso un avance crucial para la entrada de la maquinaria, primero, y la rutina de miles de torrelaveguenses, antes y después del cierre de la compañía. Casi 80 años después de aquel invierno de 1944, los tiempos han cambiado, pero no el papel irremplazable de un enlace que, desde ayer, encara una esperadísima rehabilitación en el marco de las obras de la carretera entre Viveda (Santillana del Mar) y Duález, a cargo de la Consejería de Obras Públicas.
Naturalmente las condiciones en las que desde ayer trabajan los encargados de este lavado de cara no son las de aquellos hombres, muchos «componentes del batallón de trabajadores destinados a las obras de Sniace» y que, como recuerdan José Ortiz Sal y Manuel Quevedo del Río en 'El libro de Sniace. Los primeros años (1940-1960)', se afanaban día tras día para hincar grandes tubos de acero en los fondos del Saja-Besaya. Dos de las fotos que recoge esa misma publicación sobre aquellas labores, adjuntas a esta página, dan una idea de lo arriesgadas y hercúleas que fueron aquellas tareas. Hercúleas y prácticamente contra reloj, debido al arribo inminente de la maquinaria y, con ella, el aliento de los años dorados de la ciudad del dólar en la nuca.
La estructura de hormigón que aquellos trabajadores dejaron en herencia ha soportado el trasiego de cientos de camiones y vagones. La memoria del proyecto encomendado a SIEC -adjudicataria de un proyecto regional valorado en 7,2 millones- considera «adecuado» su estado de conservación, pero, no obstante, y con vistas a otros 80 años de vida, el Gobierno no dejará escapar el tren y propondrá una serie de mejoras y lavados tanto para la base como para, sobre todo, la superficie. Un objetivo, mirar de frente al siglo XXI; y la receta, mucha agua, otro tanto de pintura y, lo más importante, el fresado del pavimento y el adiós a las vías férreas en favor de un paso más seguro y amable con el peatón.
Ahí es donde entran los elementos que convivirán con la ciudadanía de aquí a las próximas décadas. Por lo pronto se colocarán nuevos muros de seguridad a ambos lados de la pasarela, todo mientras los operarios proceden a renovar la calzada, las aceras y un elemento que, según iban pasando los años, venía brillando cada vez más por su ausencia en una ciudad que aspira a impulsar la movilidad sostenible: un nuevo carril bici.
Esa es seguramente la gran novedad que promete la memoria del proyecto para el tramo central del Puente de los Italianos: un paso de dos metros de ancho para los usuarios a pedales, a un lado; otro un poco más estrecho (1,8) para peatones, al otro; en el centro, dos carriles para el tráfico rodado, de tres metros cada uno. Al costado de todas estas secciones, a modo de separación, una barandilla -cara al río- o un muro, a buen resguardo de los coches, que son muchos, que vengan desde el barrio Duález o la Avenida de Solvay (N-611).
Más seguridad, sí, y también menos perder el tiempo en los atascos. Ni la paciencia. No en vano uno de los propósitos de la conexión entre Viveda y Duález es el de poner remedio al intensísimo tráfico que, para conductores, peatones y vecinos en general, ya se ha convertido en uno de los males endémicos de esta zona. Día sí y día también. El Puente de los Italianos y su nueva faceta ciclista no juegan un papel menor en este asunto. Obras Públicas proyecta una zona menos asfixiada de coches y, por ende, más cómoda para coger la bici e impulsar la movilidad limpia en todo el entorno de Barreda y su relación con Santillana.
Y hablando de conexiones. El nombre con el que la infraestructura fue acuñada se debe a la participación de la firma Snia -creada en Turín en 1917 y disuelta en 2010- en la creación la química, como recuerda Gómez Sal. El capital del país transalpino fue una mano tendida esencial para Sniace, que quiso agradecer el gesto grabando la toponimia de su socio en la nueva conexión.
Las relaciones de esa España de posguerra con aquella Europa de la SGM dejaría otras relaciones con el resto de miembros del Eje: desde Fepasa, afincada en Miranda de Ebro con tecnología alemana; hasta Saipa, contemplada -sin éxito- en Valencia, con participación japonesa.
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