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Merche Pisano ya ha entrado en la historia de la Fundación Asilo San José como la primera mujer al frente de esta centenaria institución, posiblemente la más importante de las creadas por torrelaveguenses y la más conectada con la ciudad. Es la segunda «empresa» en ... empleo directo, después del Grupo Armando Álvarez, y se sitúa por encima de las plantillas de Solvay, Bridgestone o Sniace.
-Dos siglos después, al fin, una mujer al frente del Asilo.
-Es que esta institución no es ajena al desarrollo de la sociedad donde las mujeres, afortunadamente, van tomando protagonismo. Dicho esto, sí, me siento orgullosa y con una gran responsabilidad. Creo que la Junta de Gobierno me ha dado un premio a la constancia con intención de jubilarme dentro de cuatro años (ríe).
-Y donde la mujer tiene especial protagonismo.
-Es verdad, aunque siempre ha estado gobernada por hombres. Más del 90% de la plantilla son mujeres, al igual que las Hermanas Josefinas, y mayoritariamente, los residentes. Sin desmerecer cómo han gobernado los hombres en estos 138 años, pienso que las mujeres nos entendemos mejor. Compartimos muchas cosas.
-¿Cómo se dirige este entramado humano y económico?
-Hay que tener mucha disponibilidad, estar 24 horas al servicio de la casa, no contabilizar el tiempo y estar disponible en cualquier momento, todo sin contrapartida económica aunque la compensación humana vale por todo.
-¿Y en lo personal?
-Un carácter fuerte y un trato apacible, o más gráfico, saber dar una de cal y otra de arena. Sé que tengo la etiqueta de ser una persona enérgica, y sí, es verdad, tengo genio, pero no mal genio, pero antes de reconvenir a una persona lo pienso diez veces, y si tengo que hacerlo, nunca sería ofensivamente. No creo que ningún trabajador -y son medio millar- pueda decir que haya recibido de mí una mala palabra; siempre me gusta ponerme en el lugar del otro.
-Vamos, mano de hierro en guante de seda.
-Esa es la actitud, y un trato humano y personal con todo el mundo. Si algún trabajador necesita de mí, sabe que me tiene a su disposición. Las relaciones laborales no tienen que estar reñidas con las personales.
-Sin embargo el personal siempre sonríe, ¿es una orden?
-En absoluto. Es el resultado de un trabajo vocacional. Los mayores precisan cariño, una sonrisa, una caricia... pero sobre todo debemos estar atentos para saber si se sienten a gusto y siempre procurar por todos los medios su bienestar, que se encuentren bien aquí porque esta es su casa. Este trabajo es muy, muy duro pero muy satisfactorio a la vez.
-¿Qué le aporta a usted personalmente?
-Muchas cosas positivas, entre ellas, devolver a la sociedad todo lo que he recibido. Al fin y al cabo he tenido una vida regalada y siento la obligación de dar a los demás al menos un poco de lo que he recibido.
-¿Cuánto tiempo lleva ligada al Asilo San José?
-Desde que tenía 14 años hasta ahora... ahí dejo la incógnita aunque en Torrelavega nos conocemos casi todos y es fácil calcular cuántos (ríe). En el colegio nos enseñaron a colaborar en actividades solidarias, nos educaron en valores. Nuestra primera misión fue hacer papeletas para la tómbola que se instalaba en La Patrona para ayudar al Asilo... y hasta ahora.
-Entonces era una institución de caridad.
-Había unos pabellones para asilar a personas sin medios económicos o sin familia. El primer paso hacia su modernización le dio Jesús Collado, en los años sesenta, pero por falta de medios quedó empantanada la primera ampliación hasta que llegó don Teodosio que reparó lo que se había deteriorado y acometió la segunda fase. La tercera la gestionamos ya la hermana Epifanía Sarrasín y yo.
-¿De dónde sacaban el dinero?
-Con créditos y ayudas de la entonces Diputación y ahora Gobierno de Cantabria. Fue fundamental el apoyo inequívoco que nos dio Juan Hormaechea, cuando fue presidente. Nos financió la segunda planta de asistidos profundos. Un año en que estuvimos agobiados tremendamente nos dio un sobrante de tesorería de 140 millones de pesetas de entonces y nos hizo tirar para adelante. Siempre decía que sin don Teodosio le pedía 5, sabía que al final le tendría que dar 25.
-¿Se siente arropada por las instituciones?
-Mucho. Siempre he tenido una relación muy fluida independientemente de la adscripción política porque lo importante, lo que valoro, es su sensibilidad hacia las personas mayores y su bienestar, y eso lo he encontrado en todos.
-¿Sigue vigente aquello de 'dejar' a los mayores en un asilo?
-Creo haber visto un par de casos. Aquí los mayores vienen para encontrar bienestar, los medios para que los últimos años de sus vidas sean lo más placenteros y fáciles posible. Las familias se implican mucho y eso es buenísimo. Saben que están mejor aquí, con todos los medios a su alcance, que en casa.
-¿Cuándo es el mejor momento para vivir en una residencia?
-Cuando la persona sea quien decida que tiene problemas para ser independiente y nunca esperar a venir cuando a esté deteriorada porque entonces ya no puede disfrutar de las posibilidades que tienen de vivir en plena ciudad, perfectamente atendidos e independientes.
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