Piqué y Varela, una plaza fallida

Los primeros consideran que el lugar, calificado como plaza privada de uso público, sufre un grave deterioro por el «mal uso» que el Consistorio permite del mismo. Concretamente, acusan al Ayuntamiento de organizar eventos -el canto de las marzas fue el último- y no impedir el acceso de vehículos, la mayoría furgonetas y pequeños camiones que utilizan ese espacio a modo de zona de carga y descarga.

Según los propietarios, ese mal uso de la plaza está causando el paulatino deterioro del pavimento, que sufre hundimientos en algunas zonas y provoca filtraciones de agua en los garajes, en torno a setenta, situados en una planta subterránea. Ante esta situación, la comunidad de vecinos más afectada, la que corresponde a los números 1, 2 y 3 de Piqué y Varela, está agotando la vía administrativa antes de volver a emprender acciones judiciales contra el Consistorio.

Los afectados esperan que se repita la misma historia de hace una década, cuando la comunidad de propietarios acudió al juzgado por un caso similar y éste condenó al Ayuntamiento a reparar la zona de Piqué y Varela más próxima a la Plaza Mayor.

Pero la posición del Consistorio no varía. Considera que al ser una plaza privada de uso público sólo está obligado a realizar tareas de limpieza, ornato o iluminación, pero nunca de mantenimiento y reparación. «Es un problema que se lleva arrastrando desde que se construyó la plaza. Recuerdo que durante el mandato de Ildefonso Calderón se planteó una situación similar y los informes de Secretaria y los servicios jurídicos del Ayuntamiento lo dejaban claro: no podemos reparar una plaza con esa calificación. Legalmente no podemos intervenir», afirma el concejal de Obras y Servicios Generales, José Manuel Cruz Viadero.

El edil hace hincapié en que comprenden el malestar de los vecinos, con los que están dispuestos a hablar «en cualquier momento» que lo soliciten y también a asesorar. «Es cierto que a veces entran vehículos que pueden causar daños, pero también lo es que los propietarios de la plaza pueden colocar bolardos para afianzar su carácter peatonal e impedir el acceso de camiones y furgonetas de reparto», concluye Cruz Viadero.

Este periódico ha hablado con vecinos y comerciantes de Piqué y Varela, pero han preferido mantener el anonimato. Los primeros suelen llamar a la Policía Local cuando entran vehículos en la zona, algunos propiedad del Ayuntamiento, que también dispone de una plaza en el aparcamiento subterráneo. Los agentes recuerdan a los conductores que hay zonas de carga y descarga a pocos metros, en la calle Ruiz Tagle.

El resto de las quejas se centran en el estado de abandono de la plaza, convertida casi en un urinario en el pasadizo que sirve de acceso a la emblemática Plaza Mayor. También destaca el mal estado de Los Telares, una importante tienda de ropa que cerró en 2015. Los vecinos dicen que en su interior hay «hasta ratas» y El Diario Montañés ha podido comprobar cómo en el exterior duerme cada noche entre cartones una persona sin hogar. A ello hay que unir la suciedad y las grietas en el pavimento, los grafitis, el mal olor, las jardineras rotas... Un conjunto de problemas y carencias que convierten a Piqué y Varela en una triste y desangelada zona de paso, una plaza fallida.