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Pocos músicos para una banda centenaria
Cultura. ·
La falta de intérpretes limita como nunca a la formación municipal, una precariedad que sitúa a esta institución de 1912 al borde de la desapariciónSecciones
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Cultura. ·
La falta de intérpretes limita como nunca a la formación municipal, una precariedad que sitúa a esta institución de 1912 al borde de la desapariciónEn el local donde ensaya la Banda Municipal de Música de Torrelavega, en el barrio de El Zapatón, hay una antigua foto en blanco y negro -casi sepia-. En ella, figura una treintena de intérpretes uniformados. Sonríen, muchos con sus tubas, flautas, clarinetes, saxos y tambores, posando como un pincel para la instantánea. Girando el marco, se enumeran sus nombres, hasta 31, además de la fecha (1925). También hay una anotación que dice «Banda Popular» y el nombre del querido y ya desaparecido historiador local Cándido Román, a cuyo archivo personal pertenece este recuerdo. El suyo es, además, uno de los nombres alistados abajo. El suyo, el de Mariano Calvo, el de Manuel Montes, el de José Ruiz Robles -con el apellido corregido a bolígrafo-..., el de Daniel Santamaría, el de José Barreda... En dos años hará un siglo de aquel día, un reflejo de cuando los artistas de la Banda Municipal de Torrelavega, aún con apenas trece años de trayectoria, leían la partitura sin preocuparse por las sillas vacías. Hoy, sin embargo, la escasez limita como nunca a esta formación fundada en 1912, una precariedad que tildan de «insostenible» hasta en la plantilla y que sitúa a esta entidad, memoria musical de la ciudad del Besaya, al borde de la desaparición.
«Yo me incorporé en 2008 y soy la última que entró», sintetiza Isabel López, mientras deja su oboe en el estuche, en mitad del ensayo para el Concierto de Navidad -se celebrará el viernes 22, en el pórtico de la Iglesia de la Asunción, a las 20.30 horas-. A su interpretación de 'Adeste fideles', uno de los villancicos que formará parte del repertorio, sigue ahora el testimonio verbal de sus trece compañeros, que asienten al escuchar a Isabel. Son los supervivientes de una plantilla «mínima» y que se encuentra «muy por debajo» no sólo de lo razonable para la banda local de la segunda ciudad de Cantabria, sino también de lo necesario. Porque, «si faltan voces, sonidos, la interpretación está incompleta», como explica Christian Rahona Ceballos, al bombardino; y porque «debería haber al menos dos trompetas más», tal y como echa de menos Roberto Romanos, pensando en algún compañero de instrumento más. «De lo que ves aquí, el doble de todo», resume Antonio Oreña, agarrando el saxo tenor para empezar a tocar 'Gatatumba', un villancico andaluz.
No exagera. En un escenario ideal, la Banda Municipal de Torrelavega contaría con un personal de entre 25 y 30 artistas. Aspirar a tal cosa resulta una quimera a día de hoy. Han pasado veinte años desde que, en torno a 2003, según recuerdan, la formación local se movía más o menos en esas cifras. «Los que se han ido jubilando, no se han cubierto» o «va muriendo» son sólo algunas de las sentencias que alternan. Beatriz Setién, clarinetista, lo deja así de claro: «Si se jubilan todos los de dentro de cuatro años y no entra nadie, entonces sí que se acabó».
«Venga, 5 minutos de descanso», interviene Alfonso Díaz, el director de una agrupación compuesta por músicos de toda Cantabria -Reinosa, Santander, Camargo, Torrelavega...- y que algunos integrantes, como Roberto o Raúl Ruiz (clarinete), pueden considerar una familia. Entraron siendo niños. «Hubo años que daba pena vernos», «como no se considera un servicio esencial...», comparten durante el receso. Otros dedican un segundo a mirar con nostalgia la foto de la pared, la de 1925. Al lado, luce un diploma de honor que le fue concedido a la orquesta en 1933 por el Ayuntamiento de Palencia y tras una «brillantísima actuación en el Concurso de Bandas».
Ahora no hay tantos trombones ni trompetas como entonces. Atrás quedan los años de mayor bonanza, las largas hileras custodiando a la Virgen Grande o los recitales en un quiosco de la Plaza Mayor que parecía quedarse pequeño. Este reportaje lo ilustra con dos imágenes de 1996 y 1999. «Hace por lo menos dos décadas que no hay trompas en la banda», lanza Roberto; «más, más, que yo llevo 25 y no había ya», le corrige Antonio Oreña.
«Hacemos lo que podemos», se resignan todos juntos. «Llevamos veinte años cayendo. Si nadie hace nada, seguiremos como estamos», zanja Antonio. Y coincide el propio director de la banda, consciente de la distancia que existe entre la situación de su banda y la de la formación hermana en Santander: «No se puede comparar. Tienen jornada completa y son profesionales. Aquí tenemos tres o cuatro».
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Ana del Castillo
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