La Policía de Torrelavega portará sonómetros a finales de año para medir el ruido en la zona de vinos

La ausencia de esta calma es la tónica habitual de la que los residentes del barrio San José -la zona de vinos- se quejan desde hace muchos meses. «El ruido no nos deja dormir», expresaba a inicios de junio Bernabé Crespo, portavoz de la asociación de Afectados por el Ocio Nocturno de Torrelavega y, desde que terminaron las restricciones más duras de la pandemia, la voz que encarna a los residentes más hartos del alboroto de la noche.

La incorporación de los sonómetros a los equipos de las autoridades es una medida directamente orientada a garantizar ese descanso tan amenazado como innegociable para sus moradores. La música a altas horas de la noche y la frecuencia con que las peleas o los ruidos se disparan durante la madrugada han convertido la zona de vinos en mucho más que eso. Desde que vecinos como Crespo alzaron la voz, este entorno de Torrelavega ha pasado a ser un foco de polémica e intenso debate social.

La llegada de estos medidores no significa que esa escandalera por la que claman vaya a terminar. El Ayuntamiento lo ha dejado claro en más de una ocasión. Los dispositivos tendrán un carácter disuasorio y no serán indiciarios. ¿Para qué servirán entonces? Por lo pronto, para garantizar que las normas sobre ruido -como la música- en el interior de los pubs y discotecas se respetan. Aquí dentro, los agentes podrán demostrar ahora si los niveles máximos de decibelios se sobrepasan o no. En la calle lo tienen más complicado.

La paradoja es que aquí, en el exterior y no en los locales de ocio nocturno, es donde se sucede el origen de muchas de las protestas. Ni siquiera son necesarios los gritos. Basta una masa de gente lo bastante grande para que, simplemente con múltiples conversaciones paralelas, se genere ese zumbido del que tanto se quejan los habitantes más cercanos. Ni decir tienen los botellones o las peleas. «El problema lo tenemos en la calle, no en los locales», corroboraba el concejal de Seguridad Ciudadana, Pedro Pérez Noriega, tras el Pleno municipal que acogió el debate y la aprobación de esta medida -a propuesta de Ciudadanos-, en julio.

Ese fue, administrativamente hablando, el origen de la iniciativa. La llegada de los sonómetros a la comisaría sigue a la aprobación de una moción impulsada por el partido naranja en aquella sesión del día 5. Tras el voto afirmativo del PRC -que dio luz verde a la propuesta, al contrario que su socio de coalición (PSOE)-, el Consistorio se comprometió a dar este paso sin precedentes para calmar los ánimos de la fiesta y revertir una tendencia que, desde que la crisis sanitaria permitió salir por la noche, propone una banda sonora de zumbidos y altercados en demasiadas semanas del año.

«Somos conscientes de que vivimos en la zona de vinos, pero aquí no se respeta nada. Los bares se ríen de nosotros, de la Policía... Es una situación insostenible», resumía el portavoz de la asociación de Afectados por el Ocio Nocturno en una entrevista publicada en El Diario Montañés hace semanas. Como él, una veintena de vecinos accedió a la sesión de un pleno anterior -el del mes de mayo- para entregar hasta un millar de firmas alineadas con la causa, una reivindicación que también han hecho suya otros partidos de la oposición.

La otra gran baza para poner freno a las molestias, pero sobre todo a los altercados más graves que ocurren en la ciudad, son las cámaras de vigilancia. Pérez Noriega quiere tramitar un proyecto para instalar estos dispositivos tanto en las entradas y salidas de la ciudad como en el entorno de la zona de vinos. Orientada a hacer un seguimiento exacto de los delitos, la idea permitirá a las fuerzas de seguridad identificar vehículos y matrículas cuando, por ejemplo, reciban un aviso por un robo en la ciudad.

Para ello, antes el municipio deberá redactar una propuesta mediante informe de la Policía Nacional y hacerla llegar a la Delegación de Gobierno de España. Pasado ese 'filtro', el anteproyecto tiene que ser valorado finalmente por la Comisión de Videovigilancia, que encabeza el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC), José Luis López del Moral, e integran también -además de otros representantes de dicho ente- la Fiscalía, la Delegación del Gobierno, la Abogacía del Estado y la Federación de Municipios de Cantabria.

Con excepción de las fiestas de la Virgen Grande, cuyo bullicio es asumido no en estas aceras sino en toda la capital del Besaya, la zona de vinos ha vivido una época de relativa tranquilidad durante el verano y el traslado del ocio a los municipios costeros. Ahora que esa excepcionalidad está a punto de agotarse, sus residentes encaran otro curso más preocupados por el impacto de la juerga torrelaveguense en su descanso, con el aliciente de estos sonómetros y el próximo proyecto orientado a instalar cámaras de seguridad. Avanzado sobre los primeros útiles, el portavoz de la asociación de Afectados por el Ocio Nocturno, Bernabé Crespo, se manifestaba en las páginas de este periódico hace unas semanas: «Es una buena noticia, pero se verá si funcionan después del verano». También en aquella entrevista, se mostró mucho más escéptico a propósito de la segunda idea, la de los dispositivos de vigilancia. «No creo que instalen las cámaras de seguridad», declaró el representante vecinal.