El primer ocho mil para Torrelavega

En el Himalaya se encuentran las montañas más altas del mundo, las 14 cimas de más de ocho mil metros de altura. El Cho Oyu es la sexta (8.201) y la que se considera más fácil de ascender. Como suele hacer en cada expedición, cuando regrese a casa, Ceballos compartirá su experiencia con los escolares y clubes de montaña de Cantabria.

Lo primero que le enganchó de la montaña fue «el olor». Fue cerca de casa, a los siete años, cuando ascendió al pico de La Capía, en la sierra del Dobra. Después siguió subiendo de nivel en los Picos de Europa y en 2006 dio el salto internacional al ascender el Aconcagua (Argentina, 6.962 metros). En los siguientes años conquistó otras importantes cimas del mundo en varios continentes: Kilimanjaro (Tanzania, 5.985), Elbrus (Rusia, 5.642), Denalí (Alaska, 6.190) o Chimborazo (Ecuador, 6.263).

Su destacada y dilatada trayectoria le llevó a ser premiado en dos ocasiones en la Gala del Deporte de Torrelavega, pero el alpinismo le debía el último reto. Hace dos años estuvo en el campo base del pico más alto del mundo, el Everest, y ascendió al Kalapatar y el Gokio, pero lo más importante para él fue que contactó con las personas que le van a ayudar a subir al Cho Oyu.

«Cuando les envié el currículum me dijeron que ya me tocaba hacer un ocho mil», señala muy sereno, porque «después de 20 años dándole zapatilla, para mi es una cosa normal». Partirá de España a principios de septiembre y se unirá a una expedición internacional en Katmandú, capital de Nepal. Desde allí irán en vehículos hasta el campo base del Cho Oyu, ya en el Tíbet, donde iniciarán la fase de aclimatación. Cuando estén instalados los campamentos, esperarán un periodo de buen tiempo para hacer el ataque final a la cumbre.

Ceballos tiene 68 años, una hija y su mujer falleció hace dos años. Se jubiló como celador en Valdecilla y ahora se dedica a seguir disfrutando de los montes como guía en Valderredible. «He recorrido medio mundo subiendo las montañas más altas y me quedaba la guinda del pastel, subir un ocho mil, un reto que tengo muy asumido», afirma.

Para él es casi más importante la meta personal que la deportiva: «Soy un tipo normal y el mensaje que siempre quiero lanzar es que con voluntad se puede conseguir casi todo. Los niños me importan mucho y siempre voy a los colegios a contarles mi experiencia vital». Para Ceballos lo más destacado no es hacer cumbre, sino el camino: «Los primeros años, cuando eres joven, te esfuerzas mucho, pero luego te das cuenta que cuando realmente lo pasas bien es haciendo el recorrido. Ya entras en un proceso de meditación, de equilibrio, y disfrutas de la naturaleza».

La edad tampoco le preocupa: «Voy a hacer 69 años en diciembre y estoy mejor que nunca, pleno de experiencia y tranquilidad». «En la montaña -añade- hay que tener mucha prudencia y los jóvenes a veces pecan de impacientes. Yo, por ejemplo, me he dado la vuelta a pocos metros de la cima porque ya iba tarde. Me pasó en el Aconcagua. No pasa nada, la montaña va a seguir ahí. Casi todos los accidentes se producen bajando». Ceballos confía en que «todo salga bien» en su mayor reto y pueda seguir disfrutando de lo que más le gusta.