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Cambio de planes importante alrededor del muro ferroviario que se aposenta desde hace décadas frente a algunos hogares de Barreda. Después de ordenar el traslado de una quincena a una vía muerta junto a la estación de la localidad, en verano, Renfe ha reconsiderado ... esa decisión y, basándose en criterios técnicos, de seguridad y de espacio de maniobra, optará por trasladar todas estas operaciones, el traslado definitivo de los depósitos de Barreda, al entorno de la terminal del centro. Como ahí tampoco sobra el espacio y, de hecho, hay otros cuarenta vagones abandonados, la entidad ferroviaria ha emprendido esta semana el desguace de dichos vehículos para despejar la zona. Hasta que las máquinas no devoren estos depósitos y haya espacio suficiente, el operador estatal no podrá desplazar aquí los que aún siguen instalados frente a las casas del barrio del Agua. La adjudicataria de estas tareas, Chatarras Abraldes, sitúa ese día «entre enero y febrero de 2024».
Entre tanto, si se dan una vuelta por esa margen, entre las calles Pablo Garnica y Paseo del Niño, ya pueden ver en qué consisten estas tareas concretamente. Los depósitos reducidos en la zona, apenas a unos metros de la terminal Torrelavega-Centro, no son los de Barreda, pero la idea es que su estado sea exactamente ese de aquí al próximo mes y medio. Primero se trasladarán aquí los que todavía están en el barrio del Agua; finalmente, la adjudicataria hará lo propio con los depósitos que, este verano, fueron retirados a una vía muerta de la estación de Barreda.
Mal que bien, el cementerio ferroviario parece estar visto para sentencia después de todos estos años de espera. Las valoraciones técnicas alrededor del espacio definitivo donde pasará a ser historia ha retrasado y mucho los plazos que se dieron en primavera, primero, y en verano, después, pero la empresa encargada de su desguace confía ahora en poder trabajar a una velocidad aproximada de «dos vagones al día». Si se acercan puede ver como las 'zarpas' de la maquinaria agarran y reducen estos contenedores, idénticos a los que se aposentan en Barreda. Entre unos y otros, serán 70 los que queden en esas condiciones. Cada uno pesa unas 18 toneladas.
Porque el muro ferroviario de Barreda es, además de una losa con años de historia para los barrios de El Agua y La Tejera, un 'paquete' de 540 toneladas en forma de 30 convoyes jubilados desde hace décadas. Renfe viene intentado darles una salida desde entonces y el estado de su comercialización ha sido, de hecho, una pregunta recurrente por parte de los residentes hacia las instituciones. Las dudas empezaron a quedar resueltas a principios de año y también gracias a la insistencia del Ayuntamiento de Torrelavega, empeñado en tender la mano y forzar el camino de estos depósitos al desguace.
El alcalde, Javier López Estrada, ha sido uno de esos responsables interesados en el cumplimiento de este compromiso histórico. «No solo se va cumplir el compromiso adquirido con los vecinos del Barrio del Agua de Barreda, sino que también se retirarán vagones estacionados desde hace tiempo en vías muertas de la estación de Torrelavega», declaró el regidor, antes de definir este cambio de planes como «la solución total» para desenquistar el problema. Entre tanto, la noticia ha caído bien en la Asociación de Vecinos de la localidad, que esperan ver que las palabras se traducen a hechos lo más rápido pósible.
Cuando ese día llegue, Barreda se quitará de encima una losa de promesas con décadas de antigüedad. Ha pasado un cuarto de siglo desde que, en 1998, el Tribunal Superior de Justicia (TSJC) desestimó un recurso de Renfe frente a una orden municipal y obligó a la empresa a adoptar medidas para garantizar la seguridad de estos vecinos; un año más desde que Blanca Rosa Gómez Morante –entonces alcaldesa, hoy portavoz de Torrelavega Sí y presidenta de Aguas–, instó a la compañía a adoptar las medidas necesarias para evitar perjuicios a los vecinos de la localidad.
Ni aquella sentencia ni el aviso a navegantes de la Administración sirvieron para mover los convoyes de forma definitiva. Los años pasaban, pero nada cambiaba demasiado en ese tramo ferroviario. De hecho, Renfe venía manteniendo que, aunque su intención era vender los famosos convoyes, el muro de vagones cumplía las normas de seguridad. Ese criterio nunca coincidió con el de los vecinos, A hartos de vivir «encerrados».
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