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Por primera vez en casi tres décadas, los vecinos del barrio de El Agua y La Tejera, en Barreda, tienen razones para ser optimistas y confiar en que el muro ferroviario que descansa frente a sus hogares desde los años noventa tiene los días ... contados. La retirada de 16 de los 30 vagones hace dos semanas no será un hito aislado y Renfe, a través de una empresa elegida tras un concurso público -Chatarras Abraldes-, trasladará los convoyes restantes entre finales de este verano y lo que resta de año. Todo en 2023 y según el cronograma contemplado por la compañía, encargada no sólo de trasladarlos a una vía muerta junto a la estación de tren sino de achatarrarlos y, si alguien quiere los restos, venderlos al mejor postor. En resumen: el cementerio de vagones será historia en 2024, después de varios lustros y hasta seis alcaldes en el Ayuntamiento de Torrelavega.
José Gómez, presidente de la Asociación de Vecinos Santa María de Barreda, es uno de los diferentes representantes vecinales de la agrupación que, en ese tiempo, se ha citado con distintos regidores, pero la visita de Javier López Estrada a principios de julio fue distinta. Las reivindicaciones protagonizadas por este, la coalición (PRC-PSOE) en general y el exvicepresidente regional Pablo Zuloaga ante la Delegación del Gobierno, Adif o Feve en la última legislatura sirvieron para desenquistar una situación insostenible para los vecinos, preocupados por las ratas, las zarzas, la insalubridad en general y el miedo a no poder evacuar la zona ante una emergencia. Hoy, Gómez encarna la «satisfacción» mayoritaria de esos mismos residentes, protagonistas de una presión vecinal que, políticos al margen, llegó incluso hasta los tribunales de Justicia.
Algunos ya han estrenado un paisaje nuevo. Hacía años que, desde sus ventanas, los vecinos del barrio de El Agua no alcanzaban a ver la otra orilla de las vías; desde hace cuatro semanas, el ir y venir de los trenes es algo que se escucha y, sobre todo, se ve. Los vagones que tapaban esa vista están ahora a medio kilómetro de distancia, en una vía muerta junto a otros mercancías inertes. Es aquí, en las inmediaciones de la estación de tren de Barreda, donde el representante de la empresa encargada de la retirada, Íñigo Abraldes, compartió los plazos del traslado con el responsable del colectivo vecinal.
La mudanza de los vagones se tiene que desarrollar en dos fases por una mera cuestión de espacio en la zona de destino: una ya se produjo, hace un par de semanas; la segunda llegará en cuanto la compañía encargada comience a achatarrarlos, en septiembre. Una vez desecha la primera quincena, la vía sin salida tendrá sitio para más vehículos y se procederá a la retirada definitiva del resto, despejando así todo este entorno residencial.
Ha pasado un cuarto de siglo desde que, en 1998, el Tribunal Superior de Justicia (TSJC) desestimó un recurso de Renfe frente a una orden municipal y obligó a la empresa a adoptar medidas para garantizar la seguridad de estos vecinos; un año más desde que Blanca Rosa Gómez Morante -entonces alcaldesa, hoy portavoz de Torrelavega Sí-, instó a la compañía a adoptar las medidas necesarias para evitar perjuicios a los vecinos de la localidad.
Ni aquella sentencia ni el aviso a navegantes de la Administración sirvieron para mover los convoyes de forma definitiva. Ha llovido mucho, pero las posiciones no han cambiado tanto en ese tiempo. A un lado, los vecinos, hartos de vivir «encerrados» entre el muro de vagones; al otro, Renfe, que, aunque si mostró su deseo de vender los famosos convoyes, siempre defendió que el cementerio ferroviario cumplía las normas de seguridad.
Cada vagón pesa unas 18 toneladas. El muro ferroviario de Barreda es, además de una losa con años de historia para los barrios de El Agua y La Tejera, un 'paquete' de más de 500 toneladas en forma de 30 convoyes jubilados desde hace décadas. Renfe viene intentado darles una salida desde entonces y el estado de su comercialización ha sido, de hecho, una pregunta recurrente por parte de los residentes hacia las instituciones. Esas dudas por fin han quedado resueltas este año:este cementerio de vagones de 540 toneladas de peso está visto para sentencia y pasará a ser nada más que chatarra de aquí a los próximos meses de 2023. Esa tarea ha sido encomendada a la empresa especializada Chatarras Abraldes. Después de casi tres décadas, los vagones van camino del desguace.
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